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Invitado Enzo Maqueira, autor de Electrónica: "Decían que mi novela era para un público muy pequeño"

Por Daniela Chueke

Cuando leí Electrónica ni bien se publicó me autocensuré: no es para Ohlalá. En términos generacionales apuntaba al mismo público que la revista, pero el universo que describe, el de una profesora universitaria en sus treintas que se enamora de un alumno de 18 años, que se droga todos los fines de semana y que va a fiestas electrónicas adonde toma pastillas, que se deprime, que tiene un padre postrado en el límite de la decrepitud y una madre que hace lo que puede para acompañar el deterioro de la vida y se consigue un amante... muy border.

Lo admito, el tema me pareció pesado para un espacio como este en el que la mayoría buscamos el encuentro y no el conflicto, de modo que dudé en cómo proponerles esta lectura. Insisto, me autocensuré, desoí ese radar que no me falla nunca, que me dice ahí hay una perla, con eso algo va a pasar.

Y pasó, por supuesto, la novela ya va por su tercera reedición. Y, lamentablemente, a raíz de la tragedia de Time Warp, se empieza a volver de lectura casi obligatoria para aquellos que empiezan a descubrir este mundo de las fiestas electrónicas. La cuestión es que las raves son un ¿fenomeno? ¿indicador? ¿una costumbre? social que lleva veinte años ocurriendo, y resulta preocupante que recién haya logrado un lugar en los medios de comunicación a partir de una tragedia.

En cambio, como fenómeno cultural, se convirtió en la materia prima para la tercera novela de Enzo Maqueira, escritor, editor y profesor universitario, autor de Electrónica (Interzona, Buenos Aires, 2014) y de dos novelas previas: El Impostor ( Milena Caserola, Buenos Aires, 2011) y Ruda macho (Lea, Buenos Aires, 2010).

Por eso, no soy la única periodista que en estos días quiso hablar con él. En los medios audiovisuales,estas últimas dos semanas, lo han venido entrevistando para que cuente su experiencia con las drogas, que explique de primera mano el fenómeno de las fiestas electrónicas y que dé su opinión sobre la tragedia, y qué sugiera qué debería hacer la sociedad a partir de ahora: que si penalización o despenalización, que si prohibir las fiestas, si aplicar políticas de reducción de riesgos, prevención, etcétera.. Pero mi sensación es que los informes mediáticos suelen quedarse cortos, en la superficie y es muy difícil para un televidente llegar a la sensación de que se ha comprendido algo. Por eso, si les interesa profundizar acerca del cómo son y de qué se tratan las fiestas electrónicas, recomiendo mucho que lean la crónica de Creamfields La vieja felicidad del éxtasis en Revista Anfibia que Maqueira escribió hace dos años junto con el sociólogo José María Casco.

Después de que lo leés lo primero que te viene a la mente es por qué tanto se dice que no se sabía lo que estaba pasando Bueno, este artículo tiene dos años y detalla con testimonios, datos duros e historias de vida, cómo funciona el ritual de las fiestas electrónicas en la Argentina. Mi sensación es que simplemente, "no se sabía" porque no daba rating, porque todavía no había habido ninguna tragedia que ameritara pantallas en los mass media. Un poco como me pasó a mi y a mi autocensura. Mmmnooo, nooo, no es muy para Ohlala!

La cuestión, en referencia al consumo es que hoy Maqueira se autodescribe como un sobreviviente, sin renegar de la experiencia del consumo de sustancias, reconoce que vivió situaciones de riesgo, que pudo haber salido mal.

Pero la verdad es que no es ese el tema que me interesa hablar con Enzo. Ya sabemos: todo eso lo encontrarán fácilmente en google.

En cambio, quise preguntarle como escritor, como editor y como autor de una novela que muchos consideran un retrato de época: ¿Cómo es la relación entre drogas y literatura? ¿Por qué tantos escritores escribieron sus obras a partir del uso de sustancias? ¿Es un cliché lo del escritor alcohólico? Veamos qué responde.

- ¿Cómo ves y si la hay la relación entre los escritores y los estímulos. Hay como un cliché del escritor alcohólico, el que no puede escribir si no está bajo los efectos de alguna sustancia. Un mundo feliz, se dice que es la obra escrita por Aldous Huxley bajo los efectos del LSD. Y uno se pregunta si podría haber salido una genialidad semejante de otro modo. Por otra parte, ¿hay muchos autores, que uno no sospecha que se drogaban para escribir? Te propongo que hablemos sobre estos temas, en general.

- Estuve leyendo la biografía de Oliver Sacks donde cuenta que, sin llegar a ser adicto, consumía drogas. Uno puede pensar de una personalidad como la de él, una eminencia, neurólogo, psiquiatra, divulgador de ciencia, que nada que ver. Pero sí, era de la generación beatnik y como tal consumió ( NR: anfetaminas, opiáceos y ácidos). Y si vamos más atrás en el tiempo lo tenemos a Poe y su consumo de alcohol, a Freud y la cocaína, a Jean Cocteau y el opio, entre muchísimos otros. El vínculo entre el arte y las drogas existió siempre y tiene que ver con que el arte necesita una mente que funcione en otros planos a los cuales no estamos acostumbrados. Algunos eligen el camino de las drogas (legales o ilegales) para abrir las puertas de la percepción, como bien decía Huxley. A otros les alcanza con su imaginación.

- Hablemos de cómo es el proceso creativo. Por qué puede un escritor buscar una sustancia o algún otro estímulo externo, más allá de la literatura o de la vida cotidiana. Cómo fue tu formación como escritor y como se vincula la experimentación con tu escritura.

- Escribo desde que aprendí a combinar las palabras, a los ocho, nueve años. Fue ahí cuando empecé a intentar hacer literatura. En algún momento quise experimentar con mi conciencia y esa experimentación me llevó al uso de drogas, siguiendo un camino que habían trazado Hunter Thompson, Truman Capote, los poetas malditos, el propio Huxley... Más acá en el tiempo y el espacio, Fogwill y el mito de que escribió "Los pichiciegos" en una semana de consumo de cocaína. En algún momento decidí que yo también necesitaba explorar mi conciencia desde ese lugar, y que el resultado de esa exploración podía acompañar el proceso de escritura. Después se convirtió en un lugar ya demasiado conocido del cual me alejé. Hoy me encuentro ante los medios respondiendo con la mayor seriedad posible sobre el tema, pero preso de los encasillamientos, los lugares comunes y la obstinación de cierto periodismo por reducirlo todo a un slogan vacío, que no aporta al debate ni dimensiona las características del vínculo no ya entre literatura y drogas, sino entre sociedad de consumo y la necesidad de evadirse de la realidad o de consumir para soportarnos.

- Sí, entiendo, está pasando mucho eso de que se descontextualiza al entrevistado, eso que denuncia el personaje de Capusotto: "Vas a decir lo que necesito que digas" (googlealo y miralo en youtube, te lo recomiendo).

- Hay explicaciones sociológicas de por qué lo hace la gente y la sociedad, desde que vivimos en un sistema consumista que nos obliga a vivir emociones intensas, buscar la felicidad y consumir para ser, hasta que lo hacemos por una necesidad natural de conectarnos con lo espiritual. Yo creo que, en mi caso, tuvo que ver con cierta búsqueda de dios. Fui educado en el primario en un colegio católico, pasé a uno laico en el secundario y en ese camino perdí la fe en dios. Fue un golpe tremendo y escribí Ruda macho para procesarlo. Se me cayó todo ese universo construido en mi cabeza. Después me aferré al amor como esa posibilidad de conexión con una totalidad, y después también el amor se cayó, al menos ese amor que nos quieren vender cuando somos chicos, entendido como la pureza, la perfección, la eternidad. Entonces busqué una manera de conectarme con algo más allá de lo real, de lo tangible, y empecé a interesarme en las plantas mágicas, muchas de ellas legales, utilizadas por culturas milenarias, siempre con la premisa de explorar la conciencia. En ese camino me fui perdiendo hasta llegar a drogas sociales que sólo se consumen para responder a las exigencias del sistema. Y siempre estuvo la literatura, que tiene mucho de eso, de crear otros mundos, de ver más allá de lo que nos rodea. Hoy mi búsqueda pasa por la exploración de los sueños, la meditación, la capacidad del propio cerebro de abrir sus puertas.

-¿Pero por qué con sustancias? ¿Te parecían necesarias para escribir?

- No en forma tan directa, sin embargo había muchos artistas que yo admiraba que habían pasado por ese camino: Piazzolla, por ejemplo, tuvo una época que consumía para componer; Cortázar también atravesó una etapa en que fumaba mucho porro, Capote, la generación beat, Freddie Mercury, los Beatles, el LSD y su vínculo con el rock... todo lo que me llamó la atención en torno al arte, por lo general, tenía que ver de algún modo con el consumo de sustancias que alteran la conciencia.

- Y vos quisiste probar lo mismo...

- No reniego de la experiencia en el sentido de que me llevó a involucrarme con gente de diferentes lugares. Yo venía de un gueto de clase media y terminé yendo a villas, me conecté de cerca con un mundo de marginalidad que como buen escorpiano y como escritor me gustaba descubrir. Al mismo tiempo admito que se me fue la mano y pude haberme muerto ahí. Soy sobreviviente de eso y vivo para contarla. Pero bueno, uno asume las consecuencias. No consumía porque era un chico perdido, marginado, sin amor familiar. Todo lo contrario. Estudiaba, trabajaba, escribía. Simplemente la realidad no era suficiente para mí, y no lo sigue siendo; sólo que ahora exploro otros métodos para trascender esa realidad.

- Y con las fiestas electrónicas cómo se crea el vínculo con lo literario. ¿Qué te llevó a pensar que ahí podía haber una historia para contar?

- Es cierto sentido, al poner el cuerpo, vivirlo en primera persona, fue como hacer un estudio antropológico o psicológico en campo. En la electrónica lo colectivo nos reencuentra con una tradición antiquísima como es bailar todos juntos en estado de trance. Una unidad que es, al mismo tiempo, un encuentro con el otro y con uno mismo. Te sentís parte de un todo, y eso es, de alguna manera, el encuentro con ese dios que buscaba. Dios somos todos. La unión de nuestras energías, de nuestro movimiento, de nuestra conciencia y nuestros cuerpos. Lo que hacemos de forma individual pero también en conjunto. Nosotros tenemos galaxias dentro de nuestro cuerpo, y conformamos también una galaxia en nuestro planeta, que a su vez es parte de otra galaxia, que a su vez está en un universo... y así hasta el infinito, si los físicos tienen razón. La electrónica, el baile en trance, me llevó a sentir eso por primera vez en mi vida. Pero también lo podés sentir con el rezo, con la meditación, con el canto. Son formas a explorar.

- Volviendo al libro, alguien me comento que la profesora sos vos, ¿se puede contar o es un secreto?

-Viví la crisis de los 30 de la mano de una crisis amorosa. La novela nace como una catarsis de esa crisis. Toda esa búsqueda de dios, del placer del cuerpo, el consumo de la fantasía, la espera de que iba a pasar algo que finalmente no pasa. El problema de mi generación es que nacimos con el imperativo de ser felices. Tuvimos mucho acceso a fantasías, nacimos con el televisor, con las películas de Disney, con la ilusión de que nos esperaba algo más. Siempre existió la fantasía, pero no en el grado de bombardeo y verosimilitud que tuvimos nosotros. Yo creía que algún día iba a venir un plato volador y me iba a llevar. y fue duro darme cuenta de que eso no iba a pasar nunca. Como la profesora de Electrónica, yo también tuve una adolescencia tardía, también me di cuenta tarde de que ya no era tan joven como pensaba y que había un duelo para hacer. El paraíso no existe. Nadie va a venir a rescatarnos de esta realidad. No podemos, como El Principito, volver a nuestro planeta. Electrónica es una despedida de las ilusiones. La ilusión del amor como salvación.

- ¿Estás trabajando en otra novela?

- Sí, estoy bastante avanzado con un proyecto nuevo, pero como trabajo desde lo que me pasa y lo voy deformando, es un texto que cambia mucho y que todavía no termina de adquirir una forma definitiva. Mi proyecto pasa por buscar adentro mío, entender en qué medida soy víctima o cómplice del sistema, de la sociedad, de nuestro tiempo; sacarlo y entonces sí, hacer literatura con eso.

-¿Estás dando muchas notas? ¿No te molesta quedar pegado como el escritor del reviente, como te titularon recientemente?

- Me gusta exponerme en los medios porque es una forma de dar batalla. Esta sociedad del consumo en la que estamos encerrados cuenta con los medios como constructores del relato y del mandamiento. Son nuestra biblia cotidiana. Como artista elijio la denuncia desde mi literatura pero también en la intervención por fuera de ella. Cada vez que doy una nota estoy interviniendo sobre esa realidad que construyen los medios. Es apenas un aporte, pero lo creo necesario. No me interesa ser un autor que escribe y se encierra en su casa para que sólo lo lean los entendidos, los especialistas u otros autores. Me interesan los artistas comprometidos con su tiempo, que además de entretener, de jugar con el lenguaje, de expresarse, también denuncian, molestan, corrompen el pensamiento único que nos llega impuesto a través de los medios de comunicación. Quiero que la literatura se reencuentre con la sociedad, tenemos que dejar de lado esa idea de que si vendo o si un producto es masivo es malo. Eso sólo hace que se acallen voces que deberían escucharse. Tiene que haber más artistas en los medios para equilibrar el exceso de discursos lavados, superficiales y banales que vienen desde el periodismo, la publicidad o ese género de opinador que nació no casualmente en los '90 y que son los "mediáticos". Un artista es una persona que molesta, que perturba, que desacomoda. Lo podés hacer en tu obra literaria o podés considerar que cada intervención tuya es parte de tu obra. Yo lo considero de ese modo. Todo lo que hago es parte de mi obra, sea publicado por mí o sea una entrevista en un programa de televisión. Asumo el riesgo, una vez más, pero prefiero eso a mirar para otro lado y refugiarme en una biblioteca. Hay una batalla cultural que dar. La vamos a perder, por supuesto, pero no podemos dejar de dar esa batalla desde el arte.

-¿Sos un escritor que necesita estar en crisis para escribir o podés hacerlo desde lo festivo?

- Yo creo que podés crear siempre si tenés ganas de crear. Desde lo que te da alegría hasta las penas. Sí me parece que está bueno que la primera etapa de cualquier escrito sea catártica. La literatura siempre empieza como en cualquier arte, por sacar afuera algo que te molesta, que te hace necesitar liberarte. Después viene la parte de la artesanía, de hacer algo con eso. Agarrar el cincel y empezar a pulir, a descubrir su forma. Cuando eso está listo, ya tenés el libro y ahí empieza el tercer paso, que debería ser que termine como producto. El vínculo entre arte y mercado existió siempre y es contradictorio pero inevitable. En una sociedad de consumo que pasa por el primer estadio de su estado más salvaje (todavía falta lo peor), quedan dos caminos: mirar para otro lado o hacer que las ideas que contradicen a esa sociedad de consumo circulen. Y circulan por fuera y por dentro del mercado. Es la única forma.

 

Fotos: Gentileza Prensa

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