“Se rió. Desde que había nacido todo era barro.
Se rió otra vez.
Las mujeres parían en cuclillas sobre el barro. Todos, todo el Grupo, toda la gente, todos los grupos. Vivían en el barro, morían en el barro.
Él era el genio de la vida en el barro, el artista de la supervivencia en el barro.
Era Plop. Su nombre pasaría a significar El que nace en el barro, El que vive en el barro, El que muere en el barro” - Rafael Pinedo en Plop
InterZona presenta la reedición de una obra icónica de la narrativa argentina, imprescindible de la ciencia ficción y clave en su catálogo: Plop, la primera novela de Rafael Pinedo (Buenos Aires, 1954-2006). Publicada y galardonada con el Premio Casa de las Américas en 2002, año de la fundación de interZona, Plop se mantiene incólume frente al paso del tiempo por la vigencia de su disección despiadada de la sociedad, por la crudeza y la crueldad de su historia, por la solidez sin fisuras de su técnica narrativa y por su uso aséptico del lenguaje.
Plop comienza in medias res, sin que sea necesario explicar las causas que llevaron a la humanidad a ese mundo post-apocalíptico. La lluvia jamás se detiene en este páramo chato de barro en donde nada crece. La humanidad está dispersa en tribus nómades que sobreviven de la recolección del agua de lluvia, de los víveres y la chatarra que quedaron de la civilización ya extinta, y del saqueo y la guerra contra otros grupos humanos.
En ese contexto de desolación absoluta nace el hijo de La Cantora. En medio de una caravana, atada a una carreta en movimiento, la madre le da como nombre el sonido que hace al caer al barro: “Plop”. Enferma y débil, La Cantora no puede trabajar ni ser útil y es descartada por su tribu, por lo que el niño pasa a ser propiedad de la Vieja Goro, una mujer sabia que recuerda cómo era el mundo antes de la lluvia (un homenaje del autor a Angélica Gorodischer, pionera y cultora de la ciencia ficción en Argentina).
“Plop es una novela descarnadamente escrita, porque el hueso y la médula están ahí a la vista. Hay novelas crueles, por supuesto, pero es difícil encontrar una pieza narrativa en la que no haya ni una sola concesión. Es una cosa seca, como concentrada, como puños cerrados” - Angélica Gorodischer