Una modalidad frecuente en redes sociales consiste en tomar un registro audiovisual de un famoso, partir la pantalla y establecer una suerte de diálogo unidireccional que suscita un mensaje o enseñanza. En general se opera sobre la base de aquello que es visto como un pifie del famoso en cuestión. Sol Despeinada, quien se presenta en Twitter como “Médica UBA. Docente. Feminista”, por ejemplo, lo hizo con Wanda Nara, contraponiendo maternidad a estudio y agenciándose un Trending Topic, con las adhesiones y puteadas de rigor. Un poco antes, Malena Pichot, cuya popularidad permite ahorrar presentaciones, había hecho algo parecido con el mismo tema, pero con Valeria Mazza, otra rubia que ha pasado sus días entre Europa y Argentina. Tal vez por una atávica insurrección ante la figura de la maestra o porque tiendo a tomar partido por los burlados y mirar con resquemor a los que se burlan, mi atención se concentró en las rubias y sus opiniones tan en oposición a los vientos que soplan dentro de los activismos de género. Percibí cierta gracia en la ligereza con la que Nara decía “Las minas están en cualquiera” y hasta valoré el esfuerzo de Mazza por graficar la parquedad de algunos varones adolescentes, pese a sus propias dificultades con la palabra. Sobre la maternidad, mi opinión no cambió para nada.
En El sueño del árbol, último libro de la colombiana Andrea Salgado, la reacción de los padres campesinos de una chica que se hace adolescente también se consigna en oposición: “Se le curvearon las caderas, se le estrechó la cintura, le aparecieron un par de tetas enormes y a la madre se le encendieron todas las alarmas. (…) Su papá lo único que dijo es que se le notaba a la negra lo bien enrazada que estaba, tan grande, fuerte y saludable (…) comenzó a llevársela con él al billar y a la cantina, a las ferias agrícolas y a los cafés, para que viera cómo era que los hombres negociaban con las vacas y las tierras; y para que aprendiera a tomar aguardiente sin volverse una nada”.
En este caso, la impartición de enseñanza que se atribuye al padre va por el lado de conocer la realidad inmediata y dominar el propio territorio. Tal vez, frente a las pedagogías que pasan todo el tiempo por nuestras pantallas, el rescate de las viejas enseñanzas analógicas, atentas a la experiencia directa (con sus riesgos y grados de improvisación) tenga más valor de lo que pensamos. Tal vez haya que aceptar, de una vez por todas, que, en las redes, por el momento hay cada vez menos para aprender y más para entretenerse.