por Santiago Ríos
El joven aparece vestido de campesino en el centro de la ciudad alemana de Núremberg y vive serpenteando las instituciones de la civilización europea hasta su enigmática muerte. La aparición del adolescente sorprendió por la manera en la que posaba su cuerpo y la torpeza con la que buscaba moverse: el tamaño de su cuerpo no coincidía con la lógica de sus movimientos ni sus palabras. Desde su aparición en mayo de 1832, se desprenden teorías sobre el muchacho, el pasado que lo trajo hasta Núremberg y las preguntas sobre el posible futuro. Las diferentes miradas de la época se describen en este libro, donde las repercusiones del fenómeno dejan entrever la ideología genuina del siglo XIX.
La leyenda moderna de Kaspar Hauser es conocida mundialmente como la historia del famoso adolescente que fue criado como un animal salvaje. Fue causante de una novela (Kaspar Hauser o la inercia del corazón, 1908), una película (Cada cual para sí y Dios contra todos, J. Wassermann, 1974), y hasta una representación teatral (Kaspar, Handke, 1974); pero además existen un sinfín de documentos históricos que no son de público conocimiento. Este libro se ocupa de las fuentes olvidadas: la del jurista Paul Johann Anselm von Feuerbach; la del educador de Hauser durante su vida en Inglaterra; las notas de su primer tutor; e incluso una de las tantas autobiografías que él mismo escribió.
Por sobre todo, el libro se acopla a la urgencia de estudiar la historia no a través de manuales escolares o desde las generalidades, sino mediante la literatura, los archivos, los documentos, utilizando las miradas de aquellos que supieron dejar pincelado el momento. La reconstrucción de la atmósfera de una época en busca de comprender lo que se pensaba del joven en ese período de tiempo.
La posibilidad de una vida ultrajada; el debate sobre la compleja relación de un cuerpo biológico y la cultura que intenta moldear; la religión, la medicina y la escuela como pilares del humanismo y la civilización. Desde lo diminuto se aborda el problema de la dependencia humana, como si Hauser –tal vez por su condición de rata de laboratorio- haya podido brindarle a las relaciones humanas una densidad que muchas veces olvidamos.