interZona

Entre caníbales

Por Javier Estéban R.

Estamos en un centro comercial, sus oficinas y el ínterin de ellas son el caldo de cultivo, dentro de una galería de negocios. El narrador se presenta como un aplicado ejecutivo que cuida minuciosamente cada detalle de su acicalado porte, desde el peinado hasta el bigote, no dejando ningún descuido en su presencia. Es ágil, rápido y parece tener una metodología perfilada con respecto a quién debe ser, tomando como primordial actitud el lugar en su trabajo. Se declara extremadamente puntual, incluso admite retirarse mucho después del horario estipulado, con lo que le confiere ese estatus de alguien valioso dentro de un mundo en el que todos se pisotean con tal de conseguir un codiciado ascenso. Es el mundo de los ejecutivos y las empresas, esos que vemos cenando en ampulosos restaurantes y charlando vayan a saber qué. Pero José María Gómez lo desvela y nos abre la puerta de la jaula de los leones en su novela La Fusión. Memorias de oficina(Interzona 2015)
Las oficinas, esos lugares en donde es más importante callar que ir exhibiéndose, en donde el silencio es la moneda de cambio, siempre ocultándolo todo, (el rostro es la careta más perfecta que existe, terminará concluyendo), el narrador irá desgajando como las capas de una cebolla las historias de vida de cada uno de los empleados, con una mirada afilada y hedonista, que están obligados a compenetrarse por el bien de una fusión empresarial a la que están atados por meras conveniencias. Mientras, tratará de meterse en el bolsillo a su jefe, invitándolo a unos whiskys en el pub que más frecuenta.
Pero atrás de esta hoguera de las vanidades, en la que nombres como Gómez, Eduardo Martínez o Gladys (típico nombre de secretaria), tendrán lugar un sinfín de comidillas e “internas” entre ellos, sus pasados, sus miserias, controlados por los hilos de algún maestro de títeres que pudieran ser los directivos. Quizás no es todo lo que parece, y esta es una de las tramas que en toda novela de suspense suele predominar, “no todo es lo que parece”.
La vida entre estos muros se irá deslizando entre lo memorioso y lo actual, y no dejaremos de percibir en las relaciones sexuales la presencia de lo andrógino, lo morboso y lo promiscuo, y sin ahondar ni dejarlo explícito, las relaciones “contra natura” (como se refiere el protagonista) a escondidas, o en simples entrevistas de empleados. El narrador parece tener ante sus compañeros solo sentimientos de conmiseración y tristeza, mientras va sembrando un camino para que todo le sea favorable.
 La narración fluye de forma sistemáticamente filosófica, analítica, a través de un pensamiento, a todas luces perverso, entre lo racional y lo alienado, sobre todo por una vida donde estar bien trajeado o tener buenas referencias marcan el día a día. Los personajes se dejan ver por sus bajezas, sus miedos, todos ellos son actuales, sus formas, estilos, pero el instinto y esencia humanas serán las ancestrales, la de los griegos, en donde la traición es la única forma de lograr la omnipotencia.  
Entre el absurdo de la existencia que nos remite a Camus, o el ambiente entre lo político y la locura de Arlt, o una narrativa que se hace eco de nuestro tiempo, vacuo, donde todo vale y nada alcanza para conseguir la supremacía y el goce, La Fusión. Memorias de oficina coquetea entre lo siniestro, lo oscuro y las miserias humanas, una vida en la que estar sentado detrás de un escritorio con el título de “jefe de personal" es todo a lo que puede aspirar este empleado como súmmum de su existencia. 
 

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