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El lector y sus obsesiones

Por Javier Mattio para La Voz / En "El secreto entre los rusos", Matías Serra Bradford narra fragmentos con vicisitudes y hábitos íntimos de un lector que vive para y por los libros.

Existen incontables novelas sobre escritores, pero son escasas las que tienen como protagonista a un lector. Y menos aun las no convencionales como El secreto entre los rusos de Matías Serra Bradford (Buenos Aires, 1969), cuyos fragmentos camufladamente autorreferenciales en tercera persona y pasado imperfecto recuerdan a los de David Markson. Tales pasajes breves y espaciados tienen como caleidoscópico y moroso propósito retratar a S., un lector tan universal como biográfico: las rutinas, pensamientos, fobias y especulaciones que van de lo luminoso a lo enfermizo delinean a un personaje que vive (o que vivía, si se respeta su tiempo verbal) para y por los libros, aunque con clara y fehaciente conciencia de su vicio.

Como las minuciosas conductas y líneas mentales que definen el habitus de un fumador o un coleccionista de estampillas, los párrafos de El secreto entre los rusos designan una forma de vida en extinción, y de allí que la perspectiva en pretérito cobre un doble distanciamiento. S. visita librerías de usados con anacrónico ímpetu ansioso, subraya líneas con ánimo de exegeta, dibuja caras en márgenes (retratos bocetados que se replican en los bordes de algunas páginas), se queda dormido con volúmenes en sus manos (o escucha cómo se caen de alguna pila en una habitación cercana en plena noche), permanece atento a las señales mágicas y azarosas que se entretejen en estantes, títulos y bibliotecas, lee mientras camina, cree en definitiva en los textos escritos con una pasión ascética y crepuscular, con la adoración que se profesa a la infancia o a los milagros y misterios religiosos. 

Hay finalmente un componente político-metafísico en el lector, cuya actividad es muda, invisible y en apariencia improductiva. El lector en mayúsculas es siempre un conspirador, un infiltrado, un inasible peligro en potencia para el establishment de época, no importa si es movido por el misticismo o el capricho. Por eso el título del libro, que sugiere un complot solitario y hasta involuntario del que S. fue, es y será parte más allá de los totalitarismos. El pasado de El secreto entre los rusos es en realidad un eterno presente.