por Martín Chiavarino
La ciencia ficción ofreció desde sus comienzos la posibilidad de imaginar futuros imposibles, y precisamente por ello, demasiado posibles, y eludir en muchos casos la censura directa o indirecta que impera sobre temas sensibles e imposibles de abordar sin un agregado fantástico o un contexto que afirme su carácter ficticio e imaginario. En la actualidad la censura es más inconsciente que explícitamente política pero cuando el capitalismo es cuestionado los guardianes de las corporaciones comienzan su trabajo de contraataque manipulando teorías liberales y conjurando las consecuencias de las revoluciones en países en vías de desarrollo para desestimar los reclamos de redistribución de la riqueza producida por la sociedad en su conjunto que las corporaciones pretenden apropiarse para su distribución discrecional. Ya sea a través del cine, el teatro o la literatura, la ficción ha sido capaz de vivificar estas cuestiones para comprenderlas y posicionarse al respecto.
En este sentido, El Sistema de las Estrellas, del reconocido escritor argentino Carlos Chernov, crea una extraordinaria distopía biopolítica de clases demasiado cercana a nuestro presente desesperanzado que interpela los temores sobre un apocalipsis de los Estados Nación y las corporaciones financieras causado por un aumento significativo del nivel del mar, como consecuencia del calentamiento global, y por la reorganización social producto de la misma debacle mundial. La reconstrucción de la sociedad tras la denominada Gran Catástrofe ha logrado el sueño de la pequeña burguesía de separarse de la clase trabajadora, los proletarios, relegándolos a ciudades subterráneas que se asemejan a monoblocks laberínticos en los que la pobreza y la marginalidad van de la mano. Dejando de lado la dignidad y la justicia social, las madres venden a sus hijos para subsistir y las instituciones que han sobrevivido se han transformado en organizaciones totalitarias de disciplinamiento que responden a unas doscientas familias de millonarios que se han apoderado de los medios de producción tras el colapso de los gobiernos y la civilización tal cual la conocemos. En esta sociedad dividida y estratificada entre proletarios, burgueses y millonarios, un adolescente proletario sueña con convertirse en actor para escapar de la pobreza y el trabajo a destajo que consume a su padre, enfermo por el contacto con materiales tóxicos que dañan sus pulmones. Debido al sacrificio de su padre, el joven podrá escapar de las denominadas ciudades seguras para conocer la vida de los burgueses y los millonarios en la superficie, descubriendo un nuevo mundo inimaginable y comprendiendo de a poco todas las características de la nueva sociedad erigida tras el derrumbe del viejo mundo.
En esta distopía futurista, el protagonista, Goma, intentará convertirse en el humano más perfecto para escapar a su destino, salvar a su madre de las penurias que le esperan una vez que no pueda engendrar más hijos y recuperar lo que queda de su padre del Instituto de Investigaciones Evolutivas, un brutal centro de experimentación con cerebros humanos. La ciencia y la técnica no han avanzado mucho pero han perfeccionado la posibilidad de mantener el cerebro vivo creando así entre los millonarios una religión ritual con sus propios sacerdotes/ doctores a partir de la promesa médica de una extensión de la vida de la conciencia, que experimenta sensaciones a través de la conexión del cerebro preservado con los cerebros de los actores de las “películas de vida”.
En esta extraordinaria novela de ciencia ficción la imaginación de Chernov lleva al lector a descubrir con una extrañeza desencantada dragones artificiales que surcan los cielos atraídos por el combustible, cerebros “descuerpados” conectados a la mente de actores para experimentar la vida y las emociones de las películas de vida tras la pérdida del cuerpo, experimentación con telekinesis, sectas de jóvenes pobres mutilados y enajenados, y millonarios despiadados y cínicos que desean vivir eternamente. La última novela del autor de Anatomía Humana (1993) y Amores Brutales (2005) crea así una sociedad sin distinciones entre público y privado regida por una ideología denominada la doctrina de La Diferencia Absoluta que propone controlar la reproducción y la muerte. Las familias millonarias compran a sus hijos de un catálogo de la Oficina Administradora de Amores, organismo que le paga a las obreras por sus hijos en un sistema perverso que les permite a los proletarios quedarse tan solo con un hijo para reproducir la pobreza a fin de mantener el statu quo.
El cuerpo se vuelve aquí terreno de una disputa en la que los pobres deben entregarse completamente en cuerpo y alma mientras los millonarios y burgueses se dedican a un consumo desenfrenado en una sociedad donde los millonarios salen a cazar y asesinar personas, los pobres apenas ven el sol, la mayor parte de la población vive entre el hacinamiento y la miseria, la ciencia se ha reconvertido en un apéndice de la búsqueda desapasionada del placer por el placer mismo, y las leyes se han convertido en uno de los ejes de un sistema totalitario basado en la represión sistemática. La crueldad ejercida sobre el otro e incluso sobre sí mismo es la norma de una comunidad en la que el consumo se ha convertido así en un abuso. Chernov demuestra aquí como un desastre ecológico puede generar un estado de caos que desintegre los lazos sociales y devenga en una sociedad aún más injusta y perversa que la actual, donde la crueldad cobre una relevancia desproporcionada y la unión entre los aparatos ideológicos de estado y la burocracia sea cada vez más descarada.
El Sistema de las Estrellas fue editado por la editorial argentina Interzona con la corrección de Bettina Villar y una portada a partir de la obra de Jacques Bedel, Aproximación al Infinito. Con un estilo que se asemeja al del escritor inglés James Ballard, Chernov crea una obra de aventuras futuristas de descubrimiento y autodescubrimiento que resalta el humanismo a través de la exposición de su declive, donde las preguntas filosóficas dan lugar a un cuestionamiento del statu quo en función de una operación literaria de extrañeza sobre la sociedad que el autor construye. En este contexto, el protagonista intenta hacerse un lugar preponderante en una comunidad que castiga duramente a los que no se adaptan a las nuevas condiciones creadas por la catástrofe climática, donde el placer es un bien y el cuerpo una mercancía sobrevalorada en un sistema biopolítico que se abre al lector para atraparlo en su dialéctica entre esperanza y desesperanza con el objetivo de reflexionar sobre la injusta sociedad de clases que estamos construyendo. Tal vez, después de todo, la ciencia ficción sea hoy el único género que pueda realmente elaborar una reflexión acertada sobre esta sociedad biopolítica que estamos experimentando con aquiescencia y una conciencia cada vez más adormecida.