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Historias inverosímiles, en general

Por Manuel Crespo

En Lanark, novela que lo consagró tras veinticinco años de trabajo silencioso, Alasdair Gray escribió una de sus sentencias más famosas: “Está claro que cuanto más vasta es la unidad social, menos posible es la verdadera democracia”.

Producto del mismo período creador, Historias inverosímiles, en generalcomparte esa mirada sobre los colectivos humanos y sus proyectos de grandeza. El peso de nuestras ambiciones, la carga incontrolable que ya no puede ser fraccionada en responsabilidades individuales, será lo que nos terminará hundiendo. Los relatos de este libro maravilloso y extraño dan cuenta de una carrera hacia la disolución que es, al mismo tiempo, culpa de todos y de nadie.

Gray no esconde la influencia de Kafka. Varios de sus cuentos son, en sus propias palabras, “expansiones decorativas” de la obra del autor checo. “El nacimiento del eje” y “El final del eje” funcionan como una puesta en vertical de “La construcción de la muralla china”. En otros se notan vestigios de Lord Dunsany, de Rabelais y de la metaliteratura borgeana: huellas que no disminuyen la singularidad del escritor e ilustrador escocés, dueño de una capacidad innata para obtener recetas propias de ingredientes conocidos.

Lo que amalgama todo es el humor, administrado hábilmente desde el índice. En este volumen no sólo hay sociedades al borde del aniquilamiento, sino también hombres que se replican como células, perros lujuriosos, inventos para potenciar el nado de los patos (metáfora hilarante de la Revolución Industrial y la dialéctica iluminista), adoradores de osos y demás engendros.

Dispuesto como un arco, el libro empieza con breves relatos de corte clásico y termina con tramas más expansivas y enrevesadas, que vuelven ominoso el tema de la obra entera. En “La estrella”, el cuento inaugural, ya puede rastrearse el argumento que Gray no se cansará de esgrimir más adelante. Un chico encuentra una estrella en su jardín; la estrella tiene el tamaño de una canica, es algo que puede llevarse en el bolsillo. El tono del relato es de una fragilidad muy bella, que los cuentos posteriores se encargarán de resignificar y oscurecer.

Publicado originalmente en 1984, acompañado de dibujos del propio autor y traducido por Marcelo Cohen, Historias inverosímiles, en general es un monumento literario que se burla del supuesto esplendor de los monumentos humanos. Estamos cerca del fin, parece decirnos Gray. No está mal que nos riamos un poco.

 

Alasdair Gray, Historias inverosímiles, en general, traducción de Marcelo Cohen, Interzona / Rayo Verde, 2015, 312 págs.

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