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El barrio Por Daniel Fara

Una constelación de personalidades admirables conviven en El Barrio, de Gonçalo M. Tavares, nombres como Calvino, Valéry y Breton caminan sus calles y participan de peripecias domésticas a las que el escritor portugués dota de una extraña lírica, ya familiar para sus lectores más fieles.

Hay un barrio, tranquilo, en el que además de vivir gente común, habita una serie de señores muy excéntricos, cuyos apellidos coinciden con los de escritores famosos (la señora Virginia Woolf) pero también hay algunos que se llaman como filósofos, arquitectos, artistas plásticos (el señor Duchamp), vecinos de quienes Gonçalo Tavares ha dicho que no se trata de homónimos pero que tampoco dejan de serlo del todo.

Por ejemplo, el señor Duchamp se hace una entrevista a sí mismo, con un grabador y frente a un espejo; las preguntas son largas, versan sobre la poesía, y el señor Duchamp no responde a ninguna porque en la interrogación ya está todo lo que él diría. 

Después viene el señor Valéry, que no tiene nada que ver con el poeta Paul Valéry pero si con Monsieur Teste, ese heterónimo que el autor del Cementerio Marino concibió al final de su obra. Este Valéry es un obsesivo de la lógica: si tiene que doblar una esquina hacia la derecha se pone dos zapatos derechos. Por cada hallazgo lógico, este señor hace un dibujo y uno piensa en las ilustraciones de El Principito.

Del señor Calvino se recopilan las impresiones recogidas durante un paseo extenso. Esas impresiones (como las de los señores Breton y Valéry) contienen los mejores pasajes del libro y podríamos decir, sin miedo a exagerar con el adjetivo, que son experiencias regocijantes escandidas por la prosa detallista y lúdica de Tavares al trazar la cuadrícula de “El Barrio”. 

Con la aparición del señor Walser se da el único texto que tiene forma de relato. El pobre doble del escritor suizo ha terminado su casa, construida en medio de un bosque, lejano al barrio en sí, y está contentísimo con el olor a pintura, con el gusto del agua, con los pisos, los zócalos, con el hecho de que se ha aislado, por un lado, pero por otro piensa seguir conectado invitando a gente que quiere, leyendo el diario y hasta escribe una carta a una señorita de la que está enamorado. En ese momento de suma felicidad, cuando se dispone a recorrer el largo trecho hasta el barrio para mandar la carta, una multitud de artesanos (plomeros, albañiles, carpinteros, etc.) invaden la casa diciendo que hacen falta reparaciones. Así, tiran abajo paredes, construyen muros nuevos, cambian la instalación eléctrica y cuando llega la noche se quedan a dormir. El señor Walser, un modelo de cortesía, acepta todo y, tirado en el piso, espera que las cosas se solucionen. Cabe recordar que el verdadero Robert Walser se aisló realmente en una casa a las afueras de Berna (además, Walser no se escribe tan distinto de Walden, el personaje de Thoreau que se fue a vivir al bosque, por dos años sin llevarse más que lo imprescindible del mundo civilizado). Por supuesto, en “El Barrio”, tanto el otro Walden como los lectores terminan el texto desesperados ante estos constructores que vienen a destruir la felicidad de la casa nueva.

El libro sorprende minuto a minuto a partir de la forma en que vida y literatura son objetos de visiones inéditas. Razonar lo inaudito. Volver líricas ciertas afirmaciones que, básicamente, resultarían prosaicas. Hacernos reír, y mucho, con expresiones y situaciones que se narran en una gama que va del humor infantil hasta el humor negro. Y están los guiños, las citas encubiertas, las relaciones entre los personajes, porque los señores se cruzan por la calle y hablan y hasta se visitan. Cierran ciertas crónicas sobre política debidas al señor Karl Kraus que, honestamente, son mucho más divertidas que los aforismos de Karl Kraus, el verdadero.

Gonçalo Tavares (portugués, nacido en 1970) editó de a una las historias de Los señores y de El barrio y las llamó novelas. Las publicó en Portugal, entre 2003 y 2010, y dice que las sigue escribiendo. Aquí, interZona edita El barrio e hizo lo mismo un tiempo antes con Los señores, que sigue las mismas líneas. En México se hizo una publicación conjunta: El barrio y Los señores

Hay poca disponibilidad de traducciones al español, pero nos consta que este joven autor, además de haber creado El barrio, escribió poemas notables y creó  El Reino, un ciclo de novelas muy extensas y, a su decir, trágicas. Versatilidad, imaginación, placer intenso de leer, descubrimiento de profundidades insospechadas en textos de apariencia simple, todo eso nos ofrece Tavares y no es cuestión, de ningún modo, de desatender esa oferta.. 

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