interZona

El caso Mike

Por María Cristina Oleaga

Buenos Aires, interZona Editora 2020. 336 pág.

“La paranoia ya no se limita a ser un cuadro psiquiátrico. Se ha convertido en una cultura. Todos somos potencialmente sospechosos, y nos defendemos de eso incrementando permanentemente los sistemas de control y prevención. No podemos diagnosticar la locura basándonos en el carácter bizarro de las ideas que un paciente nos confiesa, porque cualquier cosa que nos diga será necesariamente menos inconcebible que las noticias de la tele.”

“Poesía encarnada es el misterio del cuerpo vivo. Un ente poético semejante es intraducible al idioma de los algoritmos, y eso supone un problema, porque es un obstáculo al progreso, al mercado de acciones, a la política, a las farmacéuticas, a los laboratorios, a la cibernética. Un ente poético es algo que no se lleva bien con ningún protocolo de evaluación.”

 

Entre el pesimismo y la renovación de una apuesta, ha vuelto el Dr Palmer, el Dr Dave Palmer, quien nos atrapara con El caso Anne. Estamos nuevamente ante un thriller, una novela fascinante que no podemos soltar, que se lee de un tirón. Entremezcladas con el caso Mike, nos ofrece historias que son otros casos clínicos a seguir. Y, además, estamos ante una panorámica escalofriante de lo que es hoy la humanidad. Se trata de asomarnos  a una de las vertientes del Manicomio Global, como las que nos presenta cada domingo en Facebook y que abordó con profundidad en Inconsciente 3.0 – Los efectos de la tecnología en las personas.

 

Dessal se mete a fondo con un caso: un hombre joven escapa comandado por fenómenos elementales, los susurros a los que ha dado una significación protectora. Más allá del impacto de la escena inicial, no puede detenerse nunca pues nunca está a salvo de sus perseguidores ¿internos y de los otros? En Mike, el delirio personal y la locura social hacen una encrucijada perfecta.  El arte de escuchar y de interpretar de Palmer se muestra en sus encuentros con él y con otros  sujetos más o menos desesperados, solos, empobrecidos de diferentes modos, que buscan rearmar algo de sus vidas agujereadas y hacerlo con su ayuda porque respetan profundamente su palabra.

 

Palmer piensa los enigmas del caso Mike con otro, su amigo y ex paciente el juez Casttan. Entre ellos hay un gusto por descifrar mientras saborean manjares deliciosos y toman buenos vinos. En ocasiones, Palmer  se refiere al Psicoanálisis, sus fines y sus medios, sus límites y su alcance y su diferencia con la dirección de conciencias y lo hace en un lenguaje muy claro: “(…) pero una de las razones por las que había elegido el oficio de psicoanalista era para protegerme lo máximo posible frente a la tentación de decir idioteces. Las buenas palabras y las cosas que conviene hacer -y las que no convienen- forman parte de la historia natural de la imbecilidad humana, empecinada desde sus orígenes en creer que el bien es amigo de lo bueno. ¿Acaso me asistía algún derecho como para erigirme en consejero moral? Si Nelson elegía el lado oscuro, yo no era quién para disuadirlo.”

 

El valor de la palabra y del lenguaje así como la dignidad del sujeto son los ejes en los que se sostiene Palmer, aun sabiendo que es un viaje a contramano en una sociedad de la vigilancia y el control, de los algoritmos y de la venta de felicidad, en la que la soledad se impone en medio de una red de redes de ¿comunicación? entre sujetos que se gratifican autoeróticamente con sus equipos móviles: “¿No es otra forma de locura denunciar la amenaza que se cierne sobre nuestra privacidad y al mismo tiempo exhibirla en todos los medios que tenemos a nuestro alcance?”

 

El caso Mike es una bella novela y nos deja en alerta como ciudadanos y, en nuestro caso, como psicoanalistas. Palmer está satisfecho con poder “ganar algunas batallas”, no la guerra. Es toda una advertencia.

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