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Latinoamericanismo, ensayo y militancia intelectual

La seducción de lo diverso hace honor a su nombre: las cinco secciones en las que se divide este libro agrupan desenfadadamente ensayos que atañen a los más variados temas, desde el modernismo y el boom, hasta la obra de Antonio Candido o el urbanismo latinoamericano. Sin embargo, detrás de una heterogeneidad dentro de la cual la autora se mueve con solvencia, hay dos o tres preocupaciones centrales que unifican los diversos artículos y que articulan este libro con el resto de la obra y la labor académica de Marcela Croce, de quien este ensayo nuclea los diez últimos años de producción como escritora, investigadora y docente.

Por Solange VictoryFacultad de Filosofía y Letras (UBA)

La primera de esas preocupaciones es el latinoamericanismo, definido desde el prólogo como una militancia intelectual de la autora. El segundo de los intereses es la aplicación de la metodología de la comparación no solamente a la dimensión literaria (como anuncia el subtítulo) sino a diversos objetos de análisis como el cine, las ciudades, el ensayo y la crítica, así como la puesta en relación de la literatura con otras artes.

Ambos intereses se aúnan en otra voluntad central que recorre La seducción de lo diverso: la supranacionalidad como objetivo y como necesidad que caracteriza el intento de una definición de lo latinoamericano, pensado como fenómeno que supera las fronteras patrias de los países que constituyen nuestro subcontinente. Desde esta voluntad, el libro adquiere un cierto tono de “estado de la cuestión” crítico sobre proyectos que, desde diferentes perspectivas y dimensiones, intentaron pensar Latinoamérica como unidad y como identidad: la teoría, la crítica, el ensayo, la literatura y los proyectos editoriales, entre otros. Frente a los modelos que critican lo metropolitano pero sin invertir las categorías coloniales que definen la mirada imperial, Croce privilegia los proyectos que se oponen a la dependencia cultural (y no solo cultural) de Latinoamérica. De este modo, deja de lado los últimos gritos de la moda en lo que a teorías y corrientes intelectuales se refiere (poscolonialismo, posmodernismo, teoría queer, etc.) para remitir sus indagaciones a fuentes ya hoy clásicas de los estudios culturales latinoamericanos y, aunque muchas veces injustamente olvidadas por la academia actual y siempre soslayadas en pos de las novedades, indudablemente ineludibles para cualquiera que se dedique a la disciplina: Pedro Henríquez Ureña, Mariano Picón Salas, Antonio Candido y David Viñas son solo algunos de los nombres que Croce se dedica a vindicar desde una perspectiva novedosa, que actualiza sus propuestas, las sitúa en el contexto contemporáneo y las coteja con los aportes de las nuevas escuelas.

El tono de la escritura delata dos filiaciones insoslayables: tributando a la vez al género ensayo y a la polémica, el libro responde a la temprana formación de Marcela Croce con dos maestros que los ensayos (nunca complacientemente, siempre con justicia) recuperan: Nicolás Rosa y David Viñas. Si del segundo queda el estilo belicoso y aguerrido de una escritura que no perdona ninguna contradicción y coloca en un lugar central a lo ideológico; del primero se reconoce sobre todo un objeto de estudio novedoso (al que Rosa se dedicó tanto con sus equipos de investigación como en los programas de Teoría literaria III en la facultad durante los noventa): hacer crítica de la crítica literaria y ensayos sobre el género ensayo, es decir, la incursión en el género del ensayo y la crítica comparados.

Tenaz en sus convicciones, La seducción de lo diverso coloca como intelectual faro a Ángel Rama. En “Ángel Rama: una teoría literaria para los países dependientes”, artículo que abre la cuarta parte del libro y que es su centro neurálgico, se dedica a revisar la obra completa del ensayista y crítico uruguayo, cuya presencia en el resto de los artículos es innegable y explícita. Croce apunta a recuperar sus postulados como pioneros en la investigación cultural latinoamericana, señalando el modo en que muchas veces los estudios posteriores vinieron simplemente a expandir nociones ya desarrolladas por él, pero sin reconocerlo como antecesor ni como fuente. En este sentido, la presencia de Rama pareciera por momentos ajustarse a la propuesta borgeana de “Kafka y sus precursores” dado que muchos intelectuales posteriores (entre ellos, los representantes del poscolonialismo, que desarrollaron teorías ya contenidas en la noción de “transculturación” ramiana; o Josefina Ludmer en su El género gauchesco: un tratado sobre la patria) solo habrían venido a iluminar la genialidad de las anteriores intuiciones ramianas.

La primera parte del libro, “Utopía intelectual”, se dedica a consideraciones de orden teórico y metodológico, y define sus adhesiones y rechazos. Luego de repasar las diversas formulaciones de las literaturas comparadas en Europa y de definir la utilidad de la adaptación crítica del método a territorio latinoamericano (“La comparación como fundamento de la supranacionalidad”),[1] Croce establece no solamente la necesidad de la comparación como “teoría original” para Latinoamérica, sino asimismo su inevitabilidad: estudiar la literatura latinoamericana implica trabajar en un orden supranacional que, indefectiblemente, supone múltiples intersecciones (“El método de la utopía de América”). Este capítulo acomete una crítica al poscolonialismo como teoría importada de los EEUU, que no supera los postulados imperialistas sino que los presupone, aunque Croce considera útiles algunas categorías como la crítica a la noción de “flujo” que realiza Mary Louise Pratt y al concepto de “hibridez” que lleva adelante Nelly Richards. Después de señalar las paradojas de un movimiento que critica el imperialismo pero desde los lugares de poder que brindan las cátedras de universidades norteamericanas, Croce sienta los precedentes de la teoría original que pretende construir: el ya mentado Rama, Antonio Candido y Roberto Schwarz (“Hacia una independencia de los estudios latinoamericanos”) y propone nuevas miradas sobre el continente (“Dos hipótesis (y varios desafíos) continentales”) que ya no reproducen la mirada imperial sino que la desafían. El último artículo, dedicado al cine infantil de Hollywood indaga un contramodelo para los estudios americanos: en él se compendian todos los tópicos de una mirada complaciente con las imágenes que, desde el centro imperial, difunde sobre América Latina ese gran productor de estereotipos y clichés sobre la región que es Disney y su industria cultural.[2]

En “Fantasías memorables”, segunda parte del libro, la autora acomete la revisión de proyectos editoriales que trascendieron la mera voluntad mercantil y que se propusieron dotar a América Latina de un canon literario y, por lo tanto, imaginar para ella una identidad (desde un postulado que tributa al romanticismo, dado que imagina que el “alma” de un pueblo puede estar expresada en sus producciones estéticas). Con este fin, después de algunas consideraciones sobre “lo clásico” tal como lo entiende Ítalo Calvino y sobre las formulaciones canónicas que realizaron Ernest Curtius, Erich Auerbach y Harold Bloom, este último como objeto de dura crítica, Croce lee los objetivos y las listas de obras diseñadas por la Biblioteca Americana de Pedro Henríquez Ureña durante la década del cuarenta, la Biblioteca Ayacucho dirigida por Ángel Rama en Venezuela desde 1974 y la Colección Archivos de la Unesco durante los ochenta.

La tercera sección, “Unidad en lo variado”, contiene varios ejercicios y ejemplos concretos de aplicación de esa teoría original que Marcela Croce buscaba definir en la primera parte del libro. La comparación opera en este apartado para leer varios momentos y fenómenos de supranacionalidad que implicaron equivalencias a nivel continental, es decir, que involucraron a América Latina como un conjunto. En primer lugar, “Indagación del ‘alma criolla’ en los estilos locales” se dedica a las obras de Pedro Henríquez Ureña y Mariano Picón Salas como antecesores de la noción de “transculturación” que luego conceptualiza Ángel Rama. La comparación entre el dominicano y el venezolano se establece a partir de la misma vocación esencialista que define a sus producciones cuando intentan situar en el centro del “ser” latinoamericano la cuestión criolla, es decir, la problemática de la mezcla de lo autóctono y lo foráneo (conflicto fundador en zonas colonizadas) como definitoria de la identidad de Nuestra América.

“Profanaciones prosaicas o la descendencia estilizada del modernismo” y “La conjura de los necios: alineados y alienados frente al boom” se dedican a esos dos momentos cruciales de la historia estética americana que nombran los títulos, como fenómenos no solamente de religación continental, dado que afectaron a la mayor parte de los países latinoamericanos, sino también de originalidad y reversión de los tradicionales modos de intercambio metrópolis-colonia: ambos fueron movimientos iniciados en las antiguas colonias y exportados a los ex imperios. El artículo sobre el modernismo se focaliza en las extensiones y reverberaciones que en la contemporaneidad del campo literario sigue teniendo este fenómeno a partir de la lectura de autores como Juan Villoro, Fernando Vallejo y José Donoso. En cuanto al estudio sobre el boom, el trabajo de Croce vuelve a asumir el formato de “estado de la cuestión” (pero también de “ajuste de cuentas”) tan caro al libro que leemos y se presenta como un minucioso estudio que analiza los aciertos y, sobre todo, los errores de la bibliografía ensayística sobre los años sesenta y setenta en Latinoamérica: recorre los clásicos libros sobre el tema de José Donoso, Luis Harss, Claudia Gilman y Ángel Rama.

“Los dioses aztecas siguen pidiendo sangre: un profeta, un vidente y un descreído en la región más transparente” revisa los posicionamientos en el campo intelectual mexicano de Octavio Paz, Carlos Fuentes y Carlos Monsiváis en torno a la Masacre de Tlatelolco. El tercer capítulo se cierra con un estudio sobre “Ciudades latinoamericanas” que es un claro ejemplo del tono ensayístico que identificamos en el libro. Si el ensayo comienza retomando los postulados de Lewis Mumford y del José Luis Romero de La ciudad occidental desde una perspectiva teórica, también recorre el género urbano de la crónica a partir de las producciones decimonónicas de Olavo Bilac sobre Río de Janeiro y tiene asimismo tiempo para detenerse en el ensayo del peruano Sebastián Salazar Bondy, Lima la horrible. De esta manera, Croce plasma en su propia escritura aquellas virtudes que elogiaba en otros ensayistas y que propugnaba para la crítica:

Si, como sostenía Roland Barthes, escribir es un verbo intransitivo, la crítica no puede distinguirse de la literatura como ejercicio de escritura, en especial cuando se entrega al ensayismo y en lugar de ofrecer hipótesis bien delimitadas según las reglas de la academia, se expande en tesis desaforadas que persiguen menos la corroboración que la aceptación por pura preferencia estética (Croce, 2015: 225).

Un cuarto capítulo titulado “Crítica y ensayo” incursiona en el terreno novedoso del “ensayo comparado” y toma como objeto de estudio a la crítica literaria, recuperando una tradición fundada, como ya hemos mencionado, por Nicolás Rosa. La atención dada a las producciones ensayísticas latinoamericanas revela conciencia de que las operaciones críticas son las que, en el fondo, constituyen en gran medida lo que conocemos como una literatura nacional. “Antonio Candido y David Viñas” desarrolla un contrapunto entre las producciones del crítico brasileño y el argentino, basado en la característica común de ser obras de referencia académica e intelectual en sus respectivos contextos y en la voluntad que ambos tuvieron de crear una nueva historia de la literatura de sus respectivas naciones (voluntad que también convoca a la propia Marcela Croce y define otro de sus grandes intereses intelectuales). En este estudio, Croce resalta ante todo las diferencias entre las obras de Candido y Viñas, y niega así en la práctica que la comparación se deba basar meramente en el juego de las semejanzas.

“‘Estudios de género’: dos mujeres en pugna en la crítica literaria argentina” tiene como objetivo leer las obras de Beatriz Sarlo y de Josefina Ludmer. A diferencia del artículo sobre Candido y Viñas, donde resaltaban las comparaciones, en este ensayo Croce primero revisa la obra de Sarlo y luego, por separado, la de Ludmer, y es igualmente crítica de ambas, más benevolente con Sarlo (cuyo afán de pensar la literatura siempre en relación a la serie social es más compatible con las propias convicciones de Croce), con varios resguardos en cuando al modelo crítico propuesto por Ludmer. Finalmente, en “Pampa bárbara, Casa Grande, Hombre Cordial”, Croce compara producciones argentinas y brasileñas de lo que, durante la década del treinta, se conoció como ensayística del ser nacional, una corriente de raigambre esencialista, que retoma la cuestión criolla ya planteada en el artículo sobre Henríquez Ureña y Picón Salas, y que tiene como exponentes, en Argentina, a Ezequiel Martínez Estrada y, en Brasil, a Gilberto Freyre y a Sérgio Buarque de Holanda.

A diferencia de la mayoría de los demás artículos de La seducción…, la quinta parte  (“Género trasandino y especies transplatinas”) está compuesta por dos estudios sobre autores individuales: Marosa di Giorgio y Pedro Lemebel. Esta sección resalta y resulta interesante ante todo por su reticencia a leer la literatura de estos autores desde las perspectivas más difundidas para trabajar con sus obras: esto es, los estudios de género, feminismo, teoría queer y demás jergas a la orden del día. Frente a estos abordajes, Croce se detiene en otras variantes del “género” en tanto indaga la producción de Marosa desde la posible constitución de un maravilloso latinoamericano y, en el caso de Lemebel, lee las inflexiones del gótico, el barroco y la crónica en su literatura. Con respecto al autor chileno, este estudio podría ser el puntapié inicial para un futuro trabajo similar al que encontramos en la tercera sección acerca del modernismo, sobre todo cuando aventura las relaciones con el neobarroso definido por Néstor Perlongher en la región rioplatense, que estudiara las repercusiones contemporáneas de corrientes y tendencias, como el barroco o el modernismo, que definen series propia y originalmente latinoamericanas.

La seducción de lo diverso de Marcela Croce resulta un libro de gran utilidad y de referencia indispensable para el estudioso de la literatura local y para el latinoamericanista, que no solo lo pondrá en contacto con textos tan valiosos como centrales de los estudios culturales sobre Nuestra América, textos que hoy, avasallados por el maremágnum de lo nuevo y efímero, no se dan fácilmente a la lectura; sino también con un estilo ensayístico aguerrido y polémico, que incentiva a la discusión y a la reflexión sobre lo latinoamericano.

Bibliografía

Croce, Marcela (ed.) (2010). Latinoamericanismo. Historia intelectual de una geografía inestable, Buenos Aires, Simurg.

(ed.) (2011). Latinoamericanismo. Una utopía intelectual. Buenos Aires, Simurg.

(comp.) (2013). Latinoamericanismo. Canon, crítica y géneros discursivos, Buenos Aires, Corregidor.

(2015). La seducción de lo diverso: literatura latinoamericana comparada. Buenos Aires. Interzona.

 [1] Sin desconocer el origen europeo de esta disciplina, y, justamente, en actitud abiertamente polémica con la perspectiva que asevera que la comparación solo puede realizarse entre diversos idiomas y entre una literatura considerada “modelo” frente a otra considerada “copia” o “periferia”, Croce se propone un ejercicio de comparatismo desde Latinoamérica, en el que conceptos como el de “transculturación” permiten llevar adelante la voluntad de generar una teoría original que no excluye lo “ajeno” sino que supone que en Latinoamérica lo “ajeno” no puede sino ser reelaborado como propio, produciendo, en esa apropiación peculiar, un producto necesariamente original que descree de las divisiones entre el modelo y la copia. Para mayores precisiones, es necesario remitirse al volumen Latinoamericanismo. Historia intelectual de una geografía inestable donde Croce propone la tergiversación de “la metodología de los centros imperiales” (Croce, 2010: 11) para lograr sacar a Latinoamérica de la posición subordinada que tiene en los estudios comparativos realizados desde las metrópolis. Para ello, asevera, es necesario tanto eliminar “la categoría colonial de influencia” (11) como rechazar la homogeneidad atribuida al continente en nombre de una heterogeneidad restituida por sus propios protagonistas.

[2] La autora ya había dedicado un libro completo a la problemática en El cine infantil de Hollywood (2008).

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