interZona

Chismes libreros

El joven escritor argentino Luis Mey ha publicado un libro fascinante: Diario de un librero (Interzona 2015). Aunque me imagino que no a todo el mundo le calzará como a mí, que me viene como anillo al dedo. Mey cuenta con mucha gracia el día a día de un librero, no identificarme es imposible, parece que en todo lado llega alguien pidiendo La peste, de Sartre, o el libro que está de moda, o alguno para “curar o prevenir” la homosexualidad.

Me gusta el estilo de este autor, quisiera copiarle, escribir algo parecido, pero las labores administrativas suelen colmar mis días y pierdo la capacidad de ser tan observadora como él; sin embargo, hay ocasiones en que la librería parece una escena de alguna obra de Samuel Beckett, especialmente en estos días turbulentos en que los ecuatorianos andamos divididos entre correístas y oposición. Todos los clientes casi sin excepción hablan de política; muchos, muchísimos de los que quieren entender qué pasa leen a Piketty, mientras otros se zambullen en Padura, Munro o Pizarnik. Sea como sea el apuro es el denominador común de estos días.

Mientras las calles están convulsionadas, los lectores están ajenos a los cambios profundos que se están dando en el mundo del libro en el país, cambios que definirán qué leerán o dejarán de leer los ecuatorianos. El mundo de las librerías se divide en dos: las independientes, que por lo general ofrecen libros, también de editoriales independientes, muy ligados al pensamiento crítico, a las ciencias humanas o a la novela seria, profunda; y las de cadena, que tienen una oferta mucho más amplia en la que se incluyen libros de autoayuda, best sellers, esoterismo, etcétera.

En el país no tenemos tantas librerías como en Argentina, por ejemplo, pero tampoco son pocas. Están la tradicional librería Española, con más de 70 años a su haber; Libri Mundi, con más de 40, que fue adquirida recientemente por la corporación La Favorita, consolidando así el grupo más grande de librerías, si sumamos las Mr. Books y los supermercados en todo el país donde también venden libros. Studium, con locales en Quito y Guayaquil.

Entre los cambios de estos tiempos hay una noticia mala y es que Librería Crisol, la cadena peruana, se va del país. Luego de algunos años de gestión, según su encantador gerente, Aaron López, muchas puertas no se le abrieron. En tanto, en una casa patrimonial entregada por el Gobierno del Ecuador, pronto abrirá sus puertas la librería y editorial emblema del Estado mexicano, la estatal Fondo de Cultura Económica.

Finalmente estamos las independientes, en Quito: Rocinante, auspiciada por la Campaña de Lectura Eugenio Espejo; Papiros, especializada en medicina; Rayuela (donde yo trabajo); Tolstói; Oso Lector, de libros infantiles; Siglo de las Luces; Sur; Biblos, y Tolomeo, con libros usados. En Guayaquil: la tradicional Vida Nueva, con la eterna calidez de los Baquerizo, y la nueva apuesta del puerto, La Casa Morada.

Faltan algunas, pero tenemos suficientes librerías, para todos los gustos, espacios donde las historias se venden, se viven, se inventan cada día. Lugares llenos de libros que esperamos aportar sueños y paz. (O)

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