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“El caso Anne” de Gustavo Dessal

 

Por Jesús Rubio Campuzano

EL CASO ANNE: Lecciones para sobrevivir a la noche más larga

Un cuadro o una escena como presentación:

Así, se nos revela, en sus inicios, Anne, Anne Kurzinski, personaje que da nombre a la novela de Dessal. Una calle, el transitar de la gente en un barrio de Boston, algunas personas esquivan a la Sra. Kurzinski o se cambian de acera ante esperpéntico espectáculo, una pareja de policías llega en su auxilio y la acción continúa…

(…) Apostada frente al número 359 de Fuller Strret, una mujer de mediana altura, excedida en Kilos y que vestía un conjunto de jogging de un color inverosímil, algo intermedio entre la mostaza francesa y la diarrea de pato, aullaba como una posesa mientras arrojaba hacia arriba, apuntando a una de las ventanas del edificio, toda clase de prendas de vestir que llevaba en varias bolsas de supermercado(…) (…)La mujer se movía nerviosa de un lado al otro de la calle, agitaba los brazos, y gritaba con un volumen de voz que parecía de un megáfono. El tono era una mezcla de desesperación y resentimiento. Aullaba los nombres de dos mujeres, rogándoles que volviesen a su lado. Alternaba la suplica con la ira, como si adoptase el papel de dos personas diferentes que no tuvieran nada que ver entre sí (…)

El Doctor Palmer y su relación con las palabras:

Entre la poética y el psicoanálisis, estas son las dos corrientes por donde transita el rumbo del Doctor Palmer, alter ego del autor. Psicoanalista y asesor forense, sus palabras y, sobre todo, sus silencios ayudan a cicatrizar las heridas del alma de sus consultantes. En su experiencia, versado en las dificultades de la vida, es enemigo del consejo que ensancha la autoestima y receloso de toda normalidad subjetiva. Su escucha es sostén de sus discursos, y conoce el poder y el peligro de las palabras. Por eso, a veces, prefiere callar a errar el tiro. Las personas, que llegan a su consulta, vomitan su sufrimiento en palabras que nunca pudieron ser digeridas, otras no aguantarán su ruido y preferirán cruzar ese pequeño límite entre la vida y la muerte.

(…) En realidad podría haberme jubilado, pero aún no está en mis planes. Logré un arreglo con el hospital y me han permitido quedarme una temporada más. Aquí todos me conocen, puesto que hace casi cuarenta años que trabajo en el Servicio de Psicopatología. Cuando obtuve mi plaza era un joven entusiasta de las corrientes renovadoras que llegaban de Europa, de la mano de quienes estaban decididos a propagar la reconciliación con la locura. Había tenido la oportunidad de pasar un semestre en Paris, donde mi cabeza sufrió una verdadera sacudida, y al volver supe que algo había cambiado definitivamente. Entendí que mi puesto estaba entre la gente que de alguna manera se declaraba insumisa respecto de la vida normal, y que yo tenía todo que aprender de ella. A lo largo de estos años no he hecho otra cosa que comprobar lo atinado de mi elección, al punto de que jamás me interesaron las personas normales, las personas que se adaptan a las reglas y no pisan donde no se debe, las personas que hacen lo que se espera de ellas. Esa gente no me ha enseñado nada. En cambio, si algo he logrado aprender practicando este raro oficio de cazador de palabras, lo he aprendido de las otras personas, las que hacen todo al revés, las que no pueden amar y sin embargo aman, las que saben vivir y sin embargo viven, las que no se acomodan y se dan de bruces con la realidad, las que se levantan y se acuestan preguntándose cuál será la razón que habrán de inventarse al día para seguir en este mundo (…)

 

Anne y la búsqueda de una solución:

Anne es el eje que vertebra la obra, su historia es un frío que se te mete en el cuerpo y nunca más podrás abandonar. Es el caso de una mujer emigrante de origen judío, cuyos padres sobrevivieron a un campo de concentración. Enloquece, su historia se desborda, la sobrepasa. Su familia ya no puede más, con sus desvariadas extravagancias y demandas, y no quieren saber nada más de ella. Pero la nobleza y dignidad de la Sra. Kurzinski para enfrentarse a su realidad es sorprendente, noches de insomnio, un pasado imborrable. Su ser atravesado por la mayor salvajada de la historia de la humanidad, una herencia con la que tendrá que aprender a hacer, y lo peor de todo; el abandono de sus hijas y el anhelo de una falta insoportable.

(…) No, no lo imagina, Es una historia que no puede imaginarse. Nadie puede. Nosotros lo intentábamos, pero era inútil. Incluso cuando fuimos mayores, y supimos lo que había pasado, no logramos imaginarlo. Había cosas que ya habíamos entrevisto en los sueños, o mejor dicho en las pesadillas. Figuras entre las sombras, nombres borrosos. Cuerpos, Gritos, Llamaradas. Pero con todo eso no podíamos componer un cuadro legible. Aún hoy solo consigo repetir lo que me contaron, además de todo lo que he leído al respecto, pero no puedo imaginarlo. Imaginarlo es imposible. Es algo desmesuradamente grande como para que la imaginación pueda abarcarlo (…)

(…) El teléfono no suena jamás, doctor Palmer. Nadie me llama, a excepción de mi padre. Él sí lo hacía cada dos o tres días, me pregunta como estoy, si necesito algo, incluso me ha ofrecido dinero alguna vez, pero jamás lo he aceptado. Me pregunta por las niñas, y yo tengo que mentirle, le digo que han salido, que están en casa de alguna amiga, o algo por el estilo. El sabe perfectamente que es mentira, que ellas están con su padre y que no quieren hablar conmigo, pero hace como si no lo supiera. Es una especie de pacto que tenemos él y yo, un arreglo que se dio sin necesidad de acordarlo (…)

(…) Correo electrónico: Es muy tarde por la noche, aunque no sé exactamente qué hora es. Dormir es difícil, muy difícil. Me he acostumbrado a eso, aunque cada vez es peor. Yo sé por qué me pasa, pero aun así me sigue sucediendo. Saberlo no me cura, ni cura el desvelo de la noche. Me pasa porque es a la noche cuando debo estar más alerta, más despierta que nunca. Se puede dormitar durante e l día, se puede vivir un poco aletargado todo el tiempo, menos cuando llega la noche. Entonces es preciso estar con los ojos bien abiertos para evitar que vengan. Vienen igual, pero estando despierta se soporta mejor (..)

La mejor carta de presentación de la novela de Gustavo Dessal son sus propias palabras, el diálogo de sus personajes, su narración fluida y un realismo desgarrador donde los protagonistas cobran vida a través de sus relatos y la escucha atenta del Doctor Dave Palmer. La figura de Anne es el eje que vertebra la novela con su dramática historia y contrapunto de Dave. Les invito a conocer las historias de Shanice, Jessica, Jack, Harold Yardcore en su transitar por la locura y relación con la palabra. Sin olvidarnos del profesor Rubashkin, mentor y amigo de Palmer.

El caso Anne, por su intriga y dinamismo, bien podría llevarse a la gran pantalla. Se trata de una pieza literaria de suspense donde Dessal juega con distintos planos que se superponen. Con alternancia de géneros, donde predomina los diálogos, si bien el autor, en el personaje de Dave Palmer, se introduce en primera persona omnisciente. También se acompaña de epístolas que reproducen los correos electrónicos de Anne en sus noches de insomnio desoladoras.

El caso Anne es un alegato a la locura. Locura que transita la historia de la humanidad, la que afecta a los individuos en su relación con la palabra, la del horror de la Shoah, también mal llamado holocausto. La locura que transita el ser y lo rebasa, un elogio de la vida y sus dificultades. Un saber hacer con el sufrimiento y con el dolor.

Pero si la novela de Gustavo Dessal es un drama del desamparo, en su máxima intimidad del ser, también es una defensa de la profesión, la del psicoanalista, en su escucha y en su ética. La figura del Doctor Palmer encarna esta labor en su descripción minimalista de los hechos y pixelado de las escenas.

El caso Anne es el buen gusto por la literatura y una invitación al disfrute de su lectura.
Me pregunto qué tal le irá a Anne, y el Doctor Palmer, ¿Se habrá jubilado o nos obsequiará con una segunda edición de su labor?

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