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Historias de manos

Por Martín Chiavarino

El escritor argentino Luis Mey se ha destacado por una prolífica narrativa intimista que discurre sobre la psicología de unos personajes signados por la crisis intempestiva que arrecia la historia del país desde la última dictadura cívico militar, como un legado impasible demasiado extendido como para extirparlo de cuajo. Mey indaga, de esta manera, a través de los protagonistas de sus obras en la herida de un país quebrado moralmente pero lleno de energía y vigor para dar cuenta del proceso de asimilación del pasado reciente y de los cambios en la idiosincrasia de una sociedad que busca superar los traumas que arrastra durante las últimas décadas. 

En Diario de un Librero, Mey compagina a modo de cuaderno de notas una serie de anécdotas sobre su profesión de librero en la sucursal del Ateneo de Grand Splendid, situada en la Avenida Santa Fe, entre la Avenida Callao y la calle Riobamba, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y otras fábulas de distintos libreros de la Argentina, para construir  un inventario sobre el mundo de la cultura y la relación entre los libreros y los distintos personajes que deambulan aleatoriamente por las librerías con intenciones de diversa índole.

Día por día, Mey repasa la rutina habitual de un librero que aconseja y ayuda a los extraños personajes que recorren las librerías buscando un texto en particular, una conversación, un amigo, una pareja, el amor, un concepto, la piedra filosofal, un guiño o un objeto sagrado, mientras ordena estanterías, clasifica, vende e intenta leer un poco y distenderse en los escasos descansos que el trabajo permite.

Como un diálogo entre cliente y vendedor, las historias de los personajes se entrelazan en una extraña relación que siempre conduce a un lugar inhóspito e impredecible, descolocando al librero para sacarlo de su rol y dejarlo desnudo ante las peculiaridades y las obsesiones del mundo de los lectores. Ya sea a través de equívocos, de autores que pretenden averiguar si sus libros aún son vendidos y se quejan de la actitud de los libreros y editores, de clientes prepotentes que abundan o de personas que buscan amigos, Mey encuentra en el narcisismo de las personas un factor común para construir una historia sobre los cambios en el temperamento de un librero, sus expectativas, anhelos y el choque con una realidad que lo decepciona y lo coloca ante sus prejuicios y su visión de la cultura, la literatura y de sí mismo a través del espejo de los compradores de libros. 

Mey también da cuenta de aquellos pequeños triunfos pírricos del librero, las recomendaciones de autores nacionales como Guillermo Saccomano o Leopoldo Brizuela a los lectores o el descubrimiento de escritores como Agota Kristof, para luego pasar a las obsesiones, como por ejemplo la construcción de un santuario protegido por una alarma alrededor de la colección de los libros de John Fante editados en español por la editorial Anagrama.

Ya sea en conversaciones con el escritor Abelardo Castillo, en la paranoia de la posibilidad de visiones de fantasmas que acechan la librería, en anécdotas sobre la vida del escritor norteamericano J.D. Salinger o en típicas historias sobre personajes excéntricos que realizan predicciones, Luis Mey recrea con gran realismo el folklore de los libreros con agilidad, humor y una buena dosis de autorreflexión sobre su propia labor cotidiana.

 Diario de un Librero es así en realidad un códice para entender la tensa relación particular que durante un breve instante se establece entre el librero y el lector. Mientras uno ordena, atareado en una época de flexibilización laboral, con un convenio colectivo con innumerables falencias, el otro acecha para entablar una guerra invisible a los ojos del mundo. Esta catarsis de Mey, sin dudas su libro más sardónico y cómico, fue publicada por la editorial Interzona, con una corrección de Bettina Villar, bajo la coordinación editorial de Victoria Villalba y con una extraordinaria ilustración de tapa del reconocido dibujante Miguel Rep.

Diario de un Librero, de Luis Mey, Interzona, 2015.

 

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