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Carlos Gamerro: “Vivimos en una época macbethiana, no solo en la Argentina”

El escritor y traductor presenta esta tarde en el Malba su versión “gauchesca” de un clásico de Shakespeare; la semana próxima lo distinguirán en la Legislatura como personalidad destacada de la Cultura Por Daniel Gigena

“Las explicaciones racionales ya no dan cuenta del mal, en Macbeth el mal ya no es un medio para un fin, ya no es maquiavélico como en tantas otras obras de Shakesperare sino que parece justificarse a sí mismo y desbordarse hacia zonas apocalípticas en las cuales el propio malvado se inmola y es destruido”, dice a LA NACION el escritor Carlos Gamerro (Buenos Aires, 1962), traductor de la obra de William Shakespeare. Hoy, a las 19, presentará en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) la traducción de Macbeth publicada por interZona, acompañado por la actriz y directora Cristina Banegas, el dramaturgo y director teatral Alejandro Tantanian (que leerán fragmentos de la obra), y el poeta y doctor en Letras Lucas Margarit. “Acompañantes de lujo”, dice Gamerro en diálogo con LA NACION. La entrada es libre y gratuita.

En el estudio preliminar, el escritor, traductor y docente vincula la obra con el género del terror sobrenatural y con el terror político. “Es imposible cortar, cuando de Macbeth y sus adaptaciones se trata, el nudo que enlaza lo político con lo satánico”, sostiene.

“Desde la Segunda Guerra Mundial, vivimos en una época macbethiana, no solo en la Argentina -asegura-. No es casual que las mejores versiones fílmicas, empezando por las de Orson Welles y Akira Kurosawa, hayan arrancado en un principio como comentarios, indagaciones sobre la naturaleza del fascismo y de lo que había sucedido de inédito e inexplicable. Lo inexplicable es la clave de Macbeth; nacen juntos el género del terror que luego será elaborado, refinado, codificado, que será perfeccionado por los autores góticos, por los románticos, por Poe y Lovecraft, y el terror político o lo que llamaríamos hoy terrorismo de Estado. Es interesante lo que está pasando ahora con la literatura argentina, con Mariana Enriquez y Luciano Lamberti, y antes en la chilena con Roberto Bolaño, y es que las explicaciones racionales ya no dan cuenta del mal, que el mal ya no es un medio para un fin, ya no es maquiavélico como en tantas otras obras de Shakespeare, sino que parece justificarse a sí mismo y desbordarse hacia zonas apocalípticas en las cuales el propio malvado se inmola, es destruido como podemos pensar arrancando desde Hitler”.

El terror sobrenatural aparece, entonces, “para dar cuenta de formas del mal que parecen no responder o reducirse a una explicación en términos humanos, instrumentales, sociales, políticos, psicológicos”, dice Gamerro. “Macbeth se escribe a la luz o a la sombra del descubrimiento de la ‘Conspiración de la pólvora’, de 1605, donde iban a volar al rey, la reina, el príncipe heredero y todo el Parlamento. El primer acto terrorista planificado de la historia de Occidente”.

Parte de su trabajo consistió en leer las traducciones previas de la historia del ambicioso y sangriento heredero. “En principio puedo decir que hay buenas traducciones de Macbeth al español en el ámbito hispanoamericano, entre las españolas hay buenas pero esa es otra lengua -señala con humor-. Está la de Idea Vilariño en Losada, pero nunca estaba conforme con las brujas. Las brujas en inglés suenan en unos ritmos octosilábicos, rimados, machacones, hipnóticos, malvados, y eso no lo encontraba en las traducciones. Me dije que iba a empezar por las brujas que en buena manera es el corazón verbal de la obra. Uno las escucha en inglés y ya sabe que son el mal. Me dije que tenía que lograr eso en español; si lo lograba traduciría la obra, si no pasaría a otra. Creo que no me salió tan mal. Logré captarlo, me adentré en la tradición del octosílabo popular en lengua española, el romancero, pero mucho más en la gauchesca, en Martín Fierro, en Hilario Ascasubi encontré esa potencia verbal”.

Para Gamerro, la vigencia de Macbeth la da su condición de clásico. “Por su propia calidad, los clásicos siguen vigentes y se han hecho parte de nuestra cultura, nosotros estamos hechos de ellos. Dejarlos atrás es dejar atrás quienes somos y nuestro presente”.

Tradujo para el mismo sello otros clásicos shakesperianos como Hamlet, Romeo y Julieta y El mercader de Venecia. “Ser traductor, docente, escritor lo siento como un continuo -afirma-. Además de que lo hago por motivos económicos, traduzco lo que me gusta. Traducir versos y sonetos de Shakespeare me complementa porque yo no escribo poesía. Me afina; como un pianista que practica todos los días al piano, de alguna manera el instrumento verbal hay que tenerlo afinado. Como enseño en instituciones donde decido con el grupo qué enseñar, los contenidos se vinculan con proyectos de ficción o de ensayo en los que estoy trabajando en ese momento. Y escribir ficción me permite meterme más a fondo que escribiendo ensayo o enseñando. Por ejemplo, mi novela Cardenio, que trata sobre la obra perdida de Shakespeare inspirada en el Quijote: tuve que meterme en ese mundo y averiguar cómo era leída la literatura española en Inglaterra. Me sirvió a la hora de enseñar y traducir”.

Por iniciativa del diputado porteño Juan Manuel Valdés, el miércoles 3 de abril, a las 17, Gamerro será reconocido en la Legislatura (Perú 160) como personalidad destacada de la cultura. Lo acompañarán Valdés y la investigadora Laura Destéfanis, autora del ensayo Filiación e inherencia. El trabajo sobre la identidad en la narrativa de Carlos Gamerro (1998-2011), publicado por Biblos.

“Recibí la distinción con sorpresa porque no me suelen dar mucha bola acá -dice-. De hecho, creo que recibí un solo premio, el de la Fundación El Libro y poco más. Es agradable saber que la propuesta vino de Valdés, que cursó la carrera de Letras. Y además llega en el momento justo, cuando hay un ataque masivo a la cultura. Ese día tendré la oportunidad de hablar sobre lo que está pasando”.

“Las personas que trabajamos en cultura estamos acostumbradas al ninguneo, al olvido, al destrato, pero el trato que nos dan las nuevas autoridades nacionales lo supera: es un ataque masivo, deliberado y sistemático -reflexiona sobre la política cultural del Gobierno nacional-. El intento de cerrar el Incaa, el Fondo Nacional de las Artes, el Instituto Nacional del Teatro y el Programa Sur de Cancillería, gracias al cual la mayoría de los escritores que estamos activos y los históricos fuimos conocidos en el extranjero, que costaba poco y nada y lo llevaron a nada, son ejemplos de ese ataque. Nadie cree que tenga una lógica económica, y además está la agresión directa, burlona, tan propia del programa de las nuevas derechas. Como pasó con el Salón de las Mujeres en el Día Internacional de la Mujer, esta manera deliberada de atacar, humillar, insultar es algo nuevo y pone al Gobierno en la ruta del neofascismo”.

Actualmente, Gamerro y Tantanian trabajan juntos en la puesta en escena de Eduardo II, la gran obra de Christopher Marlowe. “Estamos puliendo una versión con muchas licencias y préstamos de otros autores de esa época”, cuenta. La obra se estrenará en septiembre en la Sala Martín Coronado del Teatro San Martín. “Soy un lector y traductor fascinado de la obra de Marlowe; de hecho, mi villano más conocido se llama Fausto Tamerlán, que toma los nombres de los personajes más característicos del autor -revela-. Y muy lentamente estoy intentando avanzar en una nueva novela que se vincula con Las Islas, La aventura de los bustos de Eva y Un yuppie en la columna del Che Guevara. No fue una decisión mía sino que los personajes me siguen buscando y ahí estoy con ellos”.

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