Los cuentos de Amo tienen una prosa cuidada, elegante, que envuelve y, de pronto, sale con una desfachatez que en otro contexto podría horrorizar.
Pero acá no: el lector parpadea, confirma si leyó bien y sigue adelante con estas historias plagadas de médicos, tratamientos psiquiátricos, hospitales, alucinaciones (¿vienen de adentro del cerebro, o son una voz divina que invade la cabeza y se podría bloquear con un casco especial?), suicidios, embarazos extraños, amor después de la muerte (un ginecólogo enviuda y se convence de que su esposa se le ha instalado en el vientre; una pareja sufre un accidente de tránsito en el que el hombre muere, la mujer se encierra en la oscuridad de su casa y ahí reencuentra a su novio espectral), sexo desenfrenado, leyes de la naturaleza alteradas (un embarazo en un hombre; niños que se desarrollan aceleradamente; genes revolucionarios que anulan la muerte).
Los temas se repiten, siempre con vueltas de tuerca que enroscan todavía más al lector en las páginas. Cada cuento potencia al anterior. Dios y el diablo se cuelan por todos lados, incluso por la letrina («¿Defecas en ese peligroso agujero porque deseas espiar el infierno con el ojo del culo?»). El funcionamiento del cerebro está presente al punto de que un grupo de alienígenas lo estudia a la distancia, con el propósito de comprender a esa extraña especie terrícola: «En los seres humanos la incorporación de las creencias de la familia está relacionada con el desarrollo de los huesos de la cabeza».
Todos estos cuentos son atravesados por una fina línea que separa (o une) la locura y la cordura. Y Carlos Chernov nos lleva de un lado a otro, sin anestesia.