Por PEDRO GARAY
En reuniones, en el trabajo, en bares, en situaciones de cortejo, como nunca antes, se charla de series de tevé norteamericana: estamos, coincide la crítica, ante una nueva edad de oro del medio. Y aunque se analiza más el fenómeno que las propias series, comienzan a crecer los críticos dispuestos a charlar de la otrora “hermana menor” del cine ya no como un mero entretenimiento pasatista, sino como una forma de arte.
Uno de ellos es Jorge Carrión: nacido en 1976 en Tarragona, España, novelista y crítico literario, autor de dos novelas (“Los muertos” y “Los huérfanos”), publicó en 2011 “Teleshakespeare”, libro que llegó el año pasado a Argentina editado por Interzona donde analiza este fenómeno del siglo XXI: las series de televisión.
“Vivimos en una época privilegiada, de muchísima creatividad. No es el fin de una época, sino el comienzo de otra. En cómic, videojuego, televisión, cine, literatura, arte, encontramos constantemente obras maestras. Somos privilegiados por tanta convivencia de lenguajes y obras y creadores interesantes”, opina el autor que, a partir de un grupo de series emblemáticas, desde “The Wire” hasta “Breaking Bad”, reflexiona en diálogo con EL DIA sobre las modificaciones que hacen particularmente valiosa a esta era.
Para hacerlo, Carrión se remonta en la primera parte de su libro a los precursores: series como “Twin Peaks”, que pavimentaron el camino hacia la actual explosión televisiva. “La tradición es siempre fundamental. En los 80 y 90 se configura la red de creadores, técnicos, productores, actores y actrices y van a ser los pilares de la explosión de la tercera edad de oro en 1999, con ‘The West Wing’ y ‘The Sopranos’”, explica el crítico sobre los orígenes de esta era, indispensables para comprender el presente.
Estas series anteriores al siglo XXI que configuran la prehistoria de la nueva televisión, una maquinaria mucho más sofisticada de narrar, autoconsciente y constantemente hurgando en el pasado herramientas para construir las estructuras de la ficción, se valieron para configurarse de tradiciones externas a la tevé, en aquellos años atomizada detrás del cine: el hermano mayor, Hollywood, fue una referencia indispensable, pero Carrión reconstruye una línea mucho más amplia, que incluye al cine y a la literatura de masas del siglo XIX, el folletín, en una historia de la narración.
“Yo creo que la literatura lo inunda todo. Es el lenguaje articulado y con voluntad artística más antiguo. Resigo la línea que une a Dickens con Griffith y a éste con la televisión de calidad de los años 50, porque me interesan las genealogías, las continuidades, que explican las rupturas relativas”, explica respecto a la genealogía trazada antes de comenzar a hablar de la tevé, sobre la que afirma: “Yo creo que las series son muy kafkianas y borgeanas, porque toda esa literatura está en nuestras miradas, como espectadores, sí, pero también en la de los creadores, a menudo licenciados por universidades de prestigio, buenos estudiantes de literatura o de escritura creativa”.
En efecto, si “Lost” abundaba en referencias al escritor argentino, diez años después “Breaking Bad” refería desde el título de un episodio al autor checo, confirmando la filiación.
Producto de esta herencia literaria aparece el “creador” de las series, a pesar de que se trata de productos realizados colaborativamente: Simon en “The Wire”, Abrams con “Lost”, Gilligan con “Breaking Bad”. “El ‘creador” de las series, en efecto, es un producto de marketing, porque son obras colectivas. Pero por alguna razón necesitamos pensar en el individuo genial, aunque sepamos que sea absurdo, para decidir que es una obra maestra”, opina Carrión.
OTRA VUELTA DE TUERCA
La ruptura presentada por las nuevas series, para el español, no es entonces tal, o al menos, no es total: “No se trata de un cambio radical. Sí una evolución. Formas más complejas. Elipsis más fuertes. Más saltos en el tiempo. Más tramas paralelas. Ruptura de tabúes sexuales y políticos”, enumera Carrión, siendo este último factor, el político, fundamental según el autor para explicar las series y su evolución, desde el mundo del 11 de septiembre en “24” hasta la solapada crítica a la política del terror de “Homeland”. “El éxito de las series es puro ‘soft-power’ norteamericano: el penúltimo intento de seguir influyendo en el imaginario global”, analiza Carrión.
La ruptura, además, es un instante, un momento, mientras que el éxito de las series continúa y se potencia: no se agota, gracias a lo que el crítico llama “giro manierista”, acto mediante el cual los seriales toman lo dado por la tradición y retuercen sus reglas, ampliando el universo de lo posible: una evolución que acompaña la de un espectador crecientemente más transmedia, menos atado a estructuras cerradas como son los géneros.
“El giro manierista es una vuelta de tuerca formal y conceptual para que no se agote la energía creativa. Las tres grandes nuevas series de 2014, ‘True Detective’, ‘Fargo’ y ‘The Knick’, o algunas inmediatamente anteriores, como “The Killing” o “Ray Donovan”, se pueden ver como giros manieristas de ‘Breaking Bad’ o ‘Mad Men’, y demuestran que el fenómeno sigue vivo. Yo diría que en estas últimas series, o en otras de gran nivel como ‘Juego de tronos’, hay un relevo generacional: creadores nacidos en los 70 que ya han crecido viendo series de altísimo nivel. Y toman el relevo.”