interZona

Pasolini y el cuarto rey mago

Una obra desconocida del gran poeta y director de cine italiano: Porno Teo Kolossal Por Pablo Díaz Marenghi

En los primeros instantes de Accattone (1961), su ópera prima, ya queda de manifiesto una de las grandes obsesiones de Pier Paolo Pasolini: la religión. “Me tomó el ángel de Dios, y el del infierno gritaba: ¡Eh, tú, del Cielo! ¿por qué me privas? Tú de éste te llevas lo eterno, por una lagrimita me lo quitan”. Los versos de la Divina Comedia abrían el telón tras el cual se presentaba aquella joya del neorrealismo que exponía las catacumbas de una Roma marginal y servía como carta de presentación para uno de los cineastas más revulsivos del siglo XX. La religiosidad, el poder, la ambigüedad y el sexo serán los temas que recorrerán la obra de este artista en diferentes manifestaciones. Ya sea detrás o delante de las cámaras, escribiendo ensayos, poemas, novelas y hasta columnas políticas.

Su personalidad desbordante, su peculiar mirada, que lo distinguió de sus contemporáneos, y su modo de ahondar en las zonas más incómodas del alma estuvieron presentes en cada una de las obras que produjo hasta aquel fatídico 2 de noviembre de 1975, cuando fue asesinado en misteriosas circunstancias. A cien años de su nacimiento y casi cincuenta de su muerte, siguen surgiendo sorpresas. La publicación de Porno-Teo-Kolossal llega para exhumar aún más secretos de un hombre a quien le bastaron 53 años en este mundo para sacudir las estanterías del sentido común occidental más pacato.

Esta edición cuenta con un tratamiento eximio y una traducción con leves y necesarios tintes rioplatenses a cargo de Guillermo Piro. A continuación, un prólogo de Pasolini presenta el teatro de operaciones de esta historia. “Nos encontramos en la oscuridad y el silencio de las alturas cósmicas”. Así abre el juego de una suerte de fábula escatológica, sexual y mística, que nunca llegó a concretar y, según contó en reportajes, le llevó más de nueve años de trabajo.

La premisa es simple. Se retoma la historia del cuarto Rey Mago que nunca llegó a ver al niño Jesús y se le agregan detalles a lo Pasolini. Epifanio, así se llama el misterioso rey napolitano, acompañado de su fiel ladero Nunzio, se detiene en varios poblados donde es testigo de diversas perversiones. Ambientado en la Italia de los años 50, en otro guiño a un interés recurrente para el autor: su país natal durante los embistes del totalitarismo fascista, como bien se vio en su último y polémico film estrenado pocos después de su muerte: Saló o los 120 días de Sodoma. Tal es el nombre del primer poblado en donde Epifanio se detiene.

En Sodoma los homosexuales son la norma: “una ciudad en donde son ‘todos homosexuales’, ‘todos putos’”, se lee. Sobre el final, hay un giro inesperado y Epifanio termina huyendo rumbo a Gomorra. Allí la constante es el sexo heterosexual desenfrenado en plena vía pública. Pasolini describe el paisaje: “Angustia, ceguera, maldad, neurosis, presunción, prepotencia, conformismo, odio: de todo esto está hecho el raptus que los lleva a devastar la ciudad y apoderarse de ella”.

Novela guionada o guión novelado, Porno-Teo-Kolossal se lee a toda velocidad. Aquí pueden leerse críticas al conservadurismo de la Iglesia, sobre todo en relación a la homosexualidad, la violencia y la intolerancia. Avanzan sus particulares personajes en esta peripecia hasta llegar a la muerte y a un supuesto paraíso. Allí Nunzio tiene unas líneas finales notables. “No existe el fin. Esperemos. Algo sucederá”. Como dando a entrever que la finalidad es intrascendente. Más bien el foco de la existencia estaría en el mientras tanto. Ese parecería ser el mensaje final del poeta y director italiano.

 

Porno Teo Kolossal, P.P. Pasolini. Trad. Guillermo Piro. Interzona, 104 págs.

Galería