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«Lo innecesario suele vestirse de seriedad y de profundidad»

Esther Peñas / Madrid

Hacerse pasar por muerto, un asunto recreado con cierta frecuencia en la literatura. ¿Y quién no ha degustado esa idea? Sergio Bizzio (Villa Ramallo, Argentina, 1956) retoma esa trama para mostrarnos a un escritor fatuo, impostor, tramposo que aprovecha una serie de contingencias para falsear su muerte. Con ráfagas de delirio y de retranca, el resultado es un texto fantástico, El escritor comido.

Quien escribe pensando más en las ventas y en sus beneficios que en la narración misma, ¿es un escritor?

No pensar en las ventas no te convierte en escritor, del mismo modo que pensar principalmente en ellas te convierte más que nada en comerciante. Un verdadero escritor está tan ocupado con lo que escribe, que los cálculos sobre el efecto público o sobre los beneficios de lo que hace es algo para lo que nunca hay tiempo. Un amigo mío decía: “Al tiempo hay que dejarlo para más adelante, como al dinero”. 

¿Cómo se detecta una impostura al escribir?

Bueno, es lo que suena falso, y más que nada innecesario, porque lo falso es ni más ni menos que eso, pero lo innecesario suele vestirse de seriedad y de profundidad, aunque el sentimiento sea verdadero. El mensaje, lo alegórico, lo asertivo, estas tres cosas andan siempre juntas. Son las tres columnas de la solemnidad, que a veces se presenta como sabiduría popular y a veces como revelación exquisita. Y en la base, girando entre las columnas y echando vistazos seductores hacia atrás como el Tadzio de Muerte en Venecia, está el Tema, esa garantía sin la que nadie parece dispuesto a mover un dedo, ni escritores ni lectores. 

¿Hasta qué punto uno puede ser realmente otro?

Hasta el punto en el que se encuentra consigo mismo. Es el “yo es otro” de Rimbaud ¿no?

¿Cuándo conviene dejar de ser uno?

Se me ocurren varias respuestas, pero todas son trágicas y deprimentes. Pasemos a la siguiente.

Que alguien se enamore de un tigre recuerda al oso del que Raymond Roussel hace enamorarse a uno de sus personajes…

Es que viene exactamente de ahí. El escritor comido narra la peripecia de un escritor muy mediocre, Mauro Saupol, que ha construido su «obra» a partir de obras ajenas y que un día decide hacerse pasar por muerto para ver qué se dice de él. En la novela todo es transfiguración. Saupol pasa de vivo a muerto, de autor famoso a perfecto desconocido, de la ciudad a la selva, y de varón a mujer. Esos cambios de escenario se corresponden también con un cambio de géneros: de la novela de aventuras a la novela fantástica y al drama. Y como los libros de Saupol están construidos con lugares comunes de corte espiritual y a partir de robos y saqueos, me gustó la idea de contar su historia a través de «versiones» de otras obras. Las principales son Impresiones de África, de Raymond Rousell, En el corazón de las tinieblas, de Conrad, y Muerte en Venecia, de Thomas Mann.

¿Cómo detecta si una historia sirve para un guion de cine o para una novela?

Ah, eso es muy fácil para mí, porque solamente escribo guiones por encargo. Así que cuando firmo un contrato con un productor o un director no hay ninguna duda sobre el formato de la historia. Nunca me ha ocurrido que, escribiendo un guión, aparezca algo que me lleve a la literatura. Por otra parte, en muy pocas ocasiones tuve una historia en mente antes de sentarme a escribir un cuento o una novela. Empiezo con nada, una imagen, una frase, una atmósfera. A partir de esa nadería poco a poco asoma algo, algo que va tomando cuerpo, en el mejor de los casos, o que se diluye sin dejar rastro, y hay que volver a empezar.  

¿Escribir es vivir o mientras uno escribe deja de vivir?

Escribir si se ha dejado de vivir es imposible, a menos que uno finja su muerte, como hace Saupol, aunque él no para escribir sino para ver qué escriben los otros sobre él. Escribir es vivir, siempre y cuando lo que se escribe esté vivo también.  

¿Cuánto de azar interviene en el proceso de escritura?

Muchísimo. Las mejores cosas son las que aparecen de pronto, sin aviso -lo imprevisto, que asoma como de entre los pliegues de la historia- y lo que uno encuentra en los desvíos cuando mira a un lado y al otro para ver qué hay.

¿Qué autores españoles lee, de leer alguno?

Desde hace tres o cuatro días estoy leyendo a Luis Magrinyá, una edición de Cuentos de los 90, editado por Caballo de Troya, que reúne todos sus relatos. Es lo más singular e inusual que he leído hasta ahora de un escritor español contemporáneo.

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