«Nadie podrá saber a ciencia cierta,
dónde ocurrió tu cambie de cabeza» (Babasónicos, "Patinador sagrado")
Walter Lezcano es escritor, actualmente da clases de literatura en escuelas secundarias y escucha mucha música. Y acá nos queremos detener. Walter recrea a la Argentina de los ’90 a través de su escena musical, ejemplo de ello son los textos "Rubí" una novelita sobre Babasónicos (2022), o en “Un regalo del diablo: 2 Minutos, Valentín Alsina y la reinvención del punk argentino” (2022), “Postpunk” ( 2024), “Nunca seré policía” (2006) o “Luces calientes” una novela sobre la masacre de Cromañón ( 2018). Pero a finales de 2024 publicó “Freestyle o el fin del rock” (Interzona) y sacudió la estantería noventera de krestas y rebeldía literal.
“Lo que pasó con Milo J en la ex Esma es muestra de que en el hip hop y freestyle también hay lugar para el rechazo a la dictadura militar. Yo creo que no hay artista argentino que pueda desprenderse de parte de la historia. No es solo de manuales añejos guardados en los últimos estantes de las bibliotecas. Todavía sigue supurando el horror de la Dictadura militar. Muchos artistas actuales entienden la importancia de la memoria. Se ve en libros, como La llamada, de Leila Guerriero. Cuando desde el gobierno nacional se intentan callar provocan una especie de contraveneno que quiere decir que eso no va a quedar atrás. Acá cuando se intentó acallar algo, vino (volvió) con mucha más fuerza. Por eso también fueron importantes los surgimientos de los movimientos feministas y LGTB” dice Walter.
En “Freestyle o el fin del rock” incorporaste una cita de Nicky Nicole: “Ni olvido ni perdón, a lo que fuiste ayer”
Hay ahí un juego con la frase que expresa la lucha por justicia y por los desaparecidos durante la dictadura militar, como la que encararon desde la organización HIJOS, tan grosa e importante en ese momento histórico. Esa idea de justicia popular, del pueblo, por fuera de las instituciones, de algún modo como el pueblo recuerda siempre, traído al movimiento feminista y su potencia del 2015 en adelante. Desde entonces, hubo revisiones de comportamientos, el mundo del rock, entre ellos, que siempre fue machista. Pero el impacto también se dio en los círculos literarios, dando lugar a más obras escritas por mujeres y editoriales específicas para publicaciones de mujeres. Entonces, se puede perfilar esa frase de Nicky en sentido de esta evolución necesaria.
¿El freestyle es el fin del rock?
Necesariamente para ver el paso de una generación a otra, tiene que haber algo de incomprensión por parte de una generación con la siguiente. El arte avanza. Surgen preguntas, qué hacer con la tradición, cómo intervenir al presente, y ahí el “parricidio” tiene su lugar. Durante mucho tiempo, el hip hop, el trap, el rap, el freestyle fueron menospreciados, minimizados en Argentina y todos esos chicos y chicas se la bancaron y ahora están en su momento. Así que me parece que hay algo ahí de recambio y pensar la rebeldía también es sostener una idea durante mucho tiempo, contra la corriente.
Nosotros, la generación de los 80- 90, creíamos que siempre íbamos a ser siempre jóvenes. Tenemos que buscar la forma de vincularnos con lo que nos toca vivir. No quiero entregarme totalmente a pensar que el rock murió. Pero hagamos de cuenta que sí, de ser así, el freestyle es un buen relevo musical.
Creo también que el realismo capitalista de esta época mató al rock, lo metabolizó de una forma tan contundente que lo desgastó y lo vació, le quitó la relevancia, la trascendencia. Lo que también me hace pensar que la música también quizás perdió relevancia o dejó de ser ( en términos más populares) un umbral hacia descubrimientos. Lo digo tentativamente, lo estoy repensando, me lo sigo preguntando.
En tus texto habitan rasgos de época
Como muchas personas, la educación sentimental o ese período formativo definió gran parte de lo que vendría después, para mí fueron los ¨90. Yo crecí en el Conurbano Sur, eso expandió mi imaginación, ese fue el territorio de mis “primeras veces”. El sexo, las drogas, el rock and roll, junto a la conmoción de esos años en el Conurbano, juntos crearon una cosmovisión particular para enfrentar la existencia. Acá sumaría los recitales de punk rock, las juntadas alrededor de la música. Todo eso me dio combustible que todavía uso. A veces es la columna vertebral de lo que escribo, un combustible literario.
¿“Luces calientes” y "Nunca seré policía”, dos libros tuyos, son parte del incendio por ese combustible?
Son dos libros que están montados en recuerdos. Una vez escuché en una entrevista a Roberto Bolaño decir que “Los detectives salvajes” era una novela de amor a una generación. Esa idea me pareció tan increíble, tan hermosa. Quise escribir también mi carta de amor a mi generación y a mi clase social.
Son dos libros que intentan dialogar con esa parte, intentan ser un artefacto estético como puente de conexión con esa generación. Especialmente a los que se criaban en la calle, que enfrentaban a la policía, que encontraron ( encontramos) en el rock parte de ciertas herramientas para codificar el mundo. O sea, la policía, los militares como enemigos, y luego la importancia de la memoria, el despido a la acumulación de bienes, la importancia de la igualdad, del respeto a las disidencias. A mí todo eso, antes que la literatura, me lo dio el rock. En un recital de punk rock encontré un fanzine dond eleí por primera vez la palabra “aborto”, en el año 92 o 93 leo por primera vez la palabra “feminismo”. Ahí había armas de lucha.
A mí me interesa mucho la biblioteca de los pobres y como los pobres vamos creando también, cómo accedemos a la cultura, qué cosas nos conmueven, cómo y qué leemos. Cómo nos formamos para poder crear luego.
¿Qué leés y qué escuchás ahora?
Siempre leo varios libros a la vez. Terminé hace poco un libro de poesía de Mary Oliver, Olga Diana Velezi, Juana Viñosi, sumo a la gran poeta Irene Cruz. En este momento estoy descubriendo ese universo musical que dejé de lado por entregarme al rock. Juan Falú, Mercedes Sosa, folklore, chamamé. Creo que los grandes descubrimientos vinieron de la música electrónica a fines de los 70-80, el pop, Madonna.
Escribir es la mejor forma de que encontré para dialogar con mi época, con mi clase social,con mi generación, poder establecer un territorio de singularidad que se pueda confrontar con lo que está pasando. Y con lo que no estoy de acuerdo y lo que me disgusta. Es un modo combativo de encarar la vida. Creo que la literatura todavía sigue siendo ese espacio donde se dirimen muchas cosas en términos estéticos, ideológicos, políticos y económicos. Yo tengo a la literatura y escritura en un lugar más alto de mi imaginario. Porque también siento que la literatura me dio una vida primero. Tengo la suerte, en este momento, de haber organizado toda mi vida alrededor de la escritura y la lectura. Y como eso va generando un presente, la lectura para mí es importantísima. Como una pista de despegue para comprender mejor lo que sucede en estos días, en esta era.
Walter Lezcano nació en Goya en el año 1979, con solo un año se trasladó a Buenos Aires con su madre. Vivió en Rafael Castillo, en González Catán, Merlo, hasta que llegó a la Zona Sur del Conurbano donde vive y da clases en secundaria actualmente. Es escritor, poeta, profesor, rockero insistente aunque enamorado de las batallas de rimas.