Dos libros con poemas inéditos de Cesare Pavese (1908-1950) y Pier Paolo Pasolini (1922-1975), que por momentos comparten el universo perfumado de la vida campesina, las promesas de la infancia y las lecciones acres de la madurez, fueron traducidos por dos poetas argentinos: Jorge Aulicino y Guillermo Piro. Tanto Pavese como Pasolini fueron intelectuales de izquierda comprometidos con la causa antifascista.
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La nueva juventud (Interzona) es el último libro de Pasolini. Publicado en 1975, el año de su asesinato (enigma policial nunca totalmente resuelto), reúne las poesías friulianas de La mejor juventud (1941-1953) y Segunda forma de “La mejor juventud”, de 1974, donde el poeta vuelve sobre los primeros poemas con una mirada nostálgica y desesperada. La edición también incluye Sombrío entusiasmo, donde Pasolini arremete contra los intelectuales progresistas y comunistas (“No saben ver / la transformación / de los obreros, porque / no tienen ningún interés en los obreros”), y se refiere a sí mismo en tercera persona: “Habla, aquí, un miserable e impotente Sócrates / que sabe pensar pero no filosofar”.
“No creo que el segundo libro de La mejor juventud sea una crítica del primero, sino más bien una actualización –dice Piro–. Un poema puede desactualizarse de un día para otro, imaginemos un poema escrito tres décadas atrás. Tal vez fue el modo que Pasolini encontró para entusiasmarse nuevamente con la edición de aquellos poemas juveniles: actualizarlos. Y eso hizo. Tal vez poéticamente el cambio no sea tan patente como ideológicamente, que es la perspectiva donde encuentra el motor para ponerse manos a la obra y releer y traducir al italiano sus poemas juveniles escritos en dialecto friulano. Poemas bucólicos, donde anidan los colibríes, vuelan las golondrinas y desfilan bellos muchachos, en medio de los trabajos del campo y frente a un porvenir poco alentador. Treinta años después, el porvenir sigue siendo poco alentador, y eso requiere ciertos retoques y tomas de posición. Pasolini odiaba el fascismo y luchaba cada día contra él”. La poesía fue uno de los lugares privilegiados de ese combate.