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Amor trágico a primera vista

Con motivo de la reedición aniversario de "Rabia", de Sergio Bizzio, realizamos un acercamiento a una de las novelas fundamentales de la literatura argentina del siglo XXI y a un escritor esencial.

por José Luís Cutello

 

La vigencia de la tragedia, desde los clásicos griegos hasta hoy, se basa en que interpreta e interpela los sentimientos de los seres humanos, de nosotros mismos, como ningún otro género supo hacerlo hasta ahora. Se cree, en nuestra opinión erróneamente, que la tragedia tiene un marco adecuado para los reyes o la alta burguesía (“Edipo Rey” o “Anna Karenina”, por caso) y que las pequeñas desventuras diarias de los “sin nombre”, de la “gente del común”, no tienen ninguna importancia…

Pues bien, el escritor argentino Sergio Bizzio demostró hace diez años, con su extraordinaria novela “Rabia”, que están equivocados quienes sostienen aquélla tesis. La anécdota del relato es ya conocida: Rosa Verga, de 25 años y mucama en una mansión de Recoleta, conoce a José María Negro, de 40 años y albañil. Se enamoran y comienzan a tener pequeñas vivencias de “gente común”: en la puerta de servicio de la vivienda, en un “telo” del Bajo, en una caminata hasta el supermercado más cercano… Nada que sorprenda hasta ahí, más allá de un costumbrismo ciudadano.

Entonces, ¿qué elementos hacen que “Rabia” sea una de las mejores novelas argentinas del Siglo XXI? ¿O esta sentencia es apenas otra exageración de los críticos y de escritores como Fogwill o César Aira?

El primer elemento de nuestra argumentación es el tono narrativo que trabaja Bizzio. Desde una mascarada detalladamente realista, el narrador de “Rabia” introduce a sus lectores despacio, como por casualidad, en una vorágine de hechos insólitos. Hechos que, sin apelas a los fantasmas de lo sobrenatural, nos obligan a dejar de leer para preguntarnos “¡cómo se le ocurrió!”, “¡qué solución más original!”, “¡qué loco este tipo!”.

Esos “eventos” imprevistos, que desarrollan la trama hacia adelante, hacia un final aún más imprevisto, constituyen la modulación del relato: José María (María para los amigos) comete un asesinato, visita a Rosa y no se le ocurre mejor idea que esconderse de la policía en la mansión de Recoleta. A partir de ahí, se convierte en el fantasma de la casa por decisión propia, en un fantasma real presentido por Rosa, pero nunca visible gracias a sus movimientos “ágiles” y “eficaces”. Al menos hasta que sus problema con la ley sean olvidados. No deja de rondarnos “Otra vuelta de tuerca”, al leer el párrafo que acabamos de escribir.

El segundo elemento es, para nosotros, la evolución de este personaje singular que, a medida que toma prestados libros de la biblioteca de la mansión, cambia interna y externamente. Se hace sombra, ser pensante, refina un poco sus gustos, camina sin hacer ruido, roba alimentos de la cocina, se vuelve astuto… En resumen, un ser invisible que se puede dar el lujo de asesinar a un segundo hombre (el hijo del matrimonio dueño de casa que viola a Rosa) y simular, sin que nadie sospeche o sin que nadie quiera sospechar, una muerte natural.

En ese lapso de invisibilidad, descubrirá en Rosa a una mujer que “esconde” sus pasiones, que es lasciva, que se deja seducir por un vecino o un adolescente y que, al cabo, desconoce como novia. No sabe casi nada de ella, pese a ser su casi prometida y a querer criar al hijo de ella, se dice. Y también descubrirá la singularidad de los dueños de casa, sobre todo a la mujer, una alcohólica que puede actuar bajo una ira de lo más soez o bajo una ternura infinita. Todos ellos seres contradictorios, como la “gente del común”.

El tercer elemento de nuestro análisis es sociológico. Además de una historia, “Rabia” narra a una clase. Narra la decadencia de la alta burguesía y los vínculos que ésta abraza con las “clases inferiores” a medida que la caída se hace inevitable. Relaciones que están marcadas por el sexo, la violencia y también afectos inesperados, como el de la patrona con el hijo de Rosa.

Por esto, nos animaríamos a decir que la novela (ya sea en sus saltos temporales, ya sea en sus anécdotas) tiene un desarrollo sólido y una ejecución impecable gracias a un uso notable del lenguaje por parte de Bizzio. Los protagonistas están delineados de una forma que se hacen certeros y queribles, tanto que –quizá por su procedencia social– nos animaríamos a introducirlos en un melodrama al estilo de Manuel Puig. Un tipo de personajes que se mueven a partir de rachas de fortuna esquiva, con resonancias en Arlt.

No obstante, hay que aclarar, es una tragedia, con todas las reglas del género. Y si no nos creen, salten hasta las últimas páginas del libro; vayan al buscar el drama familiar que cierne sobre Rosa desde del nacimiento de su hijo, también llamado José María, hasta la última línea de la narración… Una mezcla exacta de hiperrealismo e inverosimilitud, casi tan fascinante como lo es la rata amiga del fantasma. O como la primera escena de otra de las novelas muy recomendables de Bizzio: “Era el cielo”.

 

El autor. Sergio Bizzio nació el 3 de diciembre de 1956 en Villa Ramallo, provincia de Buenos Aires. En el año 2005 publicó por primera vez “Rabia”. Más tarde escribió “Chicos” (2006), “Realidad” (2009), novela con unos islamistas radicales asaltando un estudio de televisión en donde están grabando el programa “Gran Hermano”, “Era El Cielo” (2009), un libro con un hombre descubriendo la violación de su propia mujer, y “Aiwa” (2010). Junto a Daniel Guebel ha publicado “El Día Feliz De Charlie Feiling”. Como guionista ha colaborado en películas como “Chicos Ricos”, dirigida por Mariano Galperin, y “Adiós, Querida Luna” (2004), de Fernando Spiner. Su relato “Cinismo” sirvió de base para el film de Lucía Puenzo “XXY”.

Además de escritor, cineasta y guionista, Bizzio graba música con el grupo Súper Siempre.

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