El libro, publicado por la editorial Interzona, también funciona como un registro de las piezas que trabajan esas cuestiones con alta efectividad: The Sopranos, Heroes, Lost, Six Feet Under, The Good Wife, Breaking Bad yHouse, entre otras.
Carrión es doctor en Humanidades por la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, cuyo máster en creación literaria dirige. Es periodista cultural. Publicó La piel de La Boca, Crónica de un viaje, Los muertos y Librerías.
Este es el diálogo que sostuvo con Télam
T : ¿Qué clase de fenómeno es la serie como para asegurar que es una de las singularidades de la época?
C : En términos artísticos, se trata de un fenómeno muy interesante, porque aunque sea fiel a la narración serial y televisiva, ha incorporado con éxito elementos que antes eran exclusivos del cine. Socialmente, es un fenómeno absolutamente aglutinador, capaz de crear una esfera de encuentro entre personas de edades y procedencias diversas, gracias en gran parte a que ha coincidido con la explosión de las redes sociales y de otras tecnologías, entre consumidores de géneros distintos (en los 80 la ciencia-ficción o el terror, por ejemplo, eran propios sobre todo del fandom, hoy series como Lost o The Walking Dead han logrado ser vistas por las mismas personas que ven Los Soprano o House of Cards: lo que importa es la calidad de la serie, el metafenómeno, no el género).
T : ¿Qué elementos guarda la serie de sus formatos precedentes, en especial el cine y la televisión, y cuál es su rasgo diferencial respecto a los mismos?
C : En Teleshakespeare sostengo que la energía que la alimenta es muy antigua: la repetición, el mantra, que encontramos en la oración religiosa, en la poesía, en el ritual del relato periódico. Su formulación moderna se da en el siglo XIX, por supuesto, con el folletín, con Dickens, con Sherlock Holmes. Para entender la serialidad del siglo XXI no es tan importante estudiar la historia de la televisión desde los 50 como perseguir los rastros de la genealogía de los 80 y los 90: Hill Street, Twin Peaks, Homicide... Ahí están los técnicos, los creadores, los productores, el caldo de cultivo. SI tuviera que escoger un único rasgo diferencial de esta tercera edad de oro de la TV sería la cantidad de tramas paralelas y de personajes que hay en cada serie de calidad: un auténtico reto para la inteligencia y la memoria del espectador.
T : ¿Cómo pensar a las series con respecto a la novela contemporánea, incluso la que practicás vos, fragmentaria, ensayística, etcétera, y en esas condiciones, cuál imaginás puede ser un futuro para la novela?
C : No hay series ensayísticas (se me ocurre, como máximo, House of Cards, con sus aforismos y sus reflexiones políticas), ni poéticas (aunque haya momentos en, por ejemplo, Rectify, de gran poesía), ni vanguardistas en el sentido habitual en artes plásticas (aunque la música y la puesta en escena deHannibal casi puedan serlo); se trata de relatos mainstream. La novela, en cambio, puede hacerlo casi todo. Puede experimentar. Puede apropiarse de casi cualquier lenguaje. Incluido el serial. Es lo que hice en Los muertos (a las series les añadí crónica y ensayo). El camino permanece abierto.
T : Esta afección que padece la imagen o la narración en imágenes, ¿tiene alguna relación causal con las nuevas conductas (y las nuevas patologías) globales?
C : Somos más visuales que nunca. Pero también más textuales que nunca. Nuestro pensamiento es cada vez más transmedia: somos capaces de pensar en cientos de líneas narrativas, literarias, reales, audiovisuales, en paralelo. Al mismo tiempo que recordamos los argumentos de las quince series que estamos viendo, lo hacemos de las tres novelas en marcha, de dos webseries, y de infinitos relatos de la propia realidad.
T : Pensar en imágenes, ¿no suena a redundancia si damos por hecho el habitar en una sociedad del espectáculo?
C : Supongo que todos pensamos en palabras y en imágenes. (Guy) Debord me interesa mucho, pero no sé hasta qué punto son ya válidas sus ideas: el mundo ha cambiado muchísimo desde los 50 y 60. Ese espectáculo se ha hecho realmente global, a través sobre todo de internet, con núcleos muy fuertes de producción espectacular, como Hollywood, como Bollywood, como el Japón del manga y el anime. La propia vida individual, a través de eso que llamamos extimidad, se ha vuelto espectacular (o micro-espectacular). Pero de la sociedad de Debord hemos pasado, sobre todo, a un mundo de Big Data, supervisado por Google y Facebook, auténticos Big Brothers, que él no supo imaginar. En cambio, sí lo hizo Orwell, desde la ficción.
T : En tu opinión, esta mutación industrial, ¿qué efectos políticos trae o puede traer?
C : Digo en Teleshakespeare que el éxito de las series es puro soft-power norteamericano: el penúltimo intento de seguir influyendo en el imaginario global. Es interesante la autocrítica del sistema. En The Wire o The Good Wife, por ejemplo, asistimos a la disección de la corrupción de los USA. La política está muy presente en esos relatos. Quién sabe si puede ayudarnos a entender mejor nuestros propios sistemas políticos, a ser mejores ciudadanos, más críticos.