Es increíble que Matías Serra Bradford nunca haya sido dueño, o por lo menos encargado, de una librería. Aunque, pensándolo bien, sería un emprendimiento destinado al fracaso: el librero nunca dejaría que su mercadería saliera del local. Como sabe bien cualquiera que haya leído su narrativa, sus ensayos o su columna en el diario Perfil, a Matías Serra Bradford le gustan los libros. Y se podría decir que el afecto es mutuo, a juzgar por la docilidad con que los volúmenes se alojan en su memoria, listos para ser consultados sin previo aviso. El conocimiento que Serra Bradford tiene de la literatura inglesa, por ejemplo, avergonzaría a más de una facultad prestigiosa del Reino Unido. Esto se debe en parte a su predilección por los libros, o escritores, “olvidados” o “perdidos”, especialmente cuando también se pueden describir como lo que en inglés se llama writers’ writer (escritor para escritores), o hasta writer’s writer’s writer. No se puede decir que tanta lectura no lo haya afectado. Sus columnas, clases y ensayos y las antologías que edita exhiben la voluntad de compartir ese conocimiento y, lo que es más importante, el placer que se siente al leer, el placer de encontrar un volumen raro (en todos los sentidos) o enterarse del contexto y los antecedentes del último “descubrimiento” del mundo literario, el placer verdadero de la literatura.
Esta voluntad también está presente en su narrativa, por ejemplo en La biblioteca ideal (2009), un intento ambicioso de plasmar todas las experiencias descritas arriba y mucho más, en una prosa elíptica y alusiva, dividida en párrafos cortos, como si hubiera una pausa entre cada pensamiento. El libro sin duda es valioso, pero el tamaño de su cometido, sus dimensiones laberínticas, pueden desalentar a los lectores que no necesariamente son lectores de writer’s writer’s writers. Ahora Serra Bradford ha publicado El secreto entre los rusos, un volumen mucho más delgado que parece la salida a ese laberinto. Especie de elegía para un personaje llamado “S.”, El secreto entre los rusos sigue con el mismo estilo y la misma obsesión. S. es un personaje inventado con un único propósito: el de leer y leer bien. Es el personaje que las bibliotecas construirían si tuvieran que tomar forma humana. El resultado es una exploración de lo que significaría tener una relación con el mundo mediada exclusivamente por los libros: las amistades, el pensamiento, la filosofía, todo visto a través del filtro de la lectura. Cada uno de los aproximadamente trescientos cuarenta párrafos de estas páginas trata de un libro, una lectura o un escritor: una especie de hiperrealismo que nada debe a lo real. En estas dimensiones reducidas, con la presión resultante, Serra Bradford ha creado algo verdaderamente poderoso, una serie de aforismos kafkianos llenos de sutileza, pensamientos originales y muchas veces divertidos, y situaciones no insólitas pero sí irreales, complementado por unos dibujos simpáticos que dan la sensación de tener en la mano uno de los volúmenes que tanto atesora, y profana, S. Un libro muy recomendable en un mundo en que parece que la lectura seria, como el lamentado S., está desapareciendo.