En el texto publicado por Interzona, el personaje se superpone a una faceta del mismo Villoro (1956): la del charlista sobre temas diversos –de la literatura al fútbol- que roza el unipersonal y maneja con destreza una oralidad zigzagueante armada con desvíos hacia el comentario puntual, la anécdota, el dato curioso y la perplejidad.
Admirador de la ironía de la literatura inglesa, lector febril de Singer, Twain, Salinger, Borges, Calvino, Cortázar, Verne, Bashevis; con una celebrada obra narrativa que incluye títulos como "El testigo", "Arrecife", "Los culpables", y autor de la obra "Filosofía de vida" llevada a escena en 2012 en Buenos Aires con nada menos que Alfredo Alcón, Rodolfo Bebán y Claudia Lapacó; Villoro dialogó con Télam.
-¿Podría considerarse al personaje de tu obra como tu alter ego?
- Espero que no, aunque pasamos por predicamentos parecidos. El protagonista es un bibliotecario que se relaciona y enemista con la gente a través de los libros. A partir de ellos entiende la vida y vive en soledad. Cuando da conferencias siente el vértigo de improvisar y caer en confesiones personales. Este miedo, sí es autobiográfico.
- Hace poco dijiste que en el teatro el diálogo es una forma de la acción; ¿significa eso que la escena queda a cargo de la palabra?
- Admiro mucho el teatro corporal y ciertas experiencias que prescinden del texto, o lo convierten en pretexto de la representación; en mi caso, sólo puedo acercarme a la escena a través de las palabras. En "Conferencia sobre la lluvia" como en "Filosofía de vida", me interesaba llevar a escena el idiotismo de la inteligencia, el cortocircuito emocional que sufren quienes son muy buenos para concebir abstracciones y muy torpes para relacionarse con el prójimo.
-¿Esta idea no conlleva al inmovilismo al dejar por fuera al movimiento, el juego visual, la composición a base a objetos, etcétera?
-El monólogo es un ejercicio peculiar dentro del teatro. ¿Por qué habla sola una persona? En "La más fuerte", de Strinberg, una mujer habla ante otra que simplemente escucha. En ese caso, el monólogo tiene un destinatario concreto y le da naturalidad al largo desvarío del protagonista. En mi obra me planteé, ¿a quién le habla mi personaje? Poco a poco se va descubriendo que esa disertación tiene un destinatario. Me parece que eso le da movilidad al texto y lo convierte en una forma de la acción: saber quién oye es descifrar el texto.
- Hablando de tu libro "Los Culpables", decías rechazar el estereotipo del México folklórico moldeado por una visión pueril, ¿parte de allí tu tarea teatral con base en la palabra desnuda?
- Los cuentos de "Los culpables" me prepararon para acercarme al teatro. Los escribí inmediatamente antes de mi primera obra, "Muerte parcial" y están narrados en primera persona por personajes que no son escritores profesionales. Sin abusar de coloquialismos naturalistas, quería explorar las posibilidades naturales del habla. Cada personaje trata de justificarse a partir de lo que dice y, guiado por la dinámica de la lengua, revela algo que no quería decir.
Algo así sucede en "Conferencia sobre la lluvia"; el protagonista desea disertar sobre la muy socorrida relación entre la lluvia y la poesía amorosa, y comienza a hablar de sus propios amores. En cierta forma, la conferencia le permite hacer una confesión que primero es indirecta y poco a poco se vuelve más parecida a un striptease emocional.
- En el prólogo de ese libro señalás que el conferencista convierte su desorden en una manera de exponer, ¿se acerca así al desarreglo de los sentidos del que hablaba Rimbaud?, ¿más allá de los versos citados, conlleva esa digresión guiada una poética?
- La poesía opera por alusión y por rimas internas que no necesariamente se refieren a la métrica sino a consonancias y reiteraciones de sentido. Mi conferencista avanza por asociación libre, guiado por el deseo de confesarse. Desde el punto de vista psicológico, la confesión te permite decir lo peor de ti mismo.
Hay muchas maneras de explorar los errores que uno comete y un obsesivo lector de la poesía puede hacerlo por asociación poética. Como dices, a veces una cita lo lleva en forma explícita a un tema, pero otras, pasa de un asunto a otro con la consonancia que los temas familiares tienen en la poesía en un devaneo sin puentes evidentes.
- En esta obra se cruzan el ensayista, el poeta y el narrador que te habitan; de hecho está armado con metáforas contundentes, aforismos y habitado por tramas narrativas: el padre, Laura, etcétera...
- Me gusta pensar que al escribir en un género convoco otros que también escribo pero que llegan de contrabando. Jamás podré escribir poesía, pero dediqué "El testigo" -novela de casi 500 páginas- a la forma en que el poeta Ramón López Velarde puede ser leído por otros personajes. Tanto en esa novela, como en "Conferencia..." me propuse utilizar sólo versos que me llegaran de memoria. Obviamente los tergiversaba y luego tenía que consultar el original, pero mi deseo era evitar la pedantería académica y que sólo llegaran las palabras que yo llevaba dentro como lector. Siento que sólo merezco lo que recuerdo; si debo apuntarlo o apoyarme en notas, me parece digno de un ensayo pero no de encarnar en un personaje.
- La obra parte de frases ("perdí la conferencia... acabaré reconociendo el mundo a tientas"), que invitan al espectador a sumarse a la aventura de un tránsito improvisado; ¿tu obra parodia de alguna manera a la conferencia lineal, planificada?
- Una paradoja de la conferencia es que resulta aburrido que esté perfectamente preparada y que el conferenciaste se limite a leerla. Las grandes conferencias se producen ante el espectador. Borges y Piglia, maestros del género, logran la paradoja de la "divagación organizada", pasan con soltura de un asunto a otro, no siempre con un plan evidente y al final lo relacionan todo. Mi conferencista está muy lejos de esa forma ideal; fracasa y eso se vuelve teatro.