La cineasta reconstruyó en su film la historia del grupo de teatro experimental que le “aguó la fiesta” a la primavera alfonsinista. “Me da nostalgia esa manera de hacer las cosas, ese empuje que se manifiesta. Comulgo mucho con ese espíritu”, explica.
Por Julio Nusdeo
La idea motorizó a Julieta Rocco y no la soltó, como le sucedió a sus héroes. En la década del 90, su afición al teatro experimental la condujo a las videoinstalaciones de la compañía Ar Detroy. Y así conoció a uno de sus integrantes, el artista Charly Nijensohn, quien había sido parte de La Organización Negra (LON), un colectivo teatral que en plena primavera alfonsinista aniquiló todo vínculo con la alegría. Rocco se encontró con que no había mucho contado al respecto, por lo que llevó adelante un trabajo de seis años de investigación y perseverancia al que llamó La Organización Negra. Ejercicio Documental, que luego de agotar las localidades en su estreno se proyecta esta tarde en el Bafici. “El nombre lo elegí en homenaje a sus ejercicios callejeros”, explica la cineasta. “Ellos decían ‘trabajamos con lo que tenemos, con lo que encontramos, con lo que sabemos, porque si no, no hacemos nunca nada’. Y así me pasó; fui intuitiva, buscando y dejándome llevar por los aportes y lo que iba escuchando”.
La tarea de localizar a sus integrantes –algunos provenientes de la Escuela Municipal de Arte Dramático (hoy Departamento de Artes Dramáticas de la UNA) y otros del taller de Julian Howard y Roberto Saiz– empezó sin buenos resultados. En el Centro de Documentación del Complejo Teatral de Buenos Aires no había mucho. Quizá daba con una notita, pero la tarea se veía difícil. “Un día, googleé el nombre de Manuel Hermelo, uno de sus miembros fundacionales, y encontré a un Ricardo Manuel Hermelo, sociólogo. Le escribí ‘busco a Manuel Hermelo. Hizo tal y tal trabajo en La Organización Negra’. Enseguida recibí un mail que decía ‘Soy la persona que buscás’ y me daba su teléfono”. Hermelo le abrió el panorama, brindó material, nombres que buscar, ayudó a encontrar registros de terceros, y finalmente Rocco se vio frente al rompecabezas.
Para referirse a LON, la cineasta comparte el término “aguafiestas” que utiliza la actriz e historiadora Malala González en su libro La Organización Negra, Performances urbanas entre la vanguardia y el espectáculo, a quien conoció por coincidir en tan particular objeto de investigación: un grupo que abrazó la libertad irradiada por el nuevo escenario político y la llevó lejos de lo que se esperaba. “Fernando Dopazzo, uno de ellos, dice: ‘Era un momento multicolor, donde todo era festejo de esa libertad, de esa democracia nueva que teníamos. Pero había algo que no estaba bien, que no estaba dicho, algo que había pasado y estaba descubriéndose’”, cuenta Rocco. “No es que se propusieron hablar exactamente de los años de dictadura; ellos se juntaban a pensar las imágenes que querían mostrar y salían esas cosas”. LON tenía una conexión con su tiempo, quería hablar de la alienación postindustrial, del hombre moderno, de la cadena de producción. “Ellos tenían un mensaje más universal y existencial; sin embargo, su obra indica que no podrían haber salido de otro lugar”.
Por entonces ya existía Teatro Abierto, un grupo de teatro tradicional y militante, con una bajada política clara. También aparecía toda una nueva movida de grupos que trabajaban desde el humor y el absurdo: las Gambas al Ajillo, Los Melli, la escena del Parakultural, que tenía más que ver con las identidades de género nuevas y la explosión sexual. “En ese contexto, siento a LON vanguardia de la vanguardia, porque surgieron y compartieron escena, amistades, bares y noche con toda esta gente del humor, pero se distinguieron desde lo confrontativo y desde un lugar muy físico. Lo dicen en el documental: ‘La gente se asustaba, tenía ataques de pánico’”. Para Rocco, había algo catártico en aquella época, y del mismo modo que desde el humor surgía reírse de cosas densas, LON tenía el otro lado: el miedo como catarsis.
Muchas personas hicieron obra de la obra de LON. “La gente se acercaba y les decía ‘¿puedo sacar fotos?’, o ‘Tengo esta propuesta ¿puedo hacer una obra sobre esto?’”. Gracias a eso existe material sobre ellos: el artista visual Carlos Trilnick hizo un videoarte sobre Argumento (1992). Del mismo modo, el director Ezequiel Avalos registró la shockeante Uorc (1986), una obra que no estaba anunciada, no tenía prensa, era todo boca a boca. “La gente se quedaba afuera de a miles en la puerta de Cemento”, cuenta Rocco. Se había montado todo un dispositivo en el que el público participaba y era parte de la escena, por lo que tenían que respetar cierta capacidad. “En eso también fueron pioneros: la obra carecía de la cuarta pared del teatro tradicional, el público no era pasivo. Aunque no generaban un acercamiento, todo lo contrario. El espectáculo terminaba con los personajes avanzando sobre el público, cada uno con amoladoras escupiendo chispas, sacando a la gente hasta la salida. Fer Dopazzo es muy claro cuando dice: ‘Nosotros los invitábamos, los movíamos por todos lados, los ensuciábamos y terminábamos echándolos. Eran nuestros’. Y la gente salía y decía ‘tenés que ir a ver esta obra’”.
–¿Los integrantes de LON fueron conscientes de lo movilizante de sus performances?
–Creo que no. Cuando se recuerdan, no se sienten tan rebeldes. Era gente muy enfocada en que tenía que hacer tal trabajo y lo hacía. Mucha disciplina, preparación física y una rigurosidad increíble para un grupo autogestionado.
Para La Tirolesa Recoleta (1987), antes de la del Obelisco, considerada su obra cumbre, empezaron a experimentar con estar colgados en el aire. Por eso, en vez de pedir una sala en el Centro cultural Recoleta, pidieron la terraza. “No deja de sorprender que incluso cuando intervinieron espacios con premeditación, siempre era un lugar no tradicional el que intentaban invadir”, sostiene Rocco.
Ellos hacían todo: una sinergia de artistas de distintas disciplinas, de distintas clases sociales, en la que uno les enseñaba alpinismo a todos, y otro era diseñador gráfico, entonces hacía un programa. “Esa misma gente después se colgaba de un arnés y ejecutaba la obra”, apunta la directora.
Durante la confección del documental, Rocco sintió que los integrantes de la historia no eran quienes tenían que contarlo todo. “Los que saben cómo se vivía eran los que presenciaron esas performances”, dice. Pero entonces, ¿quiénes tenían que ser? ¿Desconocidos? ¿Gente que luego fue muy reconocida? “Me pareció que tenían que ser un intermedio: gente que hubiera generado obra, que tuviera actividad en la cultura, pero que también tuviera algo de fan”. Así es que aparecen testimonios del cantante y performer punk Marcelo Pocavida (Los Baraja, Cadáveres, Star Losers); María José Gabin, de las Gambas al Ajillo; el director teatral Alejandro Tantanian, quien fundó el grupo El Perisférico de Objetos en los 90, “que tenía una impronta bastante oscura”; el poeta, escritor, músico y performer Fernando Noy, quien “con Batato Barea eran como una especie de tándem de la noche y la poesía”; y el músico Tomás Nochteff (Dios, Mueran Humanos), que tenía 14 años cuando vio Uorc: “El mismo dice que no había banda que pudieras ver que tuviera esa fuerza: ‘después de ver eso, te parecía muy blando ir a ver unos músicos tocando la guitarra’”. Nochteff prestó su música, de una impronta industrial similar a la que en ese momento manejaba Gaby Kerpel, otro miembro de LON.
Gracias a la contribución de Hermelo, el film de Rocco cuenta con valioso material de ensayos y entrenamiento: “Quizá sea demasiado romántico, pero me da nostalgia esa manera de hacer las cosas, ese empuje que se manifiesta. Comulgo mucho con ese espíritu, como cuando cuentan del Obelisco, que iban en un taxi y dicen ‘nos tenemos que subir acá’ ‘¿y cómo lo conseguimos?’ ‘No sé, pero tenemos que hacerlo’”.
* La Organización Negra. Ejercicio Documental se presenta hoy a las 15 en el Village Recoleta, Vicente López y Junín.