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“El porno es una estética audiovisual, no literaria”

En Mundo porno, el escritor, director y guionista de cine Juan Manuel Candal explora esa tierra de nadie para operar la sexualidad desde el ensayo y la novela de iniciación, confrontado a un género deudor más de la estética audiovisual que literaria.

El libro, publicado por la editorial Interzona, lleva una presentación del también escritor Juan Terranova, quien habla del texto como de “una fábula moral” en tiempos definidos, al parecer, por “la obligación del placer”.
 
Candal nació en Buenos Aires en 1976. Publicó, entre otros títulos, Yo robé tu nombre, Siempre tendremos Venezuela, Boutade y Rosas para Stalin + el magnífico legado de Curtis LeMay.
 
Esta es la conversación que sostuvo con Télam. 
 
T : ¿Qué clase de objeto esMundo porno? ¿Una novela, en ensayo, un intento de reflexión sobre la estetización del cuerpo, el ejercicio de una violencia, todo eso junto o nada de eso?
C : Mundo Porno comenzó como un ensayo (parte de eso subsiste en losapuntes para una pornosofía que preceden cada capítulo, y también en ciertas digresiones). Se transformó en una novela de base autobiográfica cuando comprendí que ciertas experiencias eran muy narrativas, conformaban un anecdotario curioso y bizarro, y a la vez, es casi un bildungsroman, un relato de iniciación. Toda reflexión es posterior, y justamente, traté de que no hubiera una toma de postura muy clara, no quería escribir una novela panfletera y como con estos temas la gente toma postura extrema muy rápidamente, yo quería situarme allí donde está la duda, con un pie en ambos mundos. Creo que en un momento en el que no jugarse parece un pecado capital, permitirse la duda es casi un acto revolucionario.
 
T : El porno forma parte de las estéticas contemporáneas. ¿Cómo pensás juega la representación del sexo -o de la ausencia de proporción sexual- en la literatura, si tenemos en cuenta a fenómenos más banales, como los producidos para el gran público por Sasha Grey?
C : El porno es una estética audiovisual, no literaria. La literatura en todo caso aborda diferentes grados de erotismo, desde uno reo e incómodo, hasta el más eficaz y populista, pasando por una suerte de erotismo histérico muy de moda últimamente entre los best sellers. Pero la literatura erótica funciona como la literatura de terror, es decir, busca producir un efecto determinado en el lector, una reacción del cuerpo, mediada por la palabra, donde la palabra desaparece. Después hay muchos libros que trabajan la descripción de situaciones sexuales (esto último rara vez es erótico, sino más bien tiende a resaltar la mecánica de los actos, y su relación con cierto nihilismo). Lo de Sasha Grey es un fenómeno de marketing, del mismo modo que ahora están estas pelis de vampiros basadas en sagas que encontraron el kiosquito de la metáfora del vampiro (esa amenaza peligrosa pero deseable para la mujer adolescente que empieza a sentir deseo).
 
T : Pier Paolo Pasolini cruza a Sade con Marx y produce Saló. Esa película, ¿no vuelve algo ingenuo cualquier producción artística que no tenga como objeto explícito excitar sexualmente a quién lo consume?
C : Saló logró vulnerar todos los límites estéticos de la época, y también le costó la vida al director (salvo que todos creamos que realmente lo mató un amante despechado). Claro que el gesto invalida cualquier otra obra que se proponga algo similar… pero a la vez, eso sería equivalente a decir que cuando Kubrick hizo 2001, dejó de tener sentido hacer cine de ciencia ficción, porque esa poética acababa de ser desbordada completamente por una visión genial. Creo que Saló se sitúa como un extremo, es un statement, pero no necesariamente clausura ningún discurso, al contrario, lo que hace es abrir nuevas perspectivas. Saló es un nuevo punto de partida, al igual que 2001. Por otro lado, podría responderte con una pregunta. ¿Qué pasa entonces, por ejemplo, con Bataille?
 
T : Yo creo que Bataille escapó de la obra como visión del mundo cuando pudo conceptualizar la parte maldita. Es cuando puede volver sobre el juego y el don, que coagulan en su obra literaria más interesante, El azul del cielo y Mi madre. 
Ahora bien, ¿existe un porno argentino? ¿Cuál sería su singularidad?
C : No, el porno occidental hoy por hoy es básicamente el mismo en todas partes, lo que queda evidenciado cuando la gente de acá consume mucho material producido en Estados Unidos o Europa, y viceversa.
 
T : ¿Y en qué tradición o linaje local pensarías tu literatura?
C : Creo que hay básicamente tres líneas literarias locales a grandes rasgos: la que continúa la estética borgeana, la que continúa la estética cortazariana (y acá incluyo a aquellos que buscan diferenciarse de Cortázar, porque esa búsqueda también responde al modelo, al fin y al cabo), y la que es hija de la literatura de los autores anglosajones de los últimos 50 años (desde Bradbury y Stephen King a Raymond Carver, y cualquier tipo que escriba hoy un cuento le debe algo a Carver). Esto dejando de lado los guetos como la CF y el fantasy, claro. Y creo que empecé en algún punto de la línea borgeana, pasé luego por la cortazariana, donde estuve mucho más a gusto, y también por la influencia de los anglosajones. También formé parte de lo que se llama a veces la generación Anagrama, que somos todos los que tenemos una edad por la cual conocimos a muchos autores gracias a la editorial de Herralde (Auster, Amis, Carver, Barnes, Nothomb, Houellebecq, Kerouac, etc). No sé si lo que yo hago se inscribe en una línea clara a esta altura, pero creo que Mundo Porno tenía algo de realismo sucio a la argentina, y que Boutade (la novela que publiqué en 2013) dialogaba mejor con Foster Wallace y Coetzee, pero también con Perec. Hoy en día, mi mundo sensorial a la hora de escribir, tiene siempre algún lazo con Cortázar, con la sensibilidad del Auster más impresionista, con la ironía de Martin Amis y con autores de limbo, como Jonathan Lethem y Michael Chabon. 

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