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Claudio Tolcachir regresa a las tablas con el arte de un mago

Con su fuerte presencia escénica y una narración oral sumamente efectiva, el actor y director construye una mirada diferente, pero igual de inquietante, del texto de Sergio Bizzio Por Carlos Pacheco

Autor: Sergio Bizzio. Adaptación: Moni Acevedo, María García de Oteiza, Lautaro Perotti, Claudio Tolcachir. Dirección: Claudio Tolcachir, Lautaro Perotti. Intérprete: Claudio Tolcachir. Video escena y escenografía: Emilio Valenzuela Iluminación: Juan Gómez Cornejo. Espacio sonoro: Sandra Vicente. Sala: Timbre 4 (México 3553). Funciones: jueves y viernes, a las 21; sábados, a las 20; domingos, a las 18. Duración: 90 minutos. Nuestra opinión: muy buena.

Publicada en 2005 (Editorial Interzona) Rabia es una novela de Sergio Bizzio que de inmediato atrapó la atención de los lectores. Volvió a reeditarse en 2015 y hoy no resulta fácil encontrarla en las librerías. Es más, tuvo una versión cinematográfica en 2009, una coproducción en la que participaron artistas españoles, mexicanos y colombianos, que nunca se dio a conocer en Buenos Aires y cuya dirección estuvo a cargo del ecuatoriano Sebastián Cordero.

Luego de varias temporadas en las que no se veía a Claudio Tolcachir asumiendo un rol actoral (sus últimas interpretaciones fueron en Nerium Park, de Josep María Miró, en 2016, y luego en La calma mágica de Alfredo Sanzol, en 2016), el creador regresa a su espacio, Timbre 4, con un unipersonal que recrea muy fielmente la narración de Bizzio (hay que destacar que algunas situaciones y ciertos personajes han sido eliminados de la versión teatral), un texto que según manifestó el actor, “hace tiempo tenía necesidad de recrear”.

La experiencia se estrenó en septiembre de 2023 en el Teatro de la Abadía, en Madrid. Y ahora llega a Buenos Aires para realizar solo 12 funciones.

El thriller que concibe Sergio Bizzio cuenta la historia de José María, un albañil que un día conoce a Rosa, la mucama de una familia adinerada que vive en una enorme mansión de cuatro pisos, ubicada muy cerca de la obra en la que está trabajando el obrero.

Nace entre ellos una relación amorosa muy apasionada. Durante unos días en los que los patrones de Rosa se ausentan de la casa, ella invita a José María a comer, generando así una cierta cotidianeidad que se verá frustrada cuando los patrones regresan antes de lo establecido a la mansión. José María no se va de la casa. Por el contrario, decide esconderse en una buhardilla que nadie habita y permanecerá allí durante mucho tiempo sin que ni siquiera Rosa note su presencia. Solo una rata convive con él y a la que el personaje no podrá domesticar, aunque lo intenta.

El nuevo habitante comienza a conocer, sin que nadie lo note, los hábitos de esos señores poderosos a los que espiará continuamente, como también a Rosa, su amada. Sus sigilosas escapadas nocturnas le posibilitarán llegar hasta la cocina y robar comida guardada en la heladera, seguirá de cerca una relación tortuosa en la que Rosa es acosada por Álvaro, el hijo del matrimonio Blinder, escuchará las conversaciones telefónicas que Rosa mantiene con su amiga Claudia o con algún supuesto amante. Ella, mientras tanto, seguirá esperando que José María regrese o al menos le haga llegar alguna noticia sobre su existencia. No logra eliminarlo de sus pensamientos.

Narración efectiva

Acevedo, García de Oteiza, Perotti y Tolcachir decidieron narrar la historia en tercera persona. Excepto cuando se dan algunas pequeñas situaciones que intensifican el drama: la conversación de Rosa con su patrona cuando esta última se entera que la policía visitó la casa en busca de noticias de su novio, quien asesinó al patrón de la obra en la que trabajaba; alguna charla con Claudia, o con el mismo José María, quien en algún momento comienza a comunicarse con ella y también los insostenibles encuentros entre Rosa y Álvaro.

Es cierto que la utilización de esa tercera persona distancia a veces el relato, pero Tolcachir posee una fuerte presencia en escena, maneja las palabras con mucha seguridad, logrando que ellas vayan construyendo imágenes en el cuerpo del espectador que, en definitiva, posibilitarán reconocer cómo son esas personas o los ambientes de la casa. De esa manera la intriga crecerá a buen ritmo y la experiencia atrapará la atención de quien observa. Con el arte de un mago, el actor desarrolla una narración oral sumamente efectiva.

Es indudable que, quien haya leído la novela, llega a la función conociendo la trama y ha construido en su mente las imágenes de los personajes. Claudio Tolcachir, en este caso, le posibilitará a ese espectador realizar una reconstrucción muy sensible del material. Para quienes no conocían el texto, seguramente van a encontrarse con un acontecimiento en el que la narrativa de Sergio Bizzio se cruza con la teatralidad de una representación que revela su historia de una forma distinta, pero no menos inquietante.

Resultan muy atractivos los trabajos del escenógrafo Emilio Valenzuela (una simple escalera que se convierte en el único sostén de vida de José María y con la que el actor juega a la hora de mostrar ciertos ambientes o simplemente es el camino que rutinariamente transita para husmear la realidad de los demás), como así también su trabajo audiovisual, exquisita síntesis del universo que el autor propone.

Por Carlos Pacheco

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