por Quintín
Recibo de la editorial Interzona tres libros de aspecto muy atractivo. Magia, de Yeats, y Enamorarse, de Stevenson, son compilaciones de ensayos, mientras que Elogio del amor, de Jean-Luc Godard, que lleva como subtítulo Frases (de un film), es una transcripción de los diálogos de la película homónima, estrenada en 2001 en el Festival de Cannes. Los tres libros tienen traducción y prólogo (los dos primeros) y epílogo (el tercero) de Matías Battistón. Los une otra particularidad: haber sido impresos en países Brics. Uno en la India y dos en China (Hong Kong), aunque la composición, el diseño y la tipografía (Andralis ND, de Rubén Fontana) son locales. Los libros de Yeats y Stevenson dicen algo inquietante en la contratapa: “Si el sol dejase de existir, aún tendrías 8 minutos y 19 segundos de luz para leer este libro”.
En el de Godard, lo inquietante es la tapa: una mujer joven que apunta con una ametralladora. Es Simone Segouin, antigua resistente francesa durante la ocupación alemana. No es una imagen de la película ni tampoco de la tapa francesa. Pero viene al caso, porque Elogio del amor se ocupa, entre otras cosas, de ese período histórico. Recuerdo que presencié el estreno y con Flavia entrevistamos a Godard en Cannes para la revista El Amante, y me quedó grabada la frase final de aquella charla: “Me siento mucho más joven que todos ustedes”. Supongo que se refería a todos los que estábamos en Cannes ese año. Por entonces, Godard tenía apenas 71 años y hoy no veo por qué suponíamos que era un viejo. De lo que no me acordaba nada era de la película, que volví a ver antes de leer el libro. Godard había hecho algo parecido con otra película suya, JLG/JLG: editar los parlamentos en forma de poema (Caja Negra lo publicó hace unos años en castellano), pero aquí el resultado es más misterioso. Aunque todo lo que se dice en la película está en el libro, lo hace con otra escansión, sin aclarar quién es el personaje que dice cada cosa o si se trata de una cita.
El libro no es un guión impreso, sino un poema, el testimonio literario de una película que, como explica Battistón en su muy informado epílogo, pasó por muchas versiones y empieza preguntando si el proyecto de hablar de las cuatro etapas del amor a través de la historia de una pareja será finalmente cine, teatro, novela u ópera. Pero Godard no hace teatro ni novela ni ópera sino solo un cine que incorpora a su modo las artes y el pensamiento: su obra es un nuevo género artístico cuyo soporte es cinematográfico. Elogio del amor, con su primera hora en blanco y negro, es otra de sus películas hermosas, en la que las historias y la Historia se fecundan exactamente del modo contrario a la grosería con la que lo hacen habitualmente las ficciones y los ensayos escritos o filmados. Godard, aun con sus manías (la de los americanos es una), no cuenta sino que evoca, sugiere, muestra que la belleza del mundo se carga con el peso del pasado, con el dolor de las víctimas y con la palabra de los escritores. Y que el sentido de ese pasado sigue abierto, como en este caso ocurre con la Resistencia y sus oscuridades, con la guerra en Kosovo, con Simone Weil y los católicos que lucharon contra el nazismo. Cada película de Godard revela que todo está por decirse y por filmarse: por eso Sigue siendo más joven que todos.