Por Martin Kasañetz
En la contratapa de esta descarnada novela existe una referencia a Hannah Arendt enunciando lo que ella denominaba como “la banalidad del Mal”. En Clandestinidad, Gustavo Dessal parece retomar esta idea para crear un personaje aterradoramente similar a las características del alto jerarca nazi que analiza Arendt en su libro Eichmann en Jerusalén. El personaje que construye Dessal, sin ningún tipo de particularidades que lo lleven a tener predisposición al mal, forma parte de las tareas de campo de la maquinaria asesina de la última dictadura militar en la Argentina.
No presenta los rasgos de una persona con carácter retorcido o mentalmente enferma sino que sus actos son resultado del llano cumplimiento de órdenes. Este hombre –que parece flotar ausente entre los ángeles asesinos con los cuales se vincula– va involucrándose cada vez más en algo que no llega a dimensionar debido a su falta de conexión con la vida. Como una especie de zombie, está presente pero parece no estarlo; difícilmente las personas notan su presencia. La vida parece ser algo extraño que les sucede a los otros, pero que él no llega a comprender del todo. Asiste, con la rutina impune de un empleado administrativo, a cada uno de los operativos, realizando desalojos y asistiendo a las sesiones de torturas en un centro clandestino de detención.
Dessal parece utilizar sus conocimientos psicoanalíticos para construir, con excepcional eficacia, el perfil de un hombre que demuestra –en sus acciones diarias y en su relación con los demás– la conclusión de un pasado que se forja en su niñez y que lo estigmatiza aislándolo para siempre de los otros. Los acontecimientos de la vida de este personaje vuelven uno a uno forzados por las insistentes preguntas de su hija, que se interesa en la historia de su padre que desconoce casi por completo: un hombre que apenas habla, que responde con frases cortas, esperables y seguras debido al terror que le provoca que alguien descubra su pasado en un presente político que pide respuestas sobre aquellos años.
A medida que el texto avanza se va sumando la historia de otro personaje fundamental en esta historia: una joven militante –novia de la adolescencia de este hombre– con las características propias de algunos de los jóvenes de entonces: interesada en el bienestar social, solidaria, militante vehemente y con compromiso político. Sus realidades avanzan juntas, en paralelo, hasta terminar distanciándose cuando ella, debido a un operativo fallido, entra en la clandestinidad: “Fue la primera vez que él escuchó esa palabra, o al menos la primera vez que le prestaba atención. Clandestinidad. Ella le explicó lo que quería decir, y a él no le pareció ni bien ni mal, porque en realidad no terminaba de captar la idea”.
Gustavo Dessal nació en Buenos Aires, es psicoanalista, miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y escritor. Publicó más de un centenar de artículos en revistas especializadas, los libros de cuentos Operación Afrodita (2004) y Mas líbranos del bien (2006), la novela Principio de Incertidumbre (2009) y el ensayo Las ciencias inhumanas (2009).
Esta novela parece abordar el tema de la clandestinidad a través de lo que sus personajes entienden por ese término. Por un lado, se interpreta desde la decisión de la protagonista de vivir de manera oculta debido a sus intereses políticos en un país en donde el odio y la muerte se habían instaurado y, por otro, el distanciamiento de un hombre que vivía apartado de todo lo vital que pudiese rodearlo. En Clandestinidad Dessal describe, por medio de un texto desgarrador y directo, la historia de dos personajes completamente diferentes que cruzan sus vidas generando en el lector un interrogante sobre los posibles y diferentes orígenes de la maldad en la humanidad.