interZona

Loser

Aquí la reseña de la primera novela de Robertita, editada en el 2011 por Interzona. Loser Robertita (Interzona, 2011, 272 págs.)

Robertita escribió las 272 páginas de “Loser”, Interzona la publicó en 2011, y cientos de lectores pagamos los 85 pesos para devorarla en horas.
Robertita empezó escribiendo en su blog www.treinteañera.blogspot.com. “Loser” es su primera novela. También se puede leer un cuento suyo en “Historias de Hotel”, libro que surgió de la Residencia Creativa 2011 organizada por Interzona, en la cual los escritores seleccionados escriben motivados por la experiencia y en lugar , en este caso, un hotel en la provincia de Buenos Aires, el Llao Llao.
Robertita es muchas cosas más, pero en este momento voy a hacer un recorte y la voy a presentar exclusivamente como escritora.
Es un libro escrito por una mujer. Para seducir. ¿A quién, o a quienes? ¿A los lectores hombres?, ¿a las lectoras mujeres?, ¿a “Rolando”?.
En las primeras páginas se plantea una situación: “Conozco a Rolando porque es autor de un libro que leí en el verano y flasheé”. La diferencia con otros textos de mujeres que pretenden hablar sobre el amor banalizándolo salta a la vista.

Robertita habla del amor como solían hacerlo los hombres. El amor y el deseo como algo exclusivo. Escapa de la llamada Lit-Chick. No nos habla de la soledad después de los treinta, ni de cómo conseguir un novio en ochocientos treinta y nueve días porque se casa su prima del campo. No busca engancharse un tipo y mucho menos conseguirse un marido con casa, perro, niño y auto. No le importa (se burla) del tan temido “reloj biológico”. No plantea el problema social de no tener “un novio”. Robertita nos habla de un sólo tipo (excluyente como todo deseo) al quien hace llamar Rolando. En este sentido, es como leer a Proust, (Swann y su obsesión por Odette), o a Chejov y su Nina en “La Gaviota”, o Margarite Duras en “El Amante”. El estilo, por supuesto, es completamente diferente. ¿A quién le importa? Un conocido escritor argentino suele decir “No quieras escribir como Tolstoi. ¿Quién lee a Tolstoi hoy? Sí, está bien, lo leen. Pero el que quiere leer a Tolstoi se compra un libro de Tolstoi, no a una autora contemporánea que pretende escribir como Tolstoi”. Y así lo hace Robertita. Ella retrata la época en la que le tocó vivir mientras nos cuenta sobre su amor-obsesión-sufrimiento, por un sólo hombre, Rolando.

Como buena historia de amor, no es nada fácil. El personaje femenino nos comparte sus conflictos internos y sus dudas. “Me gusta cada vez más y no sé qué mierda hacer con eso”

La autora inserta esta historia de amor en un momento donde la virtualidad y la tecnología están presentes siempre, como antes lo estaba el Samovar y la pluma. “Chateamos. Estoy re emouyon. Insoportable. Muy de mandarle cinco enters contra uno suyo”.
Es enamoramiento que no puede frenarse con nada, y mucho menos con planteos lógicos: “Lo quiero odiar un poco. Quiero que me dé un poco de asco, no sé, algo. Nada. Es perfecto el hijo de puta”. Eso que debería alejarnos y nos acerca aún más: “No ves que me das ternura con ese papelón. No ves que con cada papelón que haces teamo más. Teamo todo junto”.

Robertita habla de fotologs y de “favoritos”, y nos marca una época, que podemos reconocer muy bien. ¿Cinco años atrás? Mezcla frases enteras con letras de hits sin comillas como un guiño al lector, que si no está conectado con lo que está pasando o lo que pasó hace apenas unos años, se lo pierde. Es intimista. Da la sensación que nos habla sólo a nosotros. A los que vivimos en Buenos Aires. Los que mirábamos “esos” canales o vemos “esas” series escuchamos “esa” música. No cae en la pretensión de querer perdurar en el tiempo. No parece importarle que en otro país o en otro momento nadie entienda sus guiños.

En medio de ese retrato impecable de la época y el lugar, vuelve el conflicto. ¿Se puede luchar contra algo así? “No sé dónde poner los ojos. Si lo miro me enamoro. No hagás contacto visual, Robertita. No hagás contacto viual, no por dios no hag… CAGUÉ. Lo miré. Me miró. CAGAMOS”.

Quedan advertidos: después de terminar “Loser” es probable que necesiten urgentemente una nueva dosis de Robertita.

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