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ENTREVISTA NE a Enzo Maqueira, autor de ELECTRÓNICA (Interzona): “Para vos era un flash”.

Por Vero Brollo

Cinco años e incontables reescrituras le llevó a Enzo Maqueira ponerle el punto final a su última obra. El resultado fue ELECTRÓNICA, a la que como lector se puede entrar desde diferentes miradas porque es multifacética: es la crisis existencial de una joven, es la crisis que pone fin a una adolescencia tardía (como le pasa a tantos treintañero actuales), es un revivals de las fiestas electrónicas de los `90, es una reflexión sobre el consumo de drogas en aquella época y los varios consumos actuales de drogas lícitas e ilícitas por parte de la clase media que las incorpora a su vida cotidiana, es una reflexión sobre los cambios de época y cómo “cada sociedad” (la de los ´80, la de los ´90, la del 2001, la actual) arma sus interrelaciones e interpretaciones de “la realidad”. Y también es melancolía para quienes fueron adolescentes en los `80 y vivieron la fiesta de los `90, es sarcasmo, es crítica y es reflexión. Todo esto en un libro escrito con agilidad y que le plantea al lector un juego de doble enunciación porque se va descubriendo quién relata (hay un narrador oculto) a medida que se avanza. Dicho todo esto, podría suponerse que Maqueira es muy pretencioso en su planteo y que le exige demasiadas cosas a su creación. Pues sí es pretencioso abarcar tan amplio panorama pero el libro cumple con las expectativas del autor y le deja una obra impecable al lector.

La entrevista que compartimos a continuación comenzó informalmente porque la cercanía con el autor nos lo permitía y luego se internó en los debates profundos del libro. 

-¿Cuál fue la primera idea al momento de empezar a escribir?
- Primero había escrito sobre un profesor que se involucraba con una alumna. Pero tomé la decisión política de no querer seguir abonando al machismo imperante del señor mayor que se enamora de una chica más chica y del amigo putañero. Entonces partí de la hipótesis de que no había diferencias entre como pensamos o sentimos los hombres y las mujeres, la diferencia es entre lo que se siente a los 20 o los 30.  El amor y el despecho nos pega a todos por igual. Es un mito que las mujeres son más enamoradizas. Esos son condicionamientos culturales que funcionaron un tiempo y ya están caducos. Algunos se siguen agarrando de eso para reprimir lo que realmente les pasa. Que la mujer no puede separar el sexo del amor es mentira.

- Reescribiste en cuanto al modo de narrar (buscándole musicalidad al uso de la segunda y la tercera persona) y volviste a reescribir para configurar al personaje principal y al secundario, ¿cuál era el núcleo duro que se mantuvo a pesar de todos los cambios?
- Siempre fue la historia efímera, tan normales en nuestro tiempo, de una persona con pareja estable que se involucra sexualmente con alguien menor y que al terminarse esa relación siente que se termina también una etapa que es su adolescencia.

- ¿Cómo lograste que “la reina de la noche” de los `90 termine dejando una reflexión más amplia sobre la sociedad?
- Me empecé a preocupar por el mensaje que iba a dejar. La literatura es un arte y como tal tiene que tener cierto compromiso con lo social o con lo humano. No puede ser solo entretenimiento o solo ejercicio intelectual. Hacemos un culto de nosotros mismos y encima obligamos al otro a comprar ese culto a nosotros mismos, lo mínimo que podemos hacer es aportar algo al mundo en el que vivimos. Y yo quería aportar una mirada que marcara un fin de época, que había terminado la época del machismo del profesor con la alumnita, que había terminado la época de las mujeres no podemos dividir sexo de amor, o las mujeres no podemos hacer o decir ciertas cosas, que había terminado la época del dedo acusador en un montón de temas o de la preocupación extrema por ciertos temas como el HIV o las drogas. Hay un momento de nuestra realidad de todos los días que nos habla de una época muy clara que no tienen nada que ver con la época en la que yo me crié en los `80 o en los `90 cuando iba al secundario. Y quería dejar asentado todo un cuadro de época.
Empezaron a entrar por la ventana toda la transición de la Buenos Aires de los `80, los `90 como una etapa extrañísima que la clase media compró y disfrutó. Luego la caída del 2001 y el cambio de paradigma total que vivimos ahora. Nos hemos criado con los chistes de Olmedo y Porcel burlándose de las mujeres y hoy hay una idea clara de que eso ya fue.

- ¿El libro es una crítica social o es cargarle demasiado a la obra?
- Si ponés la lupa en la sociedad la crítica ya está por solo contarlo. Me fue ganando la mirada crítica o política de Argentina y de maneras de vincularse de la clase media, terminó siendo una especie de crítica que no e había propuesto.

- Pero también se puede entrar a su lectura por la crisis de identidad de una persona.
Es una historia particular pero que usé como excusa para hablar de lo general. Crisis como otra manera de ver el mundo. Quería poner en evidencia que las drogas conviven con nosotros, las legales y las ilegales. Hay gente que se duerme con clonazepan, se despierta con café, se relaja con un porrito y va a bailar y se toma una pastilla. Se suele acusar mucho a las drogas de las clases bajas, del paco es la droga de los pobres y se habla muy poco de los pequeños delitos que se permite la clase media, como comprar e incluso vender drogas. Ni hablar de la cocaína como droga de la clase alta que hace que el sistema siga comiéndose a sí mismo. Yo quería mostrar algo que está conviviendo con nosotros, a la clase media y las drogas como se usan para tener experiencias que no llegan nunca o satisfacer eso que no nos puede satisfacer por más que se lo busque. La clase media siempre está como esperando otra cosa que nunca llega y que cuando llega te parece poco, por lo aspiracional. Entonces parece que las drogas cumplen eso de darte aventuras que no tuviste o te hacen sentir cosas que no sos capaz de sentir por tu cuenta.

- ¿Maqueira, estamos haciendo apología?
- No. Yo quería mostrar cómo las clases medias hace uso de las drogas y después habla de inseguridad como si la marihuana que se compra al dealer viniera del paraíso del cannabis. Viene de la villa. Tu consumo de fin de semana que te lleva a la diversión viene del mismo lugar de donde después está secuestrado tu hijo capaz. Y había una hipocresía que quería mostrar, una clase media que quiere la droga pero no quiere el chico que se la trae manchada de sangre.

- Le pediste mucho a la obra, ¿lograste todo lo que quisiste?
- Creo que sí y está teniendo buena repercusión. La gente me está escribiendo con mucho amor. Y lo que quería también era bajar una línea sobre el amor universal que se trabaja bastante en la novela que está vinculado con el consumo de éxtasis que es la droga del amor, que en realidad es un amor falso. Pero a la larga termina llevando, como le decía William Blake “el camino del exceso lleva al palacio de la sabiduría”. Y ella, aunque suene medio paródico, llega a algo así.

- ¿La droga del amor es otra metáfora del libro con respecto a la vida de la protagonista?

- En un punto plantea que todos estamos robotizados y dependemos de sustancias o de “aparatos” para exigirnos o cumplir con más de lo que podemos dar. Con e éxtasis te genera emociones que rara vez sentís en tu vida normalmente (amar por todo el mundo y empatizar). Mucha gente la toma el fin de semana para ver cómo es sentir ese amor que no pueden sentir en la vida real. Es terrible. Y lo mismo pasa con el celular o con la computadora, con los que ella está todo el tiempo esperando mensajes. Todos tenemos necesidad de tener una extensión de nuestro cuerpo que es ese aparatito que tenemos ahí como una especie de nuestro cerebro, nuestra memoria, de nuestra capacidad de comunicarnos…

- O sea, son diferentes muletas.
- ¡Tal cual! Y es como ya no estamos pudiendo vivir solo con nuestra condición humana. Necesitamos la droga del amor, la droga para dormir, la droga para despertar, la droga para seguir trabajando, el celular para sentir que no estamos solos…

- ¿Algo más que nos quieras contar?
- (Sonríe) Sí, me olvidé el celular y estoy desesperado. Pienso que puedo llegar a tener 14 llamadas con pedidos de auxilio porque hay un incendio en Marte. Y encima voy a llegar y no va a haber nada.

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Sinopsis
"Esta es la gran novela de la clase media argentina semi culta y universitaria. Maqueira hace con la idiosincrasia de la clase media lo mismo que Puig hizo en su momento con los folletines; o Juan Forn con las obsesiones de ciertos personajes porteños. Va mucho más allá. No es solo un folletín de amor entre docentes y universitarios a principios de siglo XXI: es una burla y una crítica letal.
En algunas tertulias en la web y en los programas de estudio de profesores se habla de una nueva camada de escritores argentinos. Hablan, pero no los leen. De ese montón de jóvenes escribas irreconocibles, Enzo Maqueira es el que más se destaca. A diferencia de muchos de sus contemporáneos, sabe escribir y sobre todo tiene un gran don para todo novelista que se precie de tal: sabe de qué escribir y cómo hacerlo. Electrónica lo revela como un lector feroz y un salvaje con oído afinado a los gestos y las tradiciones de cierta clase social en boga". Washington Cucurto
Enzo Maqueira nació en Buenos Aires en 1977. Se graduó en Comunicación Social. Publicó el libro de crónicas y relatos Historias de putas (2008) y las novelas Ruda macho (2010) y El impostor (2011). Participó de diversas antologías, entre ellas Panorama Interzona. Narrativas emergentes de la Argentina (Interzona, 2012). Textos suyos aparecieron en prestigiosos medios gráficos y digitales como la revista Anfibia y Casa, publicación de la Casa de las Américas de Cuba, organismo que lo invitó a participar en un encuentro de jóvenes escritores destacados de América latina. 

Foto: Enzo Maqueira, David Guetta y ELECTRÓNICA / propiedad de NE.

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