interZona

Reseña #387- Super 8 del jardín salvaje

Por Valentina Vidal

“Tengo siete años. Todavía conservo los miedos, las fantasías y las pesadillas de una nena de cuatro o cinco. Deambulo sola por la casa en la noche. Todos duermen. Y yo quedo ahí, con ese camisón rosa un poco quemado por un experimento fallido con mi juego de química”.

Así da comienzo La máquina de proyectar sueños (Interzona 2016) de Cecilia Szperling.  

Szperling es una escritora osada. Una fábula autobiográfica en primera persona, en tiempo presente y en la voz de una niña de siete años, es un desafío que muy pocos están dispuestos a tomar. La novela viaja dentro de una estructura de capítulos breves, volviéndola dinámica y astuta, como dentro de un álbum pop up. El parte de la vida entre tres hermanas y sus padres, se despliega con belleza, calidez y una prosa por momentos poética, que nos lleva a navegar siempre con la extrañeza de lo irremediable, que se desliza sutilmente desde la idealización en la infancia hasta el desencanto inevitable de la adolescencia.   

Algunos capítulos nos sitúan en la edad de la narradora,  otros en tiempo y lugar, y es acaso la necesidad de Szperling de anclarnos de forma segura en un mundo que se le revela cada vez más inestable.  Szperling se mueve pizpireta mientras pasa las páginas del álbum fragmentado en el que se siente por momentos a gusto, por momentos en puntas de pie. Quizás por conocerlo tanto, quizás por atesorarlo tanto, esa dualidad se nos plantea de forma natural en una lectura repleta de imágenes vitales con sus complejas bisagras. Pero leer esta novela no es simplemente apreciar el jardín salvaje que dejan crecer dentro de la casa y que no es otro que ese lugar onírico, ese rincón que algunas familias guardan como un tesoro dentro de su foto perfecta. Es también evocar la propia. La que irremediablemente alguna vez se tuvo y se recuerda en un color sepia. ¿No es acaso el pasado una cuadrícula imaginaria que editamos a través del tiempo? Y acá me permito el espacio para la duda. ¿Es autobiográfica o esa niña somos todos?  A medida que ella crece, la foto se vuelve más nítida. El afecto en el seno familiar se transmite de una manera etérea y palpable, con el tamiz de la lectura adulta a través de los ojos de una nena que custodió sus recuerdos como dentro de una película de Super 8.  La propia silueta dentro del pasaje hacia la adolescencia se desprende y nos interpela con ese deseo primario que se tiene al descubrirse como mujer.  “Flota en el aire una especie de atracción eléctrica encadenada, como si todos gustáramos de todos, y no podemos dejar de sonreírnos. Circula un porro entre nosotros, que se suma a la borrachera abstemia que produce Luciana bailando en el medio de la sala.”

Szperling evita desde el comienzo lo ineludible hasta que el recuerdo la agarra del mentón:  “Un no brillante y staccato cortando la noche”. Y es ahí donde terminamos por comprender que cada  retrato, cada jardín salvaje, es parte de nuestro bolso de mano, del instrumento que nos recupera, resignifica y guarda las incontables ediciones del relato familiar, como una especie de modelo para armar cada vez que necesitemos encontrar la explicaciones que hagan falta, para entender por qué fuimos como fuimos, aquellos que ya no somos y abrazarnos hasta que el dolor se anestesie y poder contarlo tan bien como Szperling lo hace.

 

La máquina de proyectar sueños (2016)

Autora: Cecilia Szperling

Editorial: Interzona

Género: novela

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