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Libro: “La Organización Negra” de Malala González

Por Daniel Gaguine / En los últimos años, la década del 80 se ha convertido en un punto de referencia para diversos estudios políticos, sociales y culturales. Dentro de este último ítem, hubo diversas publicaciones de música y teatro pero (siempre hay un “pero”) faltaba algo con respecto a la Organización Negra.

Malala González, reconocida actriz e investigadora, encaró la ardua –y hermosa- tarea de de realizar una investigación de primer nivel sobre un combo tan misteriosos como venerado. El origen de la misma fue la tesis doctoral en Historia y Teorías de las Artes (Facultad de Filosofía y Letras –UBA-).

La minuciosidad de González en la tarea es tan destacable como digna de admiración. El recorrido que hace, abarca distintas etapas del grupo, que va más allá de la cronología de los hechos.
LON vive no solo en su investigación del hecho artístico sino en las actividades paralelas del grupo y su contexto.

Desde el momento en que se alude a LON como “performances urbanas entre la vanguardia y el espectáculo”, se inicia un camino atrapante tanto para aquél que fue coetáneo al grupo como quien supo leer de las actividades que realizó en su momento y trascendieron el tiempo. La precisión de aquella definición es la que se acerca más a lo que, en realidad, era. Fue y sigue siendo muy difícil definir a LON (¿acaso habría que hacerlo?). Es menester recordar que aparece con un discurso absolutamente contestatario y opuesto al optimismo que atravesaba a la primavera alfonsinista. Mientras todos decían que estaba todo bien, ellos sostenían todo lo contrario. Sus ámbitos de pertenencia y de acción eran variados. Intervenir y tomar la calle a través de las más diversas formas. Jóvenes que vomitaban en perfecta sintonía, frente a la mirada atónita de los automovilistas. Será el shock en los espectadores algunas de sus características. La ruptura con las formas de percepción del arte y el rechazo a pertenecer a un espacio determinado dentro del campo teatral como el respeto a tradición dramatúrgica preestablecida fueron algunos de los estandartes que esbozaron en su momento. Esto no les impedía cerrar el año en Cemento junto con Sumo. Al respecto cabe señalar la pregunta si LON no estaba más cerca del rock que del propio teatro, del cual habían salido.

Las variadas etapas de LON son abordadas con precisión quirúrgica que se extiende en los reportajes realizados como por la investigación que se llevó a cabo. Cada una de las páginas del libro es una invitación a sumergirse tanto en LON como en esos años 80 tan idealizados pero a través del prisma de un colectivo cultural que miró siempre con desconfianza la alegría imperante. No creían en eso al igual que en su mirada política –no partidaria- haciendo hincapié en la heterogeneidad del universo urbano que habitan. Pero siempre fue a través de formas complejas que iban más allá del impacto del golpe de primera vista. Eso se aprecia en “El vomitazo”, el salvataje del “Chanchazo” o “La procesión”
La segunda etapa en la vida de LON tiene los hitos de dos performances interventoras de dos edificios públicos. Tal fue el caso de “UORC” y “La tirolesa” que utilizaron a la Facultad de Ingeniería de la UBA y el Centro Cultural Ciudad de Buenos Aires (actual Centro Cultural Recoleta). La intervención del espacio público estaba en directa sintonía con la irrupción con la que venían trabajando pero ahora atravesado por el carácter institucional de los edificios. Era otra forma de “shockear” y desconcertar. Era “poner el cuerpo y el bocho en acción” en pos de la forma en que ellos encaraban su arte y su relación con su contexto aunque no estaban exentos de sufrir las consecuencias de los cambios políticos de la época. En un punto fueron visionarios con respecto a lo que vendría a posteriori con el menemismo.

Por otra parte, y es un aspecto a tomar en consideración es el análisis que se hace de “lo” público como “el” público. Será en la segunda etapa donde entran a jugar categorías como “lo colectivo/común”, “lo visible/manifiesto” y “lo accesible” para todos, que terminan determinando que sería el tan mentado “público”.

LON fue (y es) mito y leyenda. Sus intervenciones al Obelisco o en Recoleta siguen siendo recordadas. Más aún cuando forman parte de los eventos más importantes de la época llevándolos al exterior del país. Pero siempre habrá alguien que podrá recordar a esos “que vomitaban” o aparecían en medio de Cemento, con “una locura terrible”. Nuevas formas de creación de sentido surgían a partir de la búsqueda constante y un espíritu que no dudaba de lanzarse a la experimentación, sin ningún tipo de prurito al respecto.

Para finalizar, es ineludible pensar en voz alta y hacer la mención constante de un pasado no pisado y muy recordado y un presente que siempre mira para atrás como si buscase aquello que no se puede encontrar ahora en la actualidad. En esas aguas, transita el legado de LON. Va y viene en el tiempo, como esas mareas que traen lo ocurrido con un brillo que reluce aún más en los tiempos actuales y modernos de cierta chatura creativa.

Con una edición cuidada, “La Organización Negra” es un libro de lectura obligatoria, que desmenuza con detalle lo que fue (y es) una referencia ineludible de la cultura de los años 80, cuya influencia se mantiene al día de hoy.

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