[…] Si se encuentran plantas y flores torpes o desgraciadas, no las hay que se hallen enteramente desprovistas de sabiduría y de ingeniosidad. Todas se aplican al cumplimiento de su obra; todas tienen la magnífica ambición de invadir y conquistar la superficie del globo multiplicando en él hasta el infinito la forma de existencia que representan. Para llegar a ese fin, tienen que vencer, a causa de la ley que las encadena al suelo, dificultades mucho mayores que las que se oponen a la multiplicación de los animales. Así es que la mayor parte de ellas recurren a astucias y combinaciones, a asechanzas que, en punto a balística, aviación y observación de los insectos, por ejemplo, precedieron con frecuencia a las invenciones y a los conocimientos del hombre.
En este pequeño párrafo se condensa la esencia del libro La inteligencia de las flores y otros ensayos florales, de Maurice Maeterlinck publicado por la editorial Interzona.
A partir de lo que él llama algunas observaciones elementales,Maurice Maeterlinck pasará revista a todas las pruebas de inteligencia que nos dan las plantas. Y esta propuesta, así de sencilla, es la que guía las páginas de esta obra.
Se trata de un libro publicado por primera vez en 1907. Un libro de principios de siglo que todavía nos recuerda que la inteligencia no es patrimonio único del hombre. Maurice Maeterlinck, con una mirada poética, recorre el universo de las flores para describirlo y descubrirlo con ojos de enamorado.
En la amena lectura de esta obra es notable la poesía con la que Maurice Maeterlinck describe las numerosas huellas de una inteligencia perspicaz. Entre sus páginas nos encontraremos con la descripción minuciosa de mecanismos que de seguro conocemos, pero en los que no hemos puesto cabal atención. Desde los esfuerzos hacia la luz, pasando por los fascinantes mecanismos de las plantas acuáticas, los medios de defensa y también los aparatos que necesita la fecundación cruzada.
En ese recorrido invita a replicar su misma mirada. Las flores están allí, al alcance de la mano de cualquiera que tenga la disposición para prestarles atención, para dejarse maravillar por sus mecanismos milenarios. Para encontrar en esos artilugios una analogía que nos resuene familiar, cercana.
El autor aborda la vida de la naturaleza y el misterio del hombre como si fueran la misma cosa. Y claro que lo son. Sólo basta posar la vista sobre una flor, estudiarla con detenimiento, ponerse a su altura, en todo sentido, para finalmente comprenderla. Y en ella y a través de ese acto, quizás, comprender también la propia especie.
Maurice Maeterlinck (Gante, Bélgica, 29 de agosto de 1862 – Niza, Francia, 5 de mayo de 1949) fue un dramaturgo y ensayista belga de lengua francesa, principal exponente del teatro simbolista. Estudió leyes en la Universidad de Gante (Flandes). Fue autor de poemas, ensayos y obras de teatro, dentro del simbolismo y con frecuentes referencias a la muerte y el sentido de la vida. En 1911 recibió el Premio Nobel de Literatura y en 1949 la Medalla de la Lengua Francesa. Maeterlinck tiene una cierta influencia, a través de su teatro poético, sobre algunos autores españoles, como Federico García Lorca en sus obras teatrales tempranas.