La Organización Negra: performance y ciudad de los ochentas latentes
Se empaparon de performance, teatro y rock, del punk de los 80, de la noche porteña y sus espacios alternativos, del shock y lo under, de la democracia y lo democrático, del conservatorio, la fiesta, el espacio público, del cuerpo como soporte, de lo grupal, de la vanguardia, el dadaísmo, el anarquismo y lo político, del espectáculo, las crisis económicas y la posdictadura. Sí, de todo esto (y mucho más) se empaparon al conformarse como grupo dentro de la Escuela Nacional de Arte Dramático, allá lejos y hace tiempo, en 1984. Hoy, a treinta y un años de aquel nacimiento, La Organización Negra (LON) −disuelta en 1992− sigue latente en la memoria de muchos que tuvieron la oportunidad de verla en acción. Sin embargo, para los que no tuvieron ese gusto, aquí va el dato de un libro que retoma su trayectoria performática en clave urbana. Una manera de capturar aquellas postales efímeras, estéticas e inéditas de la ciudad, aún vigentes.
Reconstruir a partir de múltiples relatos
A partir de fotos, volantes, programas de mano, bocetos, notas periodísticas y demás materiales guardados como archivos personales −que supieron sobrevivir a diversas mudanzas y resistir al paso del tiempo o a la humedad de placares en cajas o carpetas apiladas−; a partir de entrevistas realizadas como Historia Oral para la ocasión; y junto a una cuota de bibliografía teórica al respecto para emprender críticamente el estudio elegido, es que ha sido posible trazar un recorrido sobre la historia de LON. Ir tras aquello pasado implicó un trabajo de muchos años que, embarcado a partir de una tesis doctoral en la UBA, fue desempolvando poco a poco el recuerdo y trayendo la experiencia otra vez a la memoria. Una memoria cultural, urbana, sociopolítica y teatral que fue leída según tres etapas, a partir de los diferentes tipos de espacios intervenidos.
El libro en cuestión aborda esas tres etapas grupales: espacios públicos, edificios públicos y monumento público (más una coda que también incluyó un teatro oficial). En cada momento los espectadores de LON fueron modificándose: los hubo transeúntes casuales y desprevenidos, los hubo más ligados a la música y al rock de aquellos años, los hubo estudiantes y hasta familias enteras no quisieron perderse cómo lograban caminar (sí caminar) por el Obelisco en un plano inclinado que desafiaba la gravedad. Con el paso del tiempo, incluso la misma conformación grupal fue alterándose. Sin embargo, LON siempre supo mantener una cosa: el diálogo con el espectador estéticamente cautivante, que le significó ubicarse en el límite más o menos esperable de aquello llamado teatro.
Los inicios, hacer para ganarle a las vidrieras
Los primeros años de LON estuvieron atravesados por la experimentación. Eran jóvenes que buscaban un modo (otro) de expresarse, corriéndose de lo teatral convencional, pero indagando en algunas de sus formas. Performáticamente la exploración del lenguaje escénico los encausó hacia la calle, hacia el espacio público periférico. Allí sus intervenciones urbanas −apoyadas en lo corporal− se proponían “parar el mundo” en plena hora pico. Eran los primeros años de la posdictadura cuando recién se habilitaba ese juego de miradas capaces de llamar la atención y ganarles a las vidrieras, repensando y restituyendo el vínculo con los otros. Estas escenas sorprendían, shockeaban y abrían preguntas ¿Quiénes eran ellos? ¿Por qué hacían lo que hacían? Un primer momento atravesado por la efervescencia democrática, las ganas de hacer y de decir, sin palabras, sino corporalmente sobre el asfalto.
Uorc en Cemento, ser teloneros de Sumo
Estamos en 1986. La otra etapa grupal vino de la mano del éxito suscitado con UORC− teatro de operaciones, performance que realizaron los jueves en Cemento durante dos años consecutivos. Los jóvenes asiduos al rock hacían cola para verlos en aquella guarida cultural, en la que también iban para escuchar a sus bandas preferidas.
Me verás volar por la ciudad de la furia
Sin duda, fue una imagen paradigmática, inolvidable e irrepetible del emblemático Obelisco. La performance antigravedad de LON logró cautivar a más de treinta mil personas en la vísperas navideñas de 1989. Sí, entre la hiperinflación, el cambio de gobierno, y otras cuantas circunstancias sociopolíticas operantes, LON llevó su arte hasta la cima de los espacios públicos, generando un teatro alejado de lo antropomórfico. Reptar por la ladera, danzar en el aire, colgarse con tirolesas y dominar el espacio aéreo fueron parte de esta intervención donde no sólo el aire, sino también el fuego y el agua complementaban el espectáculo visual. Entonces, la escena que antes se vivía directamente sobre la calle, ahora se alejaba en una representación monumental. La postal efímera recreada, pero también los modos de mirar y evocar lo intangible latente −como usos de la memoria cultural y urbana− ahora se vuelven parte del asunto. Después vinieron invitaciones internacionales, otras cimas de espacios públicos por explorar y hasta ser parte de la programación del Teatro San Martín. Luego de su desenlace, con el tiempo, vinieron otras derivas grupales (como De la Guarda o Fuerza Bruta) y otros escenarios.
Por todo esto y mucho más, la trayectoria entre la vanguardia y el espectáculo de estas performances urbanas de LON sigue dando que hablar tres décadas después. Para aquellos interesados en conocer más sobre LON, en recordar aquellas épocas y evocar esas postales efímeras pero contundentes para la retina, va el dato completo del libro para seguir leyendo: La Organización Negra. Performances urbanas entre la vanguardia y el espectáculo, de Malala González, editado por Interzona en 2015. Ver muestra del libro disponible en: interzonaeditora.com
La presentación del libro se realizará el 24 de noviembre a las 19.30hs. en el Teatro Del Pueblo, Av. Roque Sáenz Peña (Diagonal Norte) 943. Entrada libre y gratuita.