José Saramago pronosticó que Tavares va a ganar el Premio Nobel de Literatura, y se fue de este mundo sin haber dejado en claro si prefería darle un abrazo o reventarle la cara de una trompada por eso. Más exactamente, habría dicho “Gonçalo M. Tavares no tiene derecho de escribir tan bien con apenas 35 años: ¡dan ganas de pegarle!”. Y después de leer alguno de sus textos, casi uno prepara los puños y sale a buscarlo. No es ilógico, entonces, descubrir que este escritor portugués ha sido premiado y distinguido por varias de sus obras. En este contexto y hace un tiempo, Tavares escribió Los señores (primer volumen de esta saga), en el que imaginó un barrio donde conviven distintos “personajes” literarios. Homónimos de escritores de la literatura universal son seres simpáticos y reflexivos, altruistas o ególatras, grandes soñadores o grandes burócratas. En El Barrio el autor nos permite disfrutar ahora del señor Breton y la entrevista, el señor Valéry y la lógica, el señor Calvino y el paseo, el señor Walser y el bosque, y el señor Kraus y la política. El Barrio no pasa desapercibido, como no lo hizo ninguno de los literatos reales ni los ficcionados de Tavares. Cada página sorprende por su escritura y por la línea y profundidad de pensamiento, exigiendo al lector al análisis y la reflexión y no a la mera lectura de un párrafo. El Barrio invita a ser descubierto, recorrido y a adentrarse en la casa y la vida de estos personajes en constante planteo y replanteo de existencias que trascienden la propia.