Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, Pier Paolo Pasolini (1922-1975) tenía 17 años. Italia, bajo la bota fascista del dictador Benito Mussolini, se aliaba con la Alemania nazi de Adolf Hitler, integrando, junto con Japón, los llamados países del Eje.
La experiencia de la guerra, el alistamiento voluntario o forzado de los jóvenes, los ejércitos, el fascismo, el exterminio, los entramados de la política burguesa, la pobreza, el sometimiento y la resistencia del pueblo estarán muy presentes a lo largo de toda su obra, tanto literaria como cinematográfica, configurando un imaginario estético-crítico reconocible y controvertido.
El joven Pasolini, hijo de padre militar y nacido en la ciudad de Bolonia, había pasado su infancia y primera adolescencia en Casarsa della Delizia, el pueblo de su madre, situado en la región rural del Friuli, extremo noreste de Italia, frontera con Austria y Eslovenia. Esta experiencia fundante daría origen a la publicación, con tan solo 19 años, de su primer libro de poemas en lengua friulana, Poesías en Casarsa, que reúne con otros textos del periodo en La mejor juventud, la antología de poesía friulana publicada 1954.
En 1974, un año antes de su brutal asesinato, Pasolini reescribió íntegramente la serie bajo otra perspectiva y conservó las dos versiones en un solo volumen, a modo de compendio político-poético de su vida. La nueva juventud. Poesías friulanas 1941-1974, de reciente publicación bajo el sello Interzona, nos permite apreciar la evolución poética de un artista total.
Infobae Leamos conversó con el traductor de La nueva juventud, Guillermo Piro, sobre el proceso de traducción de este libro que trae incluido su remake: “Los desafíos con La nueva juventud son iguales a cualquier otra traducción: evitar alejarse. Las traducciones, en un movimiento bífido, al mismo tiempo que acercan, alejan. Vuelven comprensible, pero al mismo tiempo, en el proceso, siempre hay algo que se pierde. El intento consiste en que esa pérdida sea lo más nimia posible”.
“En el caso de La nueva juventud, Pasolini parte del texto dialectal (friulano) y lo vierte al italiano. Es decir que al traducir del italiano se parte de un texto que ya ha perdido algo, solo que esa pérdida está de algún modo administrada por el propio autor. De todos modos, en ciertos casos en que las estructuras sintácticas del friulano se asemejaban a ciertas estructuras españolas, preferí volver para atrás, respetar la primera versión”, agregó Piro.
Y concluyó: “Me interesa Pasolini en general, me interesaría traducir hasta sus listas del supermercado. De hecho, hay una publicación reciente donde se catalogó la biblioteca que tenía en su casa en Roma, con algunas anotaciones al margen: hasta eso quisiera traducir. Respondiendo a esta pulsión, me gustó volcar en español algo desconocido de Pasolini. La traducción tiene mucho que ver con eso, con compartir algo y de ese modo intentar pagar una deuda de amor”.
El friulano es una lengua indoeuropea que forma parte de las lenguas romances derivadas del latín vulgar, cuyo origen suele situarse en la fundación de Aquilea por parte de los romanos en el año 181 a.C., fruto de la combinación con el sustrato celta preexistente y algunas influencias germanas, y que se habla mayoritariamente en la región italiana de Friul-Venecia Julia.
Esta variedad dialectal, que hoy tiene el estatuto de lengua autónoma, fue la elegida por Pasolini para escribir sus primeros y últimos poemas. Este gesto estético, pero también altamente político, en un poeta de 19 años, de usar un dialecto no hegemónico para escribir poesía, configura un territorio poético expandido, de pura posibilidad para un artista que pareciera edificar deliberadamente su obra en cierto movimiento desviado.
Recordemos el inclasificable Teorema, que puede leerse como informe, novela o prosa poética, o la provocativa Saló, que sitúa su referencia histórica treinta años antes, en el fin de la guerra, para hacer una crítica revulsiva a la alienación del presente italiano de los años 70. Esta aparente “inactualidad” podría pensarse como uno de los factores que le permite a Pasolini alcanzar su máxima vigencia.
Además del traductor de esta última novedad, Infobae Leamos también habló con Diego Bentivegna, especialista en la obra pasoliniana, sobre el gesto de escribir y publicar poesía en friulano en ese contexto: “Es importante enfatizar qué implicaba publicar un libro en friulano en 1942. Desde los años 30, el fascismo había tenido una política fuertemente restrictiva en cuanto a las variedades dialectales regionales, que se veían como perniciosas, fundamentalmente en relación con la lengua nacional que se quería imponer, en este caso la lengua es el toscano o el italiano frente a las variedades regionales.
Y agregó: “Se restringía al máximo la circulación del dialecto en la literatura, o sea, se toleraba un uso folclórico o regionalista, pero lo que hace Pasolini es asumir el friulano como una lengua de poesía, como una lengua literaria que le permite hacer operaciones que el italiano de ese momento no puede hacer, un italiano cooptado por el Estado y por el fascismo, básicamente, una lengua rígida y sólida frente a la libertad expresiva del friulano, una lengua cuya tradición es una tradición menor, y en ese sentido le da muchísima más libertad”.
Estos primeros poemas serán luego incluidos en La mejor juventud (1954), la antología poética friulana que Pasolini reúne a los 31 años. El título proviene de una canción popular que cantaban los Alpini italianos de la Brigada Julia: “Sul ponte di Perati” (Sobre el puente de Perati).
Esta canción, considerada subversiva por el régimen fascista que la habría censurado antes de prohibirla por completo, dice: “En el puente de Perati/ bandera negra/ es el luto de los Alpinos/ que hacen la guerra. /Es el luto de la Julia/ que va a la guerra, / la mejor juventud/ queda bajo la tierra”. La expresión será ampliamente retomada por Pasolini, que no solo dio a este concepto un lugar central en su obra poética, sino que en 1975 puso el canto de los Alpini en boca de los verdugos protagonistas de Saló o los 120 días de Sodoma, lo que dio lugar a una denuncia contra la película.
La idea de que la juventud es el cordero de sacrificio destinado a morir en todas las batallas, está muy presente tanto en la versión original como en su reescritura de 1974, sumándose en esta última la denuncia por la inocencia perdida para siempre en la vertiginosa omnipresencia de la maquinaria capitalista que fagocita toda diferencias en un espiral moralista y mediocre de consumo y velocidad.
Pasolini se asume como testigo, “conocedor de los cambios históricos” y participante “directa y desesperadamente interesado” que sigue con preocupación sombría los cambios en la sociedad italiana de la última mitad del siglo XX, el fin del mundo campesino y el consiguiente resquebrajamiento de cierta pureza de los orígenes; ahora “el mundo es una gran Iglesia gris” donde el capitalismo parece devorarlo todo.
En La nueva juventud, encontramos un nuevo sujeto de interlocución: las juventudes burguesas, neo fascistas, los hijos seriados del proletariado. Pasolini no pierde la esperanza de establecer contacto y reitera el mensaje de conservar la vida por sobre el mandato de progreso y desarrollo a toda costa. “¡Defiende, conserva, ruega!” una orden, que también es una súplica. Al: “joven fuerte y libre, / yo le daré este libro, / para que pueda entender/la novedad: obediencia/ y desobediencia, juntas. / ¿Y además qué importa? El amor, para jugar, / solo tiene un prado. / A este joven (que nunca más volverá/ al mundo) yo le regalo/ este libro escrito dos veces, / vivido y revivido, cuerpo dentro de un cuerpo”.
Podría pensarse La nueva juventud como un movimiento único, que excede incluso a las explicaciones que concede el propio Pasolini en las diversas notas que acompañan a la edición del 75: el anhelo común a todo artista, de traer la escritura formal e ideológicamente al presente, la autocrítica a los tópicos de los comienzos: exceso de narcisismo y de llanto y “falsas objetivaciones en sujetos jóvenes campesinos” y el tangible desasosiego por no poder volver a ese Friuli, a esa pureza del origen, donde los sueños venturosos de posguerra se encauzaron en un camino lineal que parece haber roto su circularidad encantadora.
“El eterno retorno se acabó: la humanidad se fue por la tangente”; un camino en cuyo final solo espera la muerte, pero esta vez una muerte sin retorno posible: “¡Volver! Palabra/ de mis tiempos, cuando el hombre/ como una semilla/ necesitaba su campo. /No hace falta moverse/ para volver. / Quien se mueve, se mueve por una calle derecha/ y sin fin”.
Pero lo que hace de esta edición algo verdaderamente sorprendente es que Pasolini decide publicar juntas las dos versiones. En esa voluntad reside un gesto de gran originalidad. El autor no hace lo esperable que sería ofrecer solo la reescritura. Aquí la versión nueva no obtura la original, sino que pone a jugar dos voces, dos miradas en un solo cuerpo, creando un dispositivo literario que emula la parábola agridulce de la existencia, el jovencito que habita en el corazón del hombre maduro, las formas nuevas que albergan en lo profundo de sus células el origen: “Yo había plantado al viejo/ cuando el mundo era joven;/ y planté al joven/ ahora que/ el mundo es viejo”.
En La nueva juventud, Pasolini deja a la vista lo más íntimo que tiene, ofreciendo el legado “expuesto y descuidado” de una experiencia vital. El artista ha ideado una máquina del tiempo infinita: “La segunda planta que planté/ es la Planta del Juego:/ crece bajo el mismo sol que la primera/ y da sombra en el mismo sitio. / (…) Plantando esta segunda planta/ lo que más deseaba era/ que fuese idéntica a la primera;/ y lo que más me atormentaba/ era que no podía ser distinta”.
Pasolini canta la misma canción que ha cantado siempre, la canción triste de los muchachos que van a la guerra, la canción alegre de los muchachos al sol con “la cara luminosa y la cabeza fresca”. El hombre que pronto va a morir y no lo sabe, habla con amor al muchachito que vive en los textos y se dirige a los nuevos jóvenes con esperanza.
Hace 48 años, en la madrugada del 2 de noviembre de 1975, con apenas 53 años, Pier Paolo Pasolini era brutalmente asesinado en un descampado de Ostia. Los motivos del crimen nunca fueron aclarados del todo. Ante un nuevo aniversario de su partida, frente a un nuevo avance de la ultraderecha y el creciente auge de eufemismos reguladores tales como orden y normalidad, no está de más reflexionar acerca del rol central del arte en épocas extrañas.
“En el corazón de un muchacho”
¡Ha suspirado! ¡Dios ha suspirado!
Las estrellas bailaban de alegría,
las montañas y las acequias bailaban,
los pinzones y los jilgueros bailaban.
Las briznas de hierba bailaban
bailaban las liebres, al sol,
bailaban los gusanos en las orillas
las espigas bailaban la pradera bailaba.
Las jovencitas bailaban,
y los jóvenes el domingo bailaban,
la llama en la cocina bailaba,
los campos de medicinales y las gravillas bailaban.
Dios caminó por la tierra
y bajo Su pie la hierba
y bajo Su pie la hierba
y Dios bajo Su pie la hierba.
Dios caminó entre los brotes
y un ruiseñor gritaba
y un ruiseñor gritaba
y gritaban los ruiseñores.
Dios rió,
y la lluvia en las violetas,
la lluvia en las violetas,
¡y la lluvia que bailaba en las violetas!
Los jilgueros frescos bailaban sobre las hojas
mojadas, y temblaba en el grito
del viento una violeta
los jilgueros volaban sobre el agua.
Bailaban los jilgueros sobre Hungría
y bailaba la violeta en el viento.
Desde Marano gemía la lluvia
bailando por los pantanos, desde Marano
amargo por el Varmo
el tiempo bailaba con pies de pluma,
bailaba el tiempo
en Teor, apoyado
al tronco de un sauce amargo,
bailaba sobre la espuma del mar.
Y los canales y los riachuelos escupían
el mar en la tierra borracha de fresco
y las palomas borrachas de fresco
bailaban en los palomares,
el muchacho con el palo encendido
el muchacho bailaba con el tizón fresco
sobre el adoquinado tibio de agua
y el mar brillaba en sus ojos,
los pantanos bailaban en su pie,
su pie que respiraba
en el corazón de los jilgueros perdidos en el agua.
“El día de mi muerte”
En una ciudad, Trieste o Udine,
por la calle de los tilos,
cuando en la primavera cambian
de color las horas,
yo caeré muerto
bajo el sol ardiente
rubio y alto
y cerraré los párpados,
dejando a su esplendor el cielo.
Bajo un tilo tibio de verde,
caeré en el negro
de mi muerte que dispersa
los tilos y el sol.
Los bellos jovencitos
correrán en esa luz
que apenas perdí,
volando fuera de las escuelas
con los rizos en la frente.
Aún seré joven
con una camisa clara
y con los dulces cabellos que llueven
sobre el polvo amargo.
Estaré aún al calor
y un joven corriendo por el asfalto
tibio de la calle,
me pasará una mano
por el regazo de cristal.
“Introducción”
Si todos los jóvenes
comunistas se cortaran
el pelo, se les caería
la máscara a los jóvenes fascistas.
Por cada cola o bucle,
por cada flequillo o patilla,
por cada rizo cortado
en la frente, por cada pelo
ridículo en el pescuezo de los chicos
y de los jóvenes comunistas,
saldría una cola
o un rulo, un flequillo
o una patilla, un bucle cortado
en la frente, un pelo ridículo
en el pescuezo de los jóvenes fascistas:
fascistas en el alma y en el cuerpo.
Déjenlos solos, compañeros,
que los imiten: vuelvan
a tener la cara luminosa,
la cabeza fresca, los ojos alegres.
Así ya no podrán
imitarlos. A quien
se corta el pelo
y se presenta con el jopo
y la nuca pura
del joven fuerte y libre,
yo le daré este libro,
para que pueda entender
la novedad: obediencia
y desobediencia, juntas.
¿Y además qué importa? El amor, para jugar,
solo tiene un prado.
A este joven (que nunca más volverá
al mundo) yo le regalo
este libro escrito dos veces,
vivido y revivido, cuerpo dentro de un cuerpo.
“Saludo y felicitación”
Es casi seguro que esta
sea mi última poesía en friulano;
y quiero hablarle a un fascista
antes de que él, o yo, estemos demasiado lejos.
Es un fascista joven,
tendrá veintiún, veintidós años:
nació en un pueblo
y fue a la escuela en la ciudad.
Es alto, tiene anteojos, está vestido
de gris, el pelo corto:
cuando comienza a hablarme
pienso que no sabe nada de política.
y que solo trata de defender el latín
y el griego de mí; sin saber
cuánto amo el latín y el griego –y el pelo corto.
Lo miro, es alto y gris como un alpino.
“Ven aquí, ven aquí, Fedro.
Escucha. Quiero darte un discurso
que parece un testamento.
Pero recuerda, yo no me hago ilusiones
contigo: sé, y sé bien
que no tienes, y no quieres tener,
un corazón libre, y que no puedes ser sincero:
pero aunque estés muerto, te hablaré.
Defiendes a las estacas de mora, de aliso,
en nombre de los Dioses, griegos o chinos.
Mueres de amor por las viñas.
Por los higos en los huertos. Las cepas, las ramas.
Por la cabeza rapada de tus amigos.
Defiendes las áreas entre el pueblo
y el campo, con sus mazorcas,
los tanques de abono abandonadas. Defiendes el prado
entre la última casa del pueblo y la acequia.
Los caseríos parecen una Iglesia:
gozas de esta idea, guárdala en el corazón.
La confidencia con el sol y la lluvia,
lo sabes, es sabiduría santa.
¡Defiende, conserva, ruega! La República
está adentro, en el cuerpo de la madre.
Los padres buscaron y volvieron a buscar
aquí y allá, naciendo, muriendo,
cambiando: pero son todas cosas del pasado.
Hoy: defender, conservar, rogar. Calla:
que tu camisa no sea
negra, ni siquiera oscura. ¡Calla! Que sea
una camisa gris. La camisa del sueño.
Odia a los que quieren despertarse
y olvidarse de las Pascuas...
Por lo tanto, muchacho con medias de muerto,
te dije lo que quieren los Dioses
de los campos. Allí donde naciste.
Allí donde siendo niño aprendiste
sus Mandamientos. ¿Pero en la Ciudad?
Escucha. Allá Cristo no basta.
Hace falta la Iglesia: pero que sea
moderna. Y hacen falta los pobres.
Tú defiende, conserva, ruega:
pero ama a los pobres: ama su diversidad.
Ama sus ganas de vivir solos
en su mundo, entre prados y edificios,
donde no llega la palabra
de nuestro mundo; ama la frontera
que marcaron entre ellos y nosotros;
ama su dialecto inventado cada mañana,
para no hacerse entender; para no compartir
con nadie su alegría.
Ama el sol de las ciudades y la miseria
de los ladrones; ama la carne de la madre en el hijo.
Dentro de nuestro mundo, di
que no eres burgués, sino un santo
o un soldado: un santo sin ignorancia,
un soldado sin violencia.
Lleva con manos de santo o soldado
la intimidad con el Rey, Derecha divina
que está dentro de nosotros, en el sueño.
Cree en el burgués ciego de honestidad,
aunque sea una ilusión: porque
también los patrones tienen
sus patrones, y son hijos de padres
que están en alguna parte del mundo.
Es suficiente que solo el sentimiento
de la vida sea para todos igual:
el resto no importa, joven que en la mano
lleva el Libro sin la Palabra.
Hic desinit cantus. Lleva
tú en la espalda todo esto.
Yo no puedo, nadie entendería
el escándalo. Un viejo tiene respeto
por el juicio del mundo; incluso
si no le importa nada. Y tiene respeto
por lo que él es en el mundo. Debe
defender sus nervios debilitados,
y jugar un juego que nunca ha jugado.
Lleva tú este peso, muchacho que me odias:
llévalo tú. Brilla en el corazón. Yo caminaré
liviano, yendo adelante, eligiendo siempre
la vida, la juventud.