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ENTREVISTA A CECILIA SZPERLING

Interzona lanzó La Máquina de proyectar sueños, con una ilustración en la portada que rememora esas mujeres atemporales del Art Nouveau, dos niñas de ojos grandes parecen sirenas sobre un fondo celeste, dispuestas a atraerte con sus cantos y dejarte a su merced. La autora es Cecilia Szperling, Performer, escritora, periodista y viceversa. Cecilia muy amablemente accedió a darnos un poco de su tiempo y nos brindó esta entrevista donde los sueños y la vigilia confluyen como en un río, para crear un nuevo mundo en el cual habitar.

Cecilia, entre tantas horas de insomnio ¿podrías describirnos ese instante en el que lo real y lo onírico hacen esa especie de fusión, el instante en el que ambos mundos convergen y se transforman en uno solo?

Yo creo que en el momento en el que mis dos hermanas en el cuarto compartido y mis padres en el cuarto lindero se dormían, ahí empezaba una vida “irreal” soñada.

Mis interlocutores, los individuos más importantes de mi vida, con los que convivía y compartía todo, al dormir, se apagaban, dejaban de funcionar, casi de existir, eran como muertos.

Vivir en la casa a oscuras, en la casa en silencio y con ellos mudos, sordos, etc.: dormidos…era empezar a estar sola.

Con algo que Freud llamó siniestro “ Lo familiar que se vuelve desconocido” y a la vez con algo de desafío de aventura, de invención del Yo en “estado puro” sin interferencia de los otros.

La noche trae a los otros dormidos, a las exploraciones y pensamientos nocturnos y también sueños, pesadillas… despertarse en medio de la noche y ver que tu casa y tus amados están quietos es prolongar la atmósfera de irrealidad de los sueños.

 Si encontraras la máquina de proyectar sueños ¿Qué sueño te gustaría proyectar, qué fantasía inconclusa te gustaría realizar?

La máquina que descubro en la novela, o la que descubre la protagonista porque el Yo en el papel siempre es un otro, es la máquina con que los padres le o me proyectan los sueños nocturnos.

Es un modo de sentir que uno no sale ni en la mayor de las soledades de la esfera paterna.

Creo que la fantasía o el deseo de una máquina que proyecte sueños es justamente vivir un mundo ensoñado. En una especie de Sueño de una noche de verano en la que todos estemos en estado de poesía y enamoramiento. El deseo a proyectar sería El Encantamiento. Vivir en un jardín encantado por el amor y a la vez palpitando y dándole lucha a todos los avatares y amenazas. Ese estado de ensueño donde los peligros se agigantan y se desvanecen sin porqué.

 Yo tengo una pesadilla constante, desde que tengo uso de razón, es en un balcón en Mar del Plata, un balcón que conozco a la perfección, que existe en el mundo real y que se empieza a desmoronar lentamente, primero la baranda, luego el piso se quiebra y lo último que escucho es el crack del hormigón cuando ya no hay escapatoria. En tu libro, la protagonista no duerme porque es azotada por un mundo onírico pesadillezco ¿Cuál es o fue la pesadilla que te acompaño la mayor parte de vida? Esa que cuando uno despierta, parece continuar allí.

Bueno, la Máquina de proyectar sueños yo la vi. Y no tengo idea de si fue un sueño en el que me levantaba, caminaba hasta la pieza de mis papás, abría la puerta y los veía a ellos dormidos y la máquina encendida o si efectivamente me levanté, caminé por el pasillo, abrí la puerta y aluciné con ese proyector encendido y me volví a mi cuarto.

 Hay dos momentos donde se me confunden y vuelvo a tu primera pregunta sueño y realidad. Uno más obvio, que es cuando tengo temperatura, fiebre. Veo cosas. Eso me pasa.

El otro es cuando me estoy durmiendo, que tengo sensaciones físicas que se relacionan con las imágenes que empiezo a visualizar en esa pantalla que se enciende al dormir, pero todavía tengo algunos sentidos que no han caído al sueño. Por ejemplo el auditivo, escucho si pasa un auto, si alguien escucha una canción a lo lejos, si llueve, el ruido al dar vuelta una página de la persona que duerme conmigo. También el tacto. Estoy ya casi soñando y viendo esa película tan alejada de mi realidad en la cama acostada, pero oídos y piel aún permanecen en la vigilia.

Hace poco tomé conciencia de ese instante, en mi sueño veía como vendaban una cara, mientras escuchaba a la persona al lado mío manipular su libro y sentía las sábanas sobre mi piel. Me dio terror esa conciencia. Se continuo con una noche de buen dormir sin sobresaltos, como uno de esos vuelos en los que te despertás al aterrizar. Pero por un par de segundos, mis percepciones fueron intensas.

 ¿Por qué decidiste la ilustración tan particular de la tapa?

Con Flavia Da Rin, una artista que amo, trabajamos en 4 o 5 episodios de la novela. La idea inicial era hacer una publicación en conjunto de textos y fotos. Ella se fotografía en personaje, pero luego manipula la foto y mueve su cara como para que tenga también facciones mías y de mis personajes. O sea, que es una tapa que emerge del libro. Al revés de la expresión Ponerle la tapa. Sale del corazón de la noche, de las camitas, de las escaleras, de la casa nocturna.

Hay algo en a perplejidad de la mirada que poéticamente entra en sincro absoluto con la palabra. Estamos mirando igual, ella desde la imagen, yo desde la palabra. Un mundo fascinante y desconocido. Buscando misterios, para que nos envuelvan y nos atrapen.

 ¿Cuál fue el capítulo que más te costó escribir, ese en el que entran en juego quizás muchas cuestiones personales, ese que te hace pelearte con la novela, lucharla?

Retuve mucho las ganas de escribir como procedimiento creativo.

Al revés de escribir todos los días, me guardaba mucho las ganas de escribir.

De manera, que el libro me llevó mucho tiempo. Pero no lo peleé en el papel. Te diría que la mayoría de los textos salieron así. No tienen mucha corrección.

Pero la pelea era más bien en mi cabeza.

Me obligué a crear mis propios mitos. O sea, a una imagen alimentarla hasta que cobre dimensión y recién ahí dejarla caer al papel.

Creo que no hice pruebas. Descarté y repensé acostada, mirando el techo.

 ¿Cómo llegaste a tener tu propio estilo? ¿Es acaso el aprendizaje de escuchar a tu voz interior?

Escuché en la voz de mi madre que es declamadora la voz de las poetas latinoamericanas Juana de Ibarbourou, Alfonsina Storni, Gabriela Mistral. Mucho de su vida de provincia. Y después creo que leer a Puig, a Cesar Aira le dieron alas a mi búsqueda.

 ¿Qué autores actuales recomendás leer?

María Moreno, Alan Pauls, Cesar Aira, Sergio Bizzio, Fabián Casas, Pedro Mairal, Guadalupe Nettel, Alejandro Zambra, Ariana Harwicz, Julián López, Mauro Libertella,  Gabriela Cabezón Cámara, los ensayos de Ariel Schettini y los de Tamara Kamenszain.

Así como escribo poco, leo poco. Es un modalidad austera y ridícula. Como si tuviera que dejar espacio mental entre uno y otro para poder mitificar lo que allí encontré.

 Para finalizar ¿Tenés algún nuevo libro en carpeta, algo que nos puedas anticipar de cara al futuro?

Si. Estoy trabajando en dos novelas. Pero, como te dije, estoy creando el propio mito para cada una de ellas. La imagen Roca Fundacional y eso es puertas adentro. En un laboratorio que queda justo ahí, entre el sueño y la realidad.

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