interZona

Luisa Valenzuela: “Tengo la palabra, un ritmo, una respiración, un lenguaje, es lo único que tengo, no tengo nada”

La prolífica escritora argentina acaba de reeditar su novela “El gato eficaz”, la obra literaria en la que, asegura, se desbordó como nunca. Conversó con Infobae Leamos sobre volver a un trabajo creado hace medio siglo Por Gabriela Schevach

“Tiramos de una palabra, y detrás de ella se nos vino encima un universo”, dice Luisa Valenzuela, citando al escritor mexicano Alfonso Reyes; se encuentra al frente de un grupo de estudiantes en Liubliana. “Esta palabra que entra, al terminar de escribirla, en esos pocos segundos, cambia de color… Y eso hay que aprender a respetarlo. No es fácil” –comenta–.

Ha preparado una conferencia, pero avisa desde su silla al frente del aula que no va a leerla. En su lugar, agita una pila de fichas bibliográficas, que mezcla una y otra vez como si se tratara de un mazo de cartas; cada una contiene la transcripción de una cita de su especial interés.

“En El camino de la ficción –así se titula la charla, disponible en YouTube–, se van descubriendo cosas o no” –declara la autora, que irá extrayendo fichas para leer y comentar en un orden arbitrario, remitiéndose al azar y al juego, método que le permitirá detallar las estrategias que ha desarrollado a lo largo de más de cinco décadas de una escritura prolífica que abarca novelas, cuentos y microficciones. También ha publicado ensayos y escritos autobiográficos, además de antologías varias y textos periodísticos, pero aquí se concentra en sus estrategias para la ficción, que nunca responden a un plan previamente trazado.

En El gato eficaz, su segunda novela, editada originalmente en México por Joaquín Moritz, que la contrató antes de que estuviera terminada, lleva estas estrategias hasta su límite más extremo y experimental. “Amo al Gato porque me es ajeno y mucho más sabio que yo. Es mi texto de ruptura. Me abrió una compuerta que nunca más llegará a desbordarse como entonces”, dice sobre este libro que ya cumplió medio siglo y que acaba de reeditar Interzona.

-¿Cómo surgió El gato eficaz?

-Fue una inspiración muy muy muy fluida. Iba y era un desborde que nunca me dio tan fuerte como en aquel momento. La fluidez, sí, pero el desborde, no. Había también tiempo y estaba esa disponibilidad literaria. Estábamos en Iowa, en una residencia de escritores, neuróticos, mucha tensión en ese sentido, pero también mucha y verdadera pasión literaria.

-Al leerlo, da la sensación de que había algo concentrado, denso. ¿Era así?

-Creo que sí. Y había marihuana, que era algo nuevo para mí que culminó allí.

En la introducción a la nueva edición, la autora cuenta en tercera persona que, “becada en una pequeña ciudad universitaria estadounidense, rodeada de un grupo especialísimo de escritoras y escritores sobre todo latinoamericanos, le ocurrió lo que no podía dejar de ocurrirle: se puso neurótica. Era demasiado campus, demasiado campo, demasiada nieve… Era demasiada pasión literaria y mucho hablar de la muerte. La autora en ese entonces tuvo la osadía de decir que ella nunca, pero nunca, pensaba en la muerte”.

Unas páginas más adelante, ya empezada la novela, la narradora confiesa: “Ni siquiera yo, que me soy tan condescendiente, me soporto. He decidido por eso bajar las calles hasta el río, patear las paredes, intensificar mi ira hasta que estalle y dejarme de hablar”. Fernando Noy y Ale Díaz Berón leen esas líneas a dos voces durante una lectura performática en la presentación de la tercera y más reciente edición, a cargo de Interzona, que aparece 51 años después de la primera y a más de treinta de la segunda.

-¿Qué es “eficaz” para vos?

-No es el título que yo había pensado para el libro. El gato eficaz es un objeto que apareció en la vidriera de una semillería céntrica. Pero, bueno, la muerte siempre es eficaz, de alguna extraña manera, inevitable.

Escrita entre Iowa City, Nueva York, México y Buenos Aires, el significante y el sonido de las palabras salta de página en página como si fuera la más liviana de las piezas en una caja de herramientas que es prácticamente infinita porque, a la hora de construir el relato, lo que pretende es simplemente desatarse de la autoridad que la quiere enlazar al significado: “Sin sentidos carece de sentido estar en este mundo. Cosa muy diferente ocurre con eso que llamamos sentimientos” –prosiguen Noy y Díaz Berón.

En la nueva presentación de El gato… en Congo Club Cultural, los performers abrieron su acto mientras sonaba el “Miau Miau” del Duetto buffo di due gatti atribuido a Gioachino Rossini. Para la lectura, seleccionaron fragmentos del texto y, a tono con la exasperación dramática de la ópera, su declamación exageró los contrastes, así como los colores que predominan en la novela, que son el blanco, atribuido a los “perros de la vida” y el negro, a los “gatos de la muerte” que van tiñendo los paisajes y sufriendo metamorfosis constantes. Pero la geografía se disuelve en la palabra y así el “Village” neoyorkino es también la “villa” porteña, como sugiere Noy, que lleva pintado un bigote gatuno a los costados de los labios.

-¿Cómo fue el trabajo con los performers?

-Fueron extrayendo pedazos de la novela y armaron por su cuenta un diálogo. Lo que me gustó mucho es que yo tenía un recuerdo de que era un libro muy divertido. Sin embargo, cuando lo volví a releer, me pareció tétrico, pero ellos sacaron a relucir el humor negro y toda la locura, esa mezcla de humor y horror, todo junto.

-Lo primero que se capta al leerlo es ese juego permanente con el lenguaje.

-Esa es mi “marca de fábrica”, es lo que me guía, yo no tengo una idea previa, tengo la palabra, un ritmo, una respiración, un lenguaje, es lo único que tengo, no tengo nada.

-Por otro lado, ¿qué pasa si te perdés en esos juegos y no tomás en cuenta el contexto de la escritura?

-Eso es algo que estoy pensando últimamente. Yo debo acercarme a la escritura desde el lugar de los poetas, que no tienen un argumento previo, pero necesito un argumento, no es que me voy a ir por las ramas y poetizar. La parte prosista en mí exige que haya una coherencia argumental, no divagar. Ahí es donde se encuentran la inspiración poética con la prosa.

-¿Creés que eso tiene que ver con la influencia del boom latinoamericano o de los escritores franceses de la revista Tel Quel que conociste cuando te mudaste a París a fines de los ‘50?

-Es muy posible, pero son influencias que no las percibís como tales aunque todo lo que absorbiste -yo leía mucho desde muy joven, además me crié con escritores-, todo eso te constituye, no hay duda. Respecto de los escritores franceses, fui yo que me acerqué a ellos porque me pareció interesante.

-¿Qué es lo que más te interesó de ese grupo?

-¡El caradurismo de decir que estaban inventando algo nuevo como la gran cosa! Estaban muy basados en Bioy Casares, en el Nouveau Roman. Igualmente, había una reflexión muy profunda.

Valenzuela conoció de cerca a Julio Cortázar y a Carlos Fuentes, con quienes ha compartido eventos como conferencias y lecturas públicas. A ellos les dedicó además su ensayo Entrecruzamientos (Alfaguara, 2014). Sus libros se han leído en el contexto de la literatura latinoamericana, pero también han sido traducidos a numerosos idiomas extranjeros.

-La profesora universitaria estadounidense Sharon Magnarelli pone tu libro en relación con Alicia a través del espejo de Lewis Carroll en su ensayo “Humor and Games in El gato eficaz by Luisa Valenzuela: The Looking-Glass World Revisited (Modern Language Studies, Vol. 13, No. 3, Summer, 1983)”, ¿es algo que vos habías pensado?

-¡No, no lo había pensado! Pero fue muy interesante, Sharon es muy brillante; yo no la conocía, fue ella que me descubrió. Llegué a un congreso en Pittsburg, Estados Unidos, y encontré dos personas hablando de El gato… Habrá sido en el ‘73, ‘74. Escribió después un libro sobre mí y trabajó mucho mi obra a partir de eso. El gato… me abrió esas puertas en Estados Unidos.

-Otro ensayo, de Z. Nelly Martínez (”El gato eficaz de Luisa Valenzuela: la productividad del texto”, Revista Canadiense de Estudios Hispánicos, Vol. 4, No. 1, Otoño 1979) puede considerarse complementario de aquel, enfocándose más en tus operaciones narrativas.

-Ellas dos son las que presentaron en Pittsburg. Nelly, que es argentina, pero vivía en Montréal, vino acá a buscar escritoras para un encuentro en Ottawa muy interesante y nadie le había hablado de mí. De golpe llegó a Córdoba y ahí me mencionaron porque yo había ido poco antes a presentar una novela. Entonces ahí se armó ese encuentro en Ottawa. Fue un descubrimiento en Estados Unidos y Canadá, el libro había salido en México (Ediciones Joaquín Moritz, 1972).

-Después salió acá en el ‘91 en Ediciones de La Flor.

-Sí, pero es el mismo texto y el mismo que se editó ahora.

-Sí, solo cambia la gráfica. Me imagino que, al tratarse de una editorial que también producía revistas, De la Flor tuvo intención de preservar, por ejemplo, la disposición en columna y entre dos líneas verticales del artículo sobre la paciente a quien injertaron piel de rata o la convocatoria de la Congregación de la Buena Muerte, publicada bajo “CULTO CATÓLICO”, así en mayúsculas.

-Tenés razón, son recortes de diario. Es muy raro, pero cuando estás trabajando en algo así, todo te viene, como una antena que va captando, entonces llegaban todas estas informaciones rarísimas. Uno atrae esas cosas, me sigue pasando cuando estoy escribiendo algo.

-En otro momento hablás de cómo incorporás en la escritura las conversaciones que escuchás al azar y de la importancia de lo fortuito, como cuando coinciden una máquina de coser y un paraguas sobre una mesa de disección, como diría Lautréamont. Pero lo de las conversaciones derivó en otro libro tuyo, Aquí pasan cosas raras (Ediciones de la Flor, 1975).

-Sí, fue posterior: había estado en Barcelona escribiendo Como en la guerra (Sudamericana, 1977). Después vine acá y me encontré con este cambio tan raro y muy rápido escribí Aquí pasan cosas raras, mientras iba a los cafés en la época de la Triple A, durante el terrorismo de Estado.

-¿Viajar te ayuda a crear una visión más distanciada de lo que está pasando?

-Te da una perspectiva.

-¿La literatura constituye para vos una forma de conocimiento?

-Sí, es una forma de estructurar mi mundo porque sin la escritura no entiendo nada, es un ancla.

Avanza la velada y para cerrar la performance de Noy y Díaz Berón, Valenzuela abre el libro en la página 92: “Exijo ser leída con calma y rebeldía, con una balancita para cada vocablo que tenga su justo peso, que me lean como leen los abogados, ¡sí!, respetando las cláusulas, equivocándose. Menos mal que aparecen dos como estos siniestros gatos (señala a los performers), que sepan entender, que sepan leer otra simbología, otra cosa, leerme en los reflejos, los destellos, la maravilla, la alegría”.

Entre el público, alguien levanta la mano, es Juana de los Palotes que pregunta por Buenos Aires hoy y Luisa responde: “No traigo los perros de la vida porque son feroces, matan, son unas bestias inamovibles y no los queremos. Y los gatos locos estos no sé si tampoco, pero el humor, sí”.

Finalizada la lectura y para prolongar el festejo, subieron al pequeño escenario Gaspar y Rafaela Correa Marjak, nieto y nieta de la autora, que en este momento tienen aproximadamente la misma edad de Valenzuela al escribir El gato... En un estilo que recuerda las bandas New Wave, ellos también encuentran inspiración en sus hallazgos, por ejemplo cuando cantan un tema basado en Ms. 45, la película de Abel Ferrara de 1981, “Señorita 45 / Lleva un rouge en la cartera / un arma entre las piernas / a un trágico final ella pudo escapar”.

“El gato eficaz” (fragmento)

Sin sentidos carece de sentido estar en este mundo.

Cosa muy diferente nos ocurre con eso que llamamos sentimientos. Sentimientos de culpa no nos dejan actuar nos detienen la mano a cada instante a causa del recuerdo de hechos imputables. Sentimientos de fracaso nos corroen por la tarde cuando llega la hora de lo que no tenemos. Como único sentimiento yo me quedo con mi gran autolástima: lloro tan bien por mí, me lamo las heridas, me aliento en las empresas y me perdono al fin cuando todos me culpan.

Me perdoné un día en Chacarita ante tribunales sabios. Tenía un juez indulgente que era yo, un jurado volcado a mi favor y nada de fiscales. Señor juez, yo me dije, absuelta estás, hija mía, me contesté al instante. Absuelta sum, canté en coro conmigo absuelta sum y me fui en bicicleta a recorrer las calles.

Ya ni me acuerdo de qué se me acusaba. Prefiero no acordarme, mejor dicho, para no tener que apelar a la Suprema Corte: las más de las veces desapruebo mis actos y busco algún castigo.

Siempre es él quien no quiere castigarme. De sádico, no más; no puede ignorar que un poco de castigo me hace falta. Un poquito no mucho, tal vez en una oreja o en alguna otra saliencia alejada más bien de mi persona. Hasta me dejaría cortar las orejas en punta como un toque diabólico aunque ya no se use el satanismo. Ahora se usa el bien, la buena gente, las intenciones sanas y el amor a algún prójimo distante. Queda bien suspirar por los que tienen hambre sin por eso permitirles hurgar en nuestras ollas. Queda bien recordarles que el arroz es más sano con la cáscara y dejarles la cáscara. Cuando lleguen las bandadas de zombis a comer la cosecha otra va a ser la historia. ¿Por qué serán sagradas las cosechas si están lejos del habla, de toda inteligencia?

Los gatos de la muerte defienden las cosechas con orejas en punta y el bigote recortado dentro de la cara hecho con chapa negra y duradera. Como el Gato Eficaz con ojos de bolitas, con ojos de cristal tallado y reverberaciones propias. Es terror de los pájaros, de loros y palomas. Ahuyenta a rata y laucha. Atemoriza a liebres, comadrejas y a todo animalejo dañino para el campo. Ahuyentará a los zombis que avanzan desnutridos en pos de nuestras mieses. Si lo duda, lector, vaya sabiendo que el registro de marca y la patente están en trámite y que es el número 10.477 el modelo industrial (de reproducción penada por la ley).

Quién es Luisa Valenzuela

♦ Nace en Buenos Aires en 1938. Hija del médico Pablo Valenzuela Meabe y de la escritora Luisa Mercedes Levinson, a su casa acudían autores de la talla de Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, Adolfo Bioy Casares y Eduardo Mallea.

♦En 1958, recién casada, se instala en París. En 1959 nace su hija, la artista plástica Anna-Lisa Marjak. Escribe su primera novela, Hay que sonreír, por la que obtuvo luego un subsidio del Fondo Nacional de las Artes. Continúa una labor periodística que comenzó muy joven, ahora trabajando para los suplementos literarios de los diarios Clarín, El Mundo y La Nación mientras colabora en las emisiones de la Radio Télévision Française para América Latina.

♦ A partir de 1972, vive tres años entre México, París y Barcelona, donde escribe Como en la guerra. En 1975, regresa a Buenos Aires. Escribe y publica Aquí pasan cosas raras, que retrata la violencia imperante y comienza a trabajar para la revista Crisis y a colaborar con 7 días y Gente. En 1989 vuelve a radicarse en Buenos Aires y escribe Realidad nacional desde la cama que se publica al año siguiente.

♦En 2004 recibe el Premio Konex de Cuento: Quinquenio 1994 – 1998. En 2013 es declarada Personalidad Distinguida de las Letras por el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En 2015 es nombrada presidenta del Centro PEN Argentina. En 2017 pronuncia el discurso inaugural 43° de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.

Ganador al mejor libro argentino de creación literaria: "El náufrago sin isla" de Guillermo Piro es la obra ganadora del Premio de la Crítica de la Fundación El Libro 2024