En un contexto que plantea el problema del valor de la literatura actual, César Aira propone consagrar al procedimiento como alternativa vanguardista de supervivencia de la literatura. En este artículo partimos de la definición del monstruo de César Aira como figuración del procedimiento de un escritor que le permite sobrevivir. Propongo leer dos novelas: Derrumbe de Daniel Guebel y El escritor comido de Sergio Bizzio a partir de esta definición para analizar cómo se construye el monstruo en tanto agente de supervivencia en la narrativa argentina actual.
La novela comienza como necrología incompleta : « Mauro Saupol (Río de Janeiro, 1956) había nacido y crecido en la pobreza y era un escritor inmensamente rico y famoso cuando decidió hacerse pasar por muerto ». El escritor sufre un accidente de avión en el Amazonas y finge no haber sobrevivido para ver cómo reacciona el mundo ante su desaparición. Sin embargo, nadie lo reconoce: ni su mujer cuando la llama, ni los empleados del hotel, ni la gente en la playa aunque unos estén leyendo su biografía que fue publicada recién. En vez de ser reconocido como tal, una tribu indígena lo rapta tomándolo por su príncipe transformado. La princesa de la tribu, feliz de volver a ver a su príncipe desaparecido, empieza a comerle la cara…
Bizzio
« Saupol era una máquina; sus libros una serie de cinco ficciones de corte espiritual (cuyo número de páginas aumentaba de uno en otro, como si su sabiduría creciera con las ventas) eran lo más exitosos de la industria editorial de la última década; un hit viviente. Cualquier cosa que entregaba a la industria vendía millones, y a tal velocidad que ya ni siquiera él se preguntaba por qué24 ». Bizzio presenta a un escritor de best-sellers, inventor de una receta mágica para vender, un esquema normativo pensado a partir de tendencias en boga : « tomaba un aforismo o una máxima, o una anécdota, preferentemente de algún libro tibetano (o zen, o sufí, o pop) y, aplicándola a algún episodio de su propia vida […] la desplegaba hasta convertirla en una historia […] – él era siempre el personaje principal – […]. Y siempre, siempre, siempre, funcionaba. Escribía una horita y volvía a la playa ».
La literatura comercial presente al nivel temático, tiene su pendiente formal. La novela resulta ser un compendio de cinco capítulos que pueden ser leídos como pastiches de géneros canónicos. Se desencadena una sustitución genérica: comedia de enredos, novela indigenista, clásica novela de aventuras, thriller, novela punk. Bizzio sustituye un género por otro, va imprimiendo transformaciones genéricas tanto al texto como al protagonista que sufre un trasplante de la cara de una mujer que se llamaba Claudia. Las sustituciones de género e identidad marcan todo lo que se refiere al campo literario. En esta serie de transformaciones, lo que permanece es el proceso de sustitución. Propongo leer El escritor comido desde el dispositivo de la sustitución como procedimiento de creación crítico. Este procedimiento subvierte la idea airiana del mito del escritor que debe pasar por la muerte para cumplirse. En efecto, en la novela, el hacerse pasar por muerto después del accidente no desemboca en el nacimiento del escritor, sino en una serie de instrumentalizaciones y sustituciones transformando a Saupol, el escritor, en un mero objeto o producto que ha perdido su esencia creadora.