Por Patricio Pron
Un hilo invisible vincula los rotundos comienzos de estos cuentos de Carlos Chernov, que podrían ser ordenados conformando un relato: “Antes del casamiento peleaban mucho”, “El padre de María era un alcohólico agresivo; llegaba a la casa borracho y le pegaba a la madre”, “Cuando se murió su mujer se le dejó de parar la pija, recién entonces se dio cuenta de que era un viejo”. Se trata de las primeras líneas de tres cuentos distintos, pero su articulación permite inferir algunos de los rasgos de la serie a la que pertenecen: narración lineal, ausencia de prolegómenos, omnisciencia del narrador, estilo directo, contundente.
Chernov (Buenos Aires, 1953) se convirtió en una referencia inexcusable de la literatura argentina en 1993, cuando su novela Anatomía humana obtuvo el Premio Planeta; sin embargo, para un puñado de lectores, esa novela constituyó un acontecimiento menor en relación con los cuentos de Amores brutales, publicados ese mismo año: a partir de ese momento (y al menos para esos lectores), Chernov fue y es principalmente un magnífico cuentista. La conspiración china (1997), La pasión de María (2005), El amante imperfecto (2008), El desalmado (2011) y El sistema de las estrellas (2017), sus otras novelas, son (desde luego) muy buenas; pero algunos rasgos de su estilo parecen adecuarse mejor al relato breve, del que Chernov es un maestro singularísimo.
De hecho, Amo ofrece una muestra excepcional de esos rasgos que apunta a cierta continuidad entre las dos actividades profesionales de su autor, médico psiquiatra y psicoanalista además de escritor, ya que sus cuentos son como historias clínicas en las que el anonimato del paciente constituyera la garantía para la narración de su caso. En ‘Forever Young’, un viudo desestima las prótesis sexuales para descubrir que su libido menguante encuentra mejor estímulo en las armas y en la posibilidad de la violencia, por ejemplo. En ‘Luz negra’, por otra parte, una joven que ha provocado la muerte de su novio en un accidente de tránsito se encierra en apartamentos oscuros en procura de algo parecido a una iluminación. Una mujer suplanta a su hija en su intercambio epistolar (y amoroso) con un escritor argentino que vive en Madrid en ‘María y María’; una mutación genética que permite a sus portadores regresar de la muerte suscita un singular frenesí reproductivo en ‘La exasperación de los genes’; un ginecólogo viudo descubre en ‘Amo’ que su esposa se ha reencarnado parcialmente en él y que en lugar de recto posee ahora una vagina, etcétera.
En los cuentos de Chernov los límites entre el realismo y la fantasía (entre el suceso y su representación, podría decirse) tienden a emborronarse debido a la naturaleza del acontecimiento recordado (‘Dos cadáveres’), al carácter posiblemente onírico del recuerdo (‘La fiesta de cumpleaños’, ‘Probá con el diablo’), por la homonimia y la posibilidad de suplantar una identidad (‘María y María’) y, más a menudo, a raíz de la enfermedad mental, como en ‘El único órgano que puede estudiarse a sí mismo’. Este último, una reescritura del muy conocido ‘Diario de un loco’, de Nikolái Gógol, posee un lugar tan destacado en ‘Amo’ (es el relato que abre el libro) que es posible atribuirle el carácter de una advertencia: el médico es también el paciente, las voces que escucha son tan reales como la suya propia, todo lo que a partir de ese punto va a ser leído participa de la locura como de su inexplicable, a menudo, inquietante reverso