LA MEJOR JUVENTUD
¡Señor, estamos solos ya no nos llamas!
¡Ya no nos miras año a año, día a día!
De allí nuestra tristeza de allí Tu esplendor,
por nuestro mal no sientes cólera ni compasión.
Nada de treinta tentáculos, nada cambió,
el pueblo se unió y unido combate,
¡pero nuestro mal es el mal de cada uno de nosotros
y.repartir bien o mal solo Tú sabes hacerlo!
¡Días de trabajo! ¡Días muertos! Lleva la carreta
hacia la estación por la plaza tranquila,
y se detiene delante de la escalinata nueva
chirriando sobre la grava que calienta el pobre sol.
Están cerrados los cerrojos, dos camiones esperan
quietos entre los cascotes, entre setos de acacias secas,
y una viejita empuja la carretilla apretando
jadeante, la punta del pañuelo entre los dientes.
El joven con la armónica baja de un salto tocando
y el jovencito que tiene al lado la fusta
le da heno al caballo, luego entra bailando
detrás de los demás arrogante a la barra.
'Un poco borrachos cantan a la mañana temprano
con los pañuelos rojos apretados alrededor del cuello,
después pide ronco cuatro litros de vino
y café para las muchachas que callan llorando.
Vengan, trenes, carguen a estos jóvenes que cantan
con sus camisas inglesas y las remeras blancas
Vengan, trenes, lleven lejos a la juventud
a buscar por el mundo lo que aquí perdieron.
Lleven, trenes, por el mundo, echados del pueblo,
a estos alegres muchachos que no volverán a reír.
EL SOLDADO DE NAPOLEÓN
“Adiós, adiós, Casarra, me voy por el mundo,
Padre y madre dejo, me voy con Napoleón.
Adiós, viejo pueblo, y amigos jovencitos,
Napoleón llama..a la mejor juventud”.
Cuando se levanta el sol, al primer clarear del día,
Vincenzo con su caballo a escondidas se fue,
A caballo corría, a orillas del Tagliamento
por los terraplenes de Codroipo, por los bosques de Camino,
Y cuando llega el mediodía, bajo el sol agobiante,
Vincenzo se presenta a Napoleón.
Cuando pasaron siete meses están en medio del hielo
conquistando Rusia, perdidos y abandonados,
cuando pasaron siete días están medio
de la gran Polonia, perdidos y prisioneros.
Asustado el caballo huía en la nieve
y sobre él Vincenzo deliraba:
mojaba la nieve con una línea de sangre,
se tapaba los ojos con la mano roja.
“Detente, caballo, detente te ruego,
Que es hora de que de una gavilla de heno”.
El caballo se detiene y mira a su amo,
Que ya se muere de frío, con su ojo calmo y bueno.
“Quédate quieto, viejo, quédate quieto, que quiero lavarte
Aunque muera de frío y esté desesperado”.
Con la bayoneta le abre el vientre
y mete allí dentro la vida que le queda.
Susanna con su padre pasa por allf sobre un carro,
y ve al joven entre las vísceras del caballo.
“Oh, padre, salvemos a este pobre soldado
que muere en Polonia abandonado por todos”.
“¿Quién eres, soldado, que has venido desde tan lejos?”
“Soy Vincenzo Colussi, un joven italiano,
y quiero llevarte de aquí apenas me haya curado,
porque en el pecho con los ojos me has herido".
“No, no, no me voy porque me caso en Pascua,
no, no, que no me voy, porque esta Pascua estaré muerta”.
El domingo de los olivos, los dos lloraban,
y uno y la otra se vefan llorar desde lejos.
El lunes Santo se ven a escondidas en el huerto,
y como dos palomas se dan un beso.
El jueves Santo, cuando nacen las rosas y las flores,
escapan de Polonia para saciar su amor.
El domingo de Pascua cuando todo el mundo canta
llegan enamorados a la tierra de Francia.
Estos dos poemas de Pier Paolo Pasolini integran el volumen La nueva juventud, que acaba de publicar Interzona con
traducción de Guilemmo Piro. Fue publicado en 1975, el año de su asesinato, y reunió las poesías frlulanas de La mejor
Juventud (1953) y Segunda forma de la mejor juventud (1974), además de poemas inéditos hasta ese momento.