“Mientras en Nación están prohibidos los contenidos LGBTQ, el Teatro San Martin de la Ciudad de Buenos Aires alberga en su sala mayor este contenido, la primera obra en poner a la homosexualidad en el centro de la escena. La gestión a nivel nacional en cultura y otras áreas es desastrosa, el Cervantes volvió a contenidos hegemónicos y clásicos”, dice Alejandro Tantanian, exdirector del Teatro Nacional Cervantes quien presenta su versión escénica junto a Carlos Gamerro y Oria Puppo de “Eduardo II” de Christopher Marlowe en la sala mayor del Teatro San Martín, la Martín Coronado. Puede verse de miércoles a domingos hasta el 15 de diciembre.
Rebautizada “El trágico reinado de Eduardo II, la triste muerte de su amado Gaveston, las intrigas de la reina Isabel y el ascenso y caída del arrogante Mortimer”, sigue la historia de un rey desmesurado, llevado por sus deseos y fascinado con el poder. Un gobernante con consciencia de sus responsabilidades pero que pretendió conjugar el bien del reino con su felicidad personal, lo que desencadenó la tragedia.
El elenco está integrado por Agustín Pardella, Sofía Gala Castiglione, Patricio Aramburu, Eddy García, Luciano Suardi, Santiago Pedrero, Gabo Correa, Lalo Rotaveria, Sergio Mayorquín, Francisco Bertín, Matías Marshall, Belisario Sánchez Dansey, Byron Barbieri, Martín Antuña y Esteban Pucheta. Los bailarines son Juan Martín Ahumada, Agustín Farfán, Ignacio Fittipaldi, Valentina Gauthier, Candela Navarro y Agustín Salinas. Conversamos con Tantanian.
Periodista: ¿Qué ejes prevalecen en esta reversión que acaso estaban escondidos en el original?
Alejandro Tantanian: La obra de Marlowe es la primera en la literatura dramática de occidente que pone una relación homosexual en el centro de la escena. En general las versiones inglesas hechas toman esta situación como algo secundario o excusa frente al gobierno débil, entre comillas, de Eduardo. Ven la debilidad del gobierno porque atiende sus asuntos privados entonces nosotros ponemos esa relación en el centro, cristalizada por la película de Derek Jarman. Esa relación homosexual, que siempre fue algo muy común, fue puesta en el margen, se hablaba de los favoritos del rey y que tenía que quedar en lo privado porque hacerlo público era pecado. La hipótesis es qué pasa si alguien llega al gobierno y es abiertamente homosexual, qué pasa si hay un reinado marica o queer. Esto no es algo que santifique al colectivo LGBTQ, al contrario, problematiza los beneficios y oscuridades, los pone como personas. Hay en estos personajes zonas de oscuridad y abuso de poder, lo que responde la normativa o hegemonía del poder es totalmente desproporcionado a los posibles desmanes que pueda llevar adelante este gobierno. Un gobierno de alguien homosexual es estigmatizado y se tilda al gobierno de malo por la sexualidad. Esta lectura no se ha hecho aún en el teatro, donde siempre se presentó el gobierno de Eduardo como débil porque en lugar de atender asuntos públicos atiende privados. Es él en realidad quien decide borrar el límite entre ambos asuntos.
P.: ¿Cómo toma Marlowe el “Ricardo II” de Shakespeare?
A.T.: Es una figura compleja. Marlowe toma este rey y genera un eco espectacular, a la obra le fue muy bien. Fue escrita en 1582 y Shakespeare no la olvidó nunca porque le fue muy bien. Eduardo está más opaco en el texto de Shakespeare, Marlowe en cambio escribe una obra que va en contra de las instituciones, la familia, la iglesia, el poder militar y político. Marlowe es alguien de enorme libertad y padre del teatro inglés. No por nada terminó asesinado en una oscura riña en una taberna, con una puñalada en el ojo. Sus asesinos fueron liberados inmediatamente, se sabe que Marlowe era espía, ateo confeso, homosexual confeso, un personaje del que parecía importante deshacerse. Su Eduardo II es un testamento de su propia muerte, la muerte de Eduardo es horrible, se le introduce un fierro caliente en el ano hasta matarlo y eso no deja huella visible. Este personaje histórico hasta resulta pertinente donde desde el gobierno nacional se prohíben contenidos LGBTQ en un acto de censura clara. Como Milei plantea el tema del culo, que privadamente uno pueda hacer lo que quiera pero en público no. un poco lo que Marlowe trae haciéndolo público.
P.: ¿Cómo pensaron las áreas artísticas de escenografía, luces y vestuario?
A.T.: Dado que obra tiene muchas escenas privadas de dos, puertas adentro, nuestra idea fue generar un espacio abierto. Usamos la sala Martín Coronado sin patas, totalmente abierta, no hay telones que cubran. Hay unas columnas majestuosas, fabriles y apelamos el uso del anacronismo para la ropa y la escenografía. Es interesante porque es un texto de ayer y de hoy, hay borramiento de límites entre lo público y lo privado en ese espacio abierto, sin paredes, todo a la vista, inclusive los actores que se van y el público los sigue viendo, hay mucho pase de actores. El vestuario presenta enorme profusión de distintas materialidades que genera anacronismo. Parecieran ser épica y a la vez contemporánea, con zapatillas fluo y flores de plástico. Hay cuero, pieles, un trabajo muy poderoso en el plano visual que está ratificado por el uso del video que acompaña el trabajo. El video no es narrativo, trabaja sobre primeros planos de los personajes, crea proximidad en un espacio enorme, hace como un zoom in y zoom out. Hay una suerte de personajes vigilados por otros en los juegos de poder en el palacio. Esto también está cerca del presente con las historias de Alberto y Fabiola.
P.: ¿Cómo trabajaron en el teatro oficial?
A.T.: En nuestro montaje hay créditos al final donde consignamos a los trabajadores del teatro, fueron 400 en total para esta obra. El San Martín sigue siendo un teatro fábrica, con maquillaje, zapatería, utilería, una enorme cantidad de gente que hace que el teatro púbico siga siendo lo que es y se distinga del resto. Por ser un teatro público puede albergar producción de 21 actores en escena, con escenografía, vestuario y video de calidad, gracias a los trabajadores que lo hacen posible. Somos la cara visible pero en este espectáculo quisimos poner en valor a esos trabajadores.
P.: Fuiste director del Cervantes, ¿cómo está ese teatro nacional hoy?
A.T.: Fui director durante 3 años y dejé programado el 2020 que por la pandemia se extendió con obras hasta el 23. El teatro está acomodándose a lo que era antes de nuestra gestión, volviendo a los modelos hegemónicos y de los clásicos argentinos. Habíamos intentado generar un teatro contemporáneo en nuestra gestión y se volvió a un espacio donde se hace determinada cosa y no otra cuando un espacio puede mutar y ser permeable. Pero la tradición y la hegemonía parecen ser más pregnantes que las necesidades de cambio.
P.: ¿Qué podés decir del teatro y la cultura hoy?
A.T.: Sigue siendo lugar increíble en creación, fuerza, energía, singularidad con voces de distintas generaciones pero la cultura nacional de este gobierno es desastrosa, rompe con todo lo que está construido, somos un foco de ataque. Los escritores, los miembros de la cultura son atacados con cierto escarnio y dedicación morbosa. Hay que seguir trabajando e ir para adelante . En Ciudad es distinto porque mientras en Nación están prohibidos los contenidos LGBTQ, el San Martin de la Ciudad alberga en su sala mayor ese contenido. Así que estamos en las antípodas de la política cultural de este gobierno de extrema derecha. Siempre habrá cosas para arreglar pero en Ciudad no hay el menor inconveniente en plantear cuestiones mientras en Nación la cultura está siendo devastada , basta ver lo que pasa con el INCAA, INT y la desfinanciación de espacios públicos.