Escrito durante 1973 y 1974 y editado al año siguiente, Un Séptimo Hombre: Imágenes y Palabras sobre la Experiencia de los Trabajadores Emigrantes en Europa (A Seventh Man: Migrant Workers in Europe, 1975) ha sido una obra de referencia sobre la cuestión de la inmigración en Europa desde la visión humanista y marxista que caracterizó toda la carrera del escritor inglés John Berger. Obra gestada al calor de la crisis del petróleo que cambió las reglas del juego de un capitalismo industrial local basado en la producción a uno financiero sustentado en la especulación global, el libro hoy mantiene una enorme vigencia en tiempos de explotación multinacional, como el propio Berger señala en el prólogo a la reedición de 2002.
Crítico de arte, guionista, escritor y pintor, John Berger se hizo conocido por su análisis de la interpretación pictórica en la televisión británica en una serie emitida en 1972 que devino más tarde en el libro Modos de Ver (Ways of Seeing, 1972), que se publicó el mismo año que G (1972), su polémica novela sobre la sexualidad masculina que ganó el prestigioso Booker Prize. El monto del premio fue invertido por Berger en la aventura de Un Séptimo Hombre, proyecto que comenzó como un documental, pero que por dificultades financieras decantó en un libro de texto y fotografías, opus por el que Berger siempre quiso ser recordado.
Cuando el autor de El Pie de Clive (The Foot of Clive, 1962) escribió este libro en colaboración con el fotógrafo Jean Mohr, el diseñador Richard Hollis y el pintor Sven Blomberg, los problemas que el grupo analizaba estaban recién en una etapa inicial. Los inmigrantes llegaban desde los distintos países de Europa para realizar trabajos temporales para regresar nuevamente a sus países, muy pocos se quedaban, las estructuras industriales estaban en crisis pero aún no habían colapsado, la globalización era una utopía cada vez más cercana para el capital financiero pero el neoliberalismo era aún una pesadilla impensable en las mentes progresistas eurocéntricas.
Berger construye aquí una obra dialéctica, en la que Karl Marx dialoga con Henry Ford sobre el capitalismo, y la voz de los migrantes se mezcla con la prosa de James Joyce, las teorías de Ernst Mandel, la poesía de Attila József o los trabajos sociológicos de Raymond Williams para ofrecer un retrato realista, desgarrador y descarnado de la situación de los migrantes temporales de los países no industrializados a los industrializados, para realizar en estos últimos las tareas que los ciudadanos de esas naciones ya no consideran dignas o para trabajar por un salario mucho menor al de los trabajadores del país al que acuden en busca de mejores oportunidades y la posibilidad de regresar con algún ahorro que les permita mejorar su acuciante realidad económica.
El libro está divido en tres partes, la partida, el trabajo y el regreso, los tres momentos que marcan la vida de los migrantes. En la primera parte se toman testimonios y se describe la situación de los migrantes de Portugal, España, Yugoslavia y Turquía hacia Francia, Inglaterra, Alemania y Suiza en busca de mejores oportunidades, las vejaciones de las que son parte, el temor a ser deportados y las revisaciones médicas, características que se repiten en todos los países. En la segunda parte se describe y se analizan los trabajos en sí que los migrantes realizan, el lugar en el que viven, la soledad, su cosificación como sujetos laborales descartables por la empresa, su desprotección legal y su condición precaria de trabajador temporal para culminar en el regreso, la instancia que finiquita el viaje del trabajador migrante.
A diferencia del viaje iniciático de la ficción que conduce a un autoconocimiento y una transformación personal, el viaje del trabajador migrante, su experiencia, no lo enriquece. Regresa a su pueblo con una vivencia que lo distancia de su comunidad y unos conocimientos que no puede aplicar en ninguna industria de su país. Las privaciones a las que se somete no lo conducen a un futuro mejor, el sacrificio en muchas oportunidades es en vano pero solo el reencuentro con su comunidad le permite otorgarle un sentido a su experiencia migrante.
Esta situación, sumada al empobrecimiento de los países periféricos, las guerras, el hambre, la desocupación y la búsqueda de mejores oportunidades, es la que continúa llevando a los trabajadores a migrar aún hoy, en una ecuación más terrible en el presente para los países en vías de desarrollo. Los bajos salarios incluso en los trabajos profesionales generan que la población universitaria emigre, con lo que el esfuerzo social para producir profesionales es apropiado para beneficio de los países del Primer Mundo. A su vez, la producción industrial de las distintas naciones se ha reducido y concentrado y hay países que producen a bajo costo, países que distribuyen y países que consumen pagando costos más elevados que los países centrales por el mismo producto o servicio en medio de una guerra mundial por la reducción de costos que genera el empobrecimiento de los ciudadanos del mundo.
Berger analiza también en Un Séptimo Hombre la forma en la que el capitalismo organiza la desigualdad haciéndole creer a los obreros autóctonos que pueden perder sus puestos a manos de los trabajadores migrantes. El trabajador autónomo es inducido así a ver en el trabajo inmigrante una amenaza, un sujeto distinto, inferior, lo que genera situaciones de racismo a pesar de que ambos pertenecen a la misma clase social y tienen los mismos intereses de clase.
Como señala Berger en el prólogo de 2002, algunas cuestiones pueden haber quedado desfasadas pero Un Séptimo Hombre se ha convertido en una obra para reflexionar acerca de tópicos que hoy parecen obvios como las afirmaciones de Herbert Marcuse sobre la mercantilización de la cultura en El Hombre Unidimensional (One-Dimensional Man, 1964). La migración ha pasado rápidamente de ser una cuestión temporal a ser una situación permanente que desborda cualquier marco y se convierte en una consecuencia indeseada de las políticas capitalistas de explotación hasta la destrucción de los países pobres, desestabilizados por los servicios de inteligencia para que las empresas puedan saquear sus materias primas descaradamente.
El propósito del proyecto de Berger y Jean Mohr fue y aún es el de poner al lector ante el abismo de aquellos que cruzan las fronteras y los océanos para intentar cambiar su vida, para tomar las riendas de su existencia sin saber qué hay del otro lado, pero anhelando escapar de la pobreza endémica para descubrir que la explotación a la que son sometidos en los países centrales es parte del mismo engranaje que los mantiene empobrecidos en su país de origen.
Un Séptimo Hombre fue editado por primera vez en Argentina por la editorial independiente Interzona con la traducción de Eugenio Viejo cedida por la editorial española Capitán Swing, en una cuidada y bella edición con solapas negras y un diseño de tapa de Mariel Mambretti basado en una foto de Berger sobre fondo negro. El libro es una obra ineludible para entender el compromiso político de Berger, su visión del mundo y cómo la inmigración es y ha sido la base de la prosperidad de los países desarrollados y la condena a la pobreza de los países subdesarrollados, que nunca pueden levantar la cabeza en este capitalismo caníbal que ya solo piensa en el retorno de ganancias instantáneo para unos pocos y que sigue estafando con sus mentiras y promesas de prosperidad y meritocracia a los que aún se esfuerzan para no caer en la inevitable realidad del Tercer Mundo.