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Roberto Arlt: buceando en la oscuridad

La editorial Interzona reeditó un texto olvidado del escritor, Las ciencias ocultas en la Ciudad de Buenos Aires. Otra oportunidad de recorrer, con él, el lado oculto de nuestro ser.

Hacia 1920, Arlt publica en Tribuna Libre, publicación mensual de temas sociológicos y literarios un ensayo autobiográfico en el que narra su encuentro con el astrólogo que aparecerá años después en Los siete locos. Se trata de Las ciencias ocultas en la Ciudad de Buenos Aires, texto extraño en que Arlt da muestras de un gran conocimiento de la materia que aborda.

Pero como todo recorrido arlteano, ese conocimiento no se basa tan solo en los (muchos) textos que conoce y cita, sino en su propia experiencia. Hombre de patas en el barro, un encuentro lo lleva a otros, y en todos busca extraer el conocimiento que a primera vista puede parecer esquivo. Su mirada se interna en el ser que enfrenta, en la escena que ante sus ojos se despliega; esta capacidad relucirá en sus aguafuertes cuando recorra nuestra ciudad (y otras de España, y también Río de janeiro) y pueda indagar en los detalles que construyen aquello que llamamos “realidad”.

Con 16 años, sin hogar y con Baudelaire como su "padre espiritual", se da al mundo y termina de vendedor en lo de "un comerciante en libros viejos". Allí es que se cruza con el astrólogo, y con sus inquietudes compartidas por saberes ocultados. Será presentado a la logia Vi-Dhama, pero "en lugar de todo lo que había soñado, idealizado, descubrí lo bajo y lo triste, lo vulgar y lo mezquino". Pero para eso permaneció allí dos años, infatigable buceador de realidades. Su espíritu inquieto no duda en recolectar informes de aquello que aun puede parecerle mezquino, si le sirve para intentar comprender la existencia.

Las ciencias ocultas en la Ciudad de Buenos Aires ofrece un detallado informe de su excursión por esos mundos, a la vez que orienta en la dirección que cree exacta para que otros viajeros no se pierdan. Allí recomienda lecturas, descorre velos, desnuda engaños. Con tan solo 20 años, no le teme a las duras sentencias y se expone al mundo con el mismo desenfado con que lo analiza.

Su informe no busca galanterías, ni lugares (siempre esquivos) en la sacrosanta sociedad de su época. Construye siempre horizontes furtivos, futuros, éticos. Les dirá a los estudiantes de ocultismo: "nuestro siglo y los venideros, más que vanas especulaciones metafísicas, más que inútiles conocimientos del ‘más allá’, necesita hombres exponentes de una evolución cuyo fin debe consistir, como ha dicho Saint Simón, ´en la perfección del orden social´". En esa sociedad en ruinas, en sus zonas de oscuridad, en los desechos en los que habita, comienza su búsqueda de otro mundo por venir.

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