En la historia de los náufragos ilustres de la literatura, Salvador de Liguria, el sacerdote abandonado en el mar en la última novela de Guillermo Piro; bien podría reclamar un justo lugar. Este canónigo napolitano, nacido en el siglo XVIII y protagonista de “El náufrago sin isla” (Interzona) resulta envuelto, casi sin querer, en una aventura entre la vida y la muerte, para la que apenas está preparado. Arrojado al océano desde el barco en el que inicia su viaje, sobrevive a duras penas a la sed y el hambre. En su deriva, la aparición de una isla volcánica es el punto culminante. Pero esa isla representa una contradicción: por un lado, es un suelo concreto al que aferrarse; pero, por el otro, un territorio irrespirable de calor y ceniza, que puede desaparecer en cualquier momento.
Poeta, narrador, traductor y periodista cultural, Guillermo Piro es un escritor de larga trayectoria, autor de las novelas “Versiones del Niágara”, “Celeste y blanca” y “La comedia de una madre”; y traductor de Juan Rodolfo Wilcok, Roberto Benigni, Giuseppe Tomasi di Lampedusa, Ermanno Cavazzoni y Pier Paolo Pasolini. Editor de Cultura en el Diario Perfil, sus columnas semanales son una verdadera cita literaria para los lectores de la publicación.
Aquí, su diálogo con NOTICIAS.
NOTICIAS: ¿Cómo se le ocurrió la idea de la novela?
Guillermo Piro: Traduciendo un libro, el “Atlas de las micronaciones”, de Graziano Graziani, donde se habla de una isla volcánica surgida a unos 30 km. de la costa siciliana en 1831, y de cómo en ese momento, dado que por allí pasaba un barco británico, la pequeña isla fue declarada propiedad de Gran Bretaña y adoptó el nombre de Isla Graham. Poco después plantaron bandera los franceses, que la llamaron Isla Julia, y luego los españoles, que ni se preocuparon por ponerle un nombre. La cosa preocupó a Fernando II de Borbón, que como corresponde la llamó isla Fernandindea y envió a un vulcanólogo a hacer estudios. A su regreso tranquilizó a todos diciendo que estaba seguro de que así como la isla había emergido, en poco tiempo iba a volver a sumergirse. Cosa que efectivamente ocurrió: los sicilianos siempre supieron mucho más de volcanes que los franceses, los británicos y los españoles. Hoy está sumergida y es visitada por buzos. A partir de allí recordé las historias de náufragos conocidas y me di cuenta de que faltaba esa historia: la del náufrago que encuentra en el medio del mar una isla volcánica en la que no puede desembarcar.
NOTICIAS: ¿Le entusiasmaba algo en particular de la figura del náufrago? ¿Qué náufragos literarios le gustaban?
Piro: Me atraen las peripecias de los náufragos en general, siempre y cuando sean imaginarias: en literatura la verdad aburre. De la larga lista de libros sobre náufragos queda excluido, entonces, el “Relato de un náufrago” de García Márquez, que no leí. Robinson y Gulliver hasta el náufrago sin nombre de César Aira, lo que me atrae del género es el ejercicio solitario (la literatura) sobre la soledad, lo que equivale a un ejercicio literario redoblado, al cuadrado. Pero también considero novelas de náufragos a las protagonizadas por los últimos habitantes del mundo, donde no aparece ninguna isla. “La nube púrpura”, de M.P. Shiel, es una novela sobre un náufrago; como también lo son “Espejos negros”, de Arno Schmidt; “El muro”, de Marlene Haushofer; “La Tierra permanece”, de George Stewart; “Dissipatio H.G.”, de Guido Morselli, o “El hombre aparece en el Holoceno”, de Max Frisch. Cualquier personaje que está solo es un náufrago. E incluso puede estar acompañado, como el náufrago del relato de Wilcock, que naufraga voluntariamente en su propia casa, acompañado por su esposa, y al que la condición de náufrago no le impide ir todos los días a trabajar. O como el personaje de “La ciudad flotante”, de Verne, que sueña con naufragar y finalmente lo consigue. Ser náufrago es una condición, más que un accidente: náufrago se nace.
NOTICIAS: La relación del personaje con la isla es de amor, se resiste a abandonarla aunque sea peligrosa. ¿Es la ley de los amores tóxicos?
Piro: Sí, supongo que el amor tóxico es tóxico porque a la vez concede cosas que no son nada tóxicas. La isla es peligrosa pero le da algo a cambio: la visión de tierra firme, el espectáculo, la luz, la esperanza de que la actividad ceda y pueda desembarcar, la esperanza de tener alguna esperanza.
NOTICIAS: ¿Hay alguna posibilidad de que haya segunda parte?
Piro: Absolutamente, no.
NOTICIAS: En una entrevista dijo que le gustaba más traducir que escribir. ¿Por qué?
Piro: Traducir es una actividad muy frustrante, la traducción es algo imposible. Pero al mismo tiempo el hecho de ser capaz de acercar un buen texto a alguien que de otra forma no podría leerlo es... satisfactorio. Porque los otros siempre escriben mejor que uno.
NOTICIAS: Una pregunta al periodista cultural. ¿Qué le gusta y qué le falta a la literatura argentina de hoy?
Piro: Me gusta la fantasía. Le falta la fantasía.