El libro, publicado por la colección de narrativa de la editorial Interzona, también puede ser leído como un entretenimiento o cómo la literatura de autoayuda posee el mismo estatuto de ficción que casi cualquier escrito.
Moulia nació en Buenos Aires en 1982, es productor audiovisual y poeta, y entre sus libros publicados se cuentan Poesía sanitaria, la novela Cortes argentinos y el relatoEl germen de otra revolución, premiado en un concurso de narrativa digital.
Esta es la conversación que sostuvo con Télam.
T : ¿Cómo nació Tácticas...: cómo un experimento literario, cómo una suerte de diario personal (o persona")?, ¿Cómo es tu relación con la zona del país donde transcurre la mayor parte del texto?
FM : Tácticas de superación personal nació como la consecuencia natural de mi oficio de escribir. No sé si la definiría como un experimento literario. Prefiero explicarla como una instancia más de proceso. Es imposible para mí pensar enTácticas… desconociendo todo lo que escribí antes o, incluso, lo que escribí después. En todo caso, si tomara a esta novela como un experimento, diría que es una de las primeras que no me explotó en la cara. Tiene algo de diario personal, es verdad. Pero de diario personal de un narrador. Yo no ayudé a suicidarse a mi bisabuela. El narrador sí, a la suya. La ficción permite expandir, corromper, manipular la realidad. Los personajes tienen impunidad literaria; los escritores, no. La novela transcurre en Córdoba, en el valle de Traslasierra. Es una parte del país que conozco bastante; en la que me siento cómodo y en la que me habría gustado estar si me hubiera pasado lo que le pasó al narrador.
T : Confesión de parte: yo estoy de acuerdo tanto con la eutanasia como con el suicidio asistido. Esto no tiene importancia más que para preguntarte a vos, como alguien que escribe y que inventa un personaje, cuál es tu posición al respecto.
M : Las personas que no quieren seguir viviendo están en todo su derecho a morir. En este punto el narrador y yo estamos de acuerdo. La sociedad no debería tratar de retenerlos, sino de proveerles las herramientas necesarias para que ese momento sea lo menos dramático y lo más natural posible. Sostener las funciones vitales de un cuerpo cuando la persona que lo ocupa ya está podrida de vivir es un acto egoísta de la sociedad. Y ese egoísmo no es sólo el de los familiares que no aceptan que su ser querido prefiera morir antes que seguir compartiendo su denigrante sufrimiento con ellos; está también el egoísmo de un sistema: empresas que producen drogas para mantener activa una biología que ya no da para más, que engordan sus ganancias a base de prolongar la agonía. Mi posición con respecto a la eutanasia o al suicidio asistido no tiene nada que ver con que no le tenga miedo a la muerte. Todo lo contrario. Pero me da más miedo quedar atrapado en este cuerpo, sufriendo por demás, deseando que todo termine de una puta vez, y no poder morir porque las leyes siguen sujetas a una moralidad tradicionalista y arcaica.
T : ¿Qué pensás de los libros de autoayuda: son buenos materiales para una ficción, o creés que esas prácticas en general, sirven para algo más que una función de placebo?
M : En lo personal, los libros de autoayuda me aburren. Están plagados de lugares comunes y frases conciliadoras. No les encuentro valor estético. Ni literario. Así y todo es una apreciación personal. Son gustos. En un análisis más profundo, hay que entender a los libros de autoayuda como un fenómeno de época. Hoy todo lo que tenga que ver con la motivación está de moda: videos para futbolistas antes de una final, coaching para empresarios, textos que buscan que sus lectores reflexionen y se superen a sí mismos. Tácticas de superación personal no busca ayudar a nadie, excepto al narrador. El título juega con la idea de libro de autoayuda, pero en un sentido más literal: es el texto que él necesitaba escribir para ayudarse. La novela trata de no perder de vista en ningún momento una de las funciones vitales que, para mí, tiene que tener cualquier obra, sea de la expresión artística que sea: entretener. Si en el medio alguien se queda con alguna reflexión profunda o decide irse a vivir a la montaña, es un accidente fortuito. Yendo concretamente a la pregunta, creo que todos los libros de autoayuda son ficción. Y todas las ficciones pueden funcionar como placebo. Pero también como remedio. Y si tienen sustancia literaria, mucho mejor.
T : A la novela la sobrevuela cierto aire de retiro, de la necesidad, algunas veces, de retirarse para tomar distancia, ver más claro. ¿Esto es así?
M : Yo creo que sí. Sin distancia no hay perspectiva. Sin perspectiva no hay análisis posible porque todavía somos un componente activo de eso que queremos analizar. No estamos diseñados para ser objetivos, eso está claro. Pero también es cierto que cuanto más nos alejamos del vértigo de un hecho, esa subjetividad intrínseca se debilita. La distancia a veces es tiempo. El narrador se va a una casa en el valle de Traslasierra para poner en perspectiva el hecho de haber ayudado a suicidarse a su bisabuela. A veces ver más claro no implica cuestionarse una decisión, sino todo lo contrario: entenderla, reafirmarla, argumentarla mejor.
T : También parece sobrevolarla cierto aire de irrealidad, concentrado en la figura del señor Iván, o en la idea de venganza que trama el personaje respecto a un rival, quien finalmente no es responsable de ser más que quién es. Tácticas... ¿no cede en rigor cuando le da tanta importancia a esos episodios?
M : Convivimos con un aire de irrealidad permanente. O, por lo menos, con la sospecha de que eso que nos parece imposible, puede estar desarrollándose en algún laboratorio clandestino en este mismo instante. La tecnología nos viene aleccionando hace tiempo al respecto. Hoy muchas cosas que se ubicaban en la categoría de lo imposible pasaron a la de lo improbable. Y ese pasaje ya nos ofrece una perspectiva totalmente distinta. El señor Iván –tal vez– descubrió la forma de compatibilizar el ADN de la medusa inmortal con el del ser humano. La importancia no radica en lo imposible o improbable de su hallazgo, sino en qué sentido tendría que hubiera encontrado realmente la fórmula de la inmortalidad. El señor Iván, en algún punto, propone una reflexión sobre cómo cambiaría nuestra concepción de la vida si no existiera el límite de la muerte.
T : Finalmente, ¿qué pensás del saber sobre la responsabilidad que creo yo gana el personaje durante esos meses alejado de la gran ciudad?
M : El narrador pasa tres meses en la montaña, lejos de la muerte de su bisabuela, del rechazo de su familia; afuera de ese contexto de ciudad en el que se sentía estancado. El valle tiene otra densidad, otra dinámica, otros personajes. Pero él sigue siendo él. Es ingenuo pensar que el hecho de cambiar de paisaje hace que los conflictos internos de una persona desaparezcan. José –el narrador– gana responsabilidad en el sentido de que gana conciencia sobre sí mismo. Conciencia y aceptación. Su evolución tiene que ver con reconocer sus deficiencias y asimilarlas con naturalidad. José logra explicarse sus miserias y desdramatizarlas. Y eso, en mi opinión, es algo que nos vendría bien a todos.