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Ariel Magnus: “La única interpretación de una canción del Indio es cantar y disfrutarla”

Por Germán García Adrasti.

Vamos con el título, a tomar aliento: La cuadratura de la redondez. Interpretación anotada de las canciones de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. El autor, Ariel Magnus, es un escritor argentino –un joven escritor, diríamos capitalizando el lugar común– que publica sobre todo novelas y que de pronto ha aparecido con esto que es ¿un ensayo? ¿una novela de tesis? ¿un cuaderno de notas personales sobre música? Dificil de clasificar, y tal vez sea mejor así. En La cuadratura..., Magnus propone un juego espiralado de capas metacríticas, como el Pálido fuego de Nabokov, donde varios personajes de ficción “interpretan”, de un modo libre y caprichoso, las letras del Indio Solari.

¿Qué nos podés contar de tu relación personal con la música de los Redondos?
Empecé a escucharlos a los 13 o 14 años. Me acuerdo que tenía sus casetes grabados y que el primero que me compré fue La mosca y la sopa . Ya un poco más grande empecé a ir a recitales, tres según mi recuerdo, uno creo que en Racing, otro en el Predio Municipal de Exposiciones y otro en Huracán. Recuerdo el inmenso placer tanto de poguear adelante, como de retirarme atrás, donde estaban las madres con sus bebés. Con el tiempo dejé de escuchar a otras bandas o solistas, pero a los Redondos no, casi diría que los escucho más que en aquel entonces. Fueron, por ejemplo, mi gran compañía los seis años que pasé en Alemania. Limpiaba el departamento escuchando al Indio, cosa que me cuesta hacer sin ponerme a cantar encima.

¿Qué modo de abordar las letras de los Redondos buscabas en el libro (interpretativo, de crítica textual, especulativo, ficcional, etc.)?
Los primeros tres, más otras ramas de la hermenéutica (biograficista, formalista, etc.), todo en un (doble) marco ficcional y con aparato crítico pseudoacadémico. La idea motora fue interpretar las canciones siempre enteras y siempre de la forma más imaginativa (por no decir falaz) posible. El otro motor fue mofarme de los vicios de interpretación en que suelen caer los críticos.

¿Es posible, aunque sea sólo por aproximación, describir la poética o los recursos del Indio Solari? ¿Cómo sería?
Debe ser posible, pero no me vas a pedir que después de escribir todo un libro burlándome de los que intentan hacer ese tipo de interpretaciones, en el peor de los casos tomándoselas en serio, me ponga yo a pasar semejante papelón, ¿no? La verdadera y para mí única interpretación en serio de una canción del Indio es cantarla y disfrutarla.

¿Te parece que los Redondos hacen juego con otras bandas internacionales o con otras expresiones de la cultura?
No lo sé, pero mi intuición es que son un fenómeno único, al menos en el universo del rock o incluso de la música en castellano. Han logrado crear y conservar una mística antediluviana, como previa al rock, que ningún grupo pudo reeditar después. Tampoco por su masividad me parecen comparables con ninguna otra expresión cultural, salvo acaso las de tipo religioso, cuyos textos también son muchas veces indescifrables.

Suponete que viene alguien y te dice: recomendame tres canciones de la banda, que quiero escucharlos. ¿Qué tres temas elegís y por qué?
¡Pequeña pregunta! Soy de los que recomiendan según lo que creo que le puede gustar al recomendado, no según mis gustos, así que en realidad no sabría qué decir. Pero digamos algo, para no ser tan amargos: “La bestia pop”. Porque es el principio. En el principio, el Indio dijo “La bestia pop” y “La bestia pop” se hizo. Contiene, por lo demás, el riff de guitarra (afanado, por cierto) que hasta hoy es el himno ricotero por excelencia. Y tanta onda que si desapareciera el rock, volvería a formarse a partir de esta canción. Los versos “Yo sé que hay caballos que / se mueren potros, sin galopar” tienen 1001 caballos de fuerzas (vivos y al galope). “Jijiji”. Porque es la excitación total. Si no pogueás con este tema, es que no tenés corazón. Uno de los mejores estribillos de todos los tiempos. No lo anoto porque ya empiezo a correr como loco por la pieza. “Perdiendo el tiempo”. Porque es una historia de amor que empieza por el final, triste como todas las historias de amor que vale la pena ser recordadas. Los versos “Recuerdos que mienten un poco / siempre fue así” son de una melancolía conmovedora.

Ganador al mejor libro argentino de creación literaria: "El náufrago sin isla" de Guillermo Piro es la obra ganadora del Premio de la Crítica de la Fundación El Libro 2024