La editorial Interzona ha reeditado recientemente Villa Celina y El campito, los dos libros que llevaron a Juan Diego Incardona a ser reconocido como uno de los autores más destacados de la denominada Nueva Narrativa Argentina. La mayoría de los cuentos reunidos en los dos libros mencionados están situados, tanto espacial, como temporalmente, en una zona y un momento determinados: el oeste del conurbano bonaerense, en un presente que podría fecharse en el período que va desde la crisis hiperinflacionaria que devino en la renuncia anticipada del presidente radical Raúl Alfonsín, hasta la crisis hegemónica que culminó con la gestión de la Alianza, a cuyo frente se encontraba el presidente (también radical) Fernando De la Rúa, quien dejó a sus espaldas a más de 30 manifestantes asesinados tras la represión desatada por la policía luego de que se decretara el Estado de Sitio en diciembre de 2001. En ese presente neoliberal (aunque con permanentes saltos hacia el “peronismo clásico”) están situados estos relatos donde crece y protagoniza sus historias barriales el niño-adolescente-joven Juan Diego, personaje central de la narrativa de Incardona.
--¿Cómo te sentís al ver que libros tuyos, publicados hace varios años, se reediten?
Es un gran orgullo por un lado, un logro personal, un reconocimiento. Y también es una tranquilidad, saber que mis libros están en algún lado, que no quedaron en el olvido, que se sigan reeditando y leyendo.
--¿Te parece que en tu caso hay un aporte generacional a las miradas
literarias sobre el peronismo?
Sería muy pretencioso de mi parte pensarlo así; al escribir lo vivo de modo más simple: es vocacional y es creativo, y también autobiográfico. Por supuesto, el peronismo tiene un lugar importante en mi vida. Pero después las clasificaciones y las interpretaciones que puedan hacerse no me corresponden tanto a mí, sino a los lectores o los críticos.
--Cuando empezaste a escribir el gobierno de Néstor Kirchner daba sus
primeros pasos y hacía de la transversalidad una bandera política. Por
edad, el peronismo que conocías era el de Carlos Menem, o el de Eduardo Duhalde, que
se fue del gobierno tras los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. La
pregunta entonces es: ¿qué fue para vos el peronismo, en los años de
niñez y de juventud?
En realidad, en un barrio como Villa Celina el peronismo tiene algo de atemporal. Aunque es verdad que crecí en los 80 y 90, la cultura de la comunidad donde viví tiene muy incorporado el peronismo clásico. Hay conductas, formas de organizarse, arquitecturas, folklore y mitologías que provienen de los años cuarenta y cincuenta y que, en cierta medida, en una zona como La Matanza, se han conservado. Así que, aunque la coyuntura pudiera actualizarse con nombres como Duhalde, Menem y más tarde Kirchner, en lo doméstico, en la vida entre los vecinos, hay algo anterior incluso, de la vida política que además se ha transformado en cultura.
FICHA
Nacido en Villa Celina en 1971, hijo de un tornero italiano y una maestra argentina, el autor se crió en el barrio en el que nació, y allí realizó sus estudios primarios. Luego cursó el secundario en un colegio industrial. Si bien fugaz, su paso por la carrera de Letras en la Universidad de Buenos Aires (UBA) durante los primeros años del nuevo milenio no pasó inadvertida, ya que con otros estudiantes fundó en 2004 El interpretador, revista digital de literatura y crítica que duró cinco años. Después se hizo cargo de la coordinación del “área de letras” del Espacio Cultural Nuestros Hijos (ECUNHI), un lugar cedido a la Fundación Madres de Plaza de Mayo liderada por Hebe de Bonafini en el ex Centro Clandestino de detención que funcionó en la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA) durante la última dictadura cívico-militar (1976-1983), y que fue transformado en Museo de la Memoria en 2004.